– Eso no va a ser tan fácil como crees.
Riley la miró fijamente.
– ¿Sabes dónde está? ¿Lo sabes?
– No. No lo sé -dijo April con rapidez. Miró a Blue, que todavía trataba de asimilar lo que estaba oyendo. Dean no se parecía a Jack Patriot, pero Riley sí. Tenían el mismo tono aceitunado de piel, el pelo color caoba y la nariz recta. Esos enigmáticos ojos color miel la habían mirado desde infinidad de portadas de discos.
– Mientras hablo con Riley -le dijo April a Blue-, ¿puedes encargarte del problema de arriba?
Blue captó el mensaje. Suponía que April quería mantener a Dean a distancia. Cuando era una niña, le habían dolido los secretos soterrados de los adultos, y no le gustaba ocultar a los niños la verdad, pero esto no era asunto suyo. Se apartó de la mesa, pero antes de poder levantarse, se oyó un ruido de pasos en el vestíbulo.
April tomó a Riley de la mano.
– Vamos fuera para hablar.
Era demasiado tarde.
– Huele a café. -Dean entró en la cocina, se acababa de dar una ducha, pero no se había afeitado; era un anuncio andante de GQ con unas bermudas azules, una camiseta amarilla con el logotipo de Nike Swoosh y unas deportivas aerodinámicas de color verde lima. Vio a Riley y sonrió.
– Buenos días.
Riley se quedó paralizada, con los ojos clavados en él. April se apretó el estómago como si le doliese. Riley abrió la boca. Finalmente, recuperó el habla.
– Soy Riley. -Su voz fue apenas un graznido.
– Hola, Riley. Soy Dean.
– Ya lo sé -dijo ella-. Tengo un álbum.
– ¿De veras? ¿Qué clase de álbum?
– Uno… sobre ti.
– ¿En serio? -Dean se dirigió a la cafetera-. Así que te gusta el fútbol americano.
– Soy… -se humedeció los labios-, soy algo así como una prima tuya.
Dean giró la cabeza.
– Yo no tengo pri…
– Riley es la hija de Marli Moffatt-dijo April con tono glacial.
Riley sólo lo miraba a él.
– Jack Patriot también es mi padre.
Dean clavó la vista en ella.
Riley se sonrojó por la agitación.
– ¡No quería decirlo! -gimió-. Nunca he dicho nada a nadie sobre ti. Lo juro.
Dean estaba paralizado. April parecía incapaz de moverse. Los afligidos ojos de Riley se llenaron de lágrimas. Blue no podía quedarse quieta presenciando tanto dolor, y se levantó de la silla.
– Dean acaba de levantarse de la cama, Riley. Démosle unos minutos para que se espabile.
Dean intercambió una mirada con su madre.
– ¿Qué está haciendo aquí?
April se apoyó contra la encimera.
– Supongo que está tratando de encontrarte.
Blue podía ver que ese encuentro no se estaba desarrollando tal como Riley había imaginado. Las lágrimas amenazaban con desbordar los ojos de la niña.
– Lo siento. No volveré a mencionarlo.
Dean era el adulto y debería hacerse cargo de la situación, pero estaba tenso y silencioso. Blue se acercó a Riley
– Dean no se ha tomado aún el café y parece un oso gruñón. Mientras se espabila, voy a enseñarte dónde dormí anoche. No te lo vas a creer.
Cuando Blue tenía once años, habría desafiado a cualquiera que intentara alejarla, pero Riley estaba acostumbrada a mostrar una ciega obediencia. Agachó la cabeza y cogió a regañadientes la mochila. La niña era la viva imagen de la pena, y Blue sintió simpatía por ella. Le rodeó los hombros con un brazo y la condujo a la puerta lateral.
– Primero tienes que decirme qué sabes de los gitanos. -No sé nada -murmuró Riley. -Por suerte para ti, yo sí.
Dean esperó a que la puerta se cerrara. En menos de veinticuatro horas, dos personas habían averiguado el secreto que llevaba años ocultando. Se volvió hacia April.
– ¿Por qué demonios ha venido? ¿Sabías algo de esto?
– Por supuesto que no lo sabía -replicó April-. Blue la encontró dormida en el porche. Ha debido escaparse de casa. Por lo visto sólo la cuida una au-pair.
– -¿Quieres decir que ese egoísta hijo de perra la ha dejado sola dos semanas después de que muriera su madre?
– ¿Cómo voy a saberlo? Hace más de treinta años que no hablo con él.
– Esto es jodidamente increíble. -La apuntó con el dedo-. Localízale ahora mismo y dile que envíe ya a uno de sus lacayos para recogerla. -Vio que April tensaba la mandíbula. Era obvio que no le gustaba que le dieran órdenes. Lástima. Se dirigió a la puerta-. Voy a hablar con ella.
– ¡No lo hagas! -El tono vehemente de April lo detuvo-. Has visto la manera en que te miraba. Es fácil darse cuenta de lo que quiere. No te acerques a ella, Dean. Es una crueldad dejar que se haga ilusiones. Blue y yo nos encargaremos de esto. No permitas que te tome cariño para luego dejarla de lado.
Él no pudo ocultar su amargura.
– Habló April Robillard, la experta en niños. ¿Cómo he podido olvidarlo?
Su madre podía ser muy dura cuando quería, y levantó la barbilla con orgullo.
– Tú has salido la mar de bien, después de todo.
Él le dirigió una mirada enojada y salió por la puerta lateral. Pero a mitad de camino aminoró el paso. Ella tenía razón. El anhelo en la mirada de Riley decía que buscaba en él lo que sabía que no encontraría en su padre. El que Jack hubiera abandonado a esa niña poco tiempo después del entierro de su madre describía su futuro con letras bien grandes: un internado caro y vacaciones con niñeras.
Pero aun así, estaría mejor de lo que estuvo él. Él había tenido que pasar sus vacaciones en casas de lujo, hoteluchos de mala muerte, o sórdidos apartamentos dependiendo de qué hombre o adicción tuviera April en ese momento. Con el tiempo le habían ofrecido desde marihuana y alcohol a prostitutas, y, por lo general había aceptado de todo. Para ser justos con ella, April no lo había sabido, pero debería haberlo hecho. Debería haber sabido un montón de cosas.
Ahora Riley había ido a buscarlo, y a menos que hubiera malinterpretado el anhelo de su mirada, quería que él formara parte de su familia. Pero era imposible. Había mantenido en secreto su parentesco con Jack Patriot durante demasiado tiempo para que todo se descubriera ahora. Sí, sentía lástima por ella, y esperaba por su bien que las cosas mejorasen, pero eso era todo lo que iba a obtener de él. Riley era problema de Jack, no suyo.
Se agachó para entrar en la caravana gitana. Blue y Riley estaban sentadas en la cama del fondo. Blue seguía vistiendo como de costumbre, luciendo esa cara de libro de rimas infantiles de Mamá Ganso no apto para menores en contraposición a unos pantalones flojos de yoga, que eran la idea que él tenía de lo que se pondría un payaso, y una camiseta naranja lo suficientemente grande para albergar un circo. La niña lo miró, había un mundo de sufrimiento reflejado en esa cara redonda. Llevaba unas ropas demasiado ajustadas y exclusivas, y la palabra SEXY de su camiseta se veía obscena sobre la inocente promesa de sus pechos. No le creería si intentara convencerla de que estaba equivocada respecto a su parentesco con Jack.
Ver tanta desesperación en el semblante de Riley le trajo malos recuerdos, y le habló con más severidad de la que pretendía.
– ¿Cómo me has encontrado?
Ella miró a Blue, asustada de revelar más de lo que quería. Blue palmeó la rodilla de Riley.
– Está bien.
La niña se pasó la punta del dedo por el pantalón de pana color lavanda.
– El novio de mi madre… le habló sobre ti el año pasado. Les oí sin querer. Él trabajaba para mi padre. Pero le hizo jurar que no se lo diría a nadie, ni siquiera a tía Gayle.
Dean apoyó una de sus manos en un lado de la caravana.
– Me sorprende que tu madre supiera de la granja.