Sonó el teléfono de April que miró el identificador de llamadas y se excusó. Riley se acomodó en la manta y utilizó la mochila de almohada. Blue observó cómo los patos metían la cabeza en el agua buscando comida.
– Ojala hubiera traído mi bloc -dijo ella cuando regresó April-. Este sitio es precioso.
– ¿Eres pintora profesional?
– Sí, y no. -Blue esbozó brevemente su carrera académica y su poco satisfactorio paso por la universidad de arte. Entonces les llegó un suave sonido de la figura inmóvil de Riley. Se había quedado dormida sobre la manta.
– Localicé al agente de su padre -dijo April-. Me prometió que vendría alguien a recogerla a última hora de la tarde.
Blue no podía creer estar sentada al lado de una persona que sabía cómo localizar al agente de Jack Patriot. April golpeó con la punta de la chancla una flor de diente de león.
– ¿Dean y tú ya habéis pensado en alguna fecha?
Blue no pensaba seguir la mentira de Dean, pero tampoco tenía intención de sacarle las castañas del fuego.
– No hemos llegado a ese punto.
– Por lo que sé, eres la única mujer a la que le ha pedido que se case con él.
– Se siente atraído por mí porque soy diferente. En cuanto se le pase la novedad, buscará una salida.
– ¿De verdad crees eso?
– Apenas sé nada de él -dijo ella sin faltar a la verdad-. Ni siquiera tenía la seguridad de quién era su padre hasta hoy.
– Odia hablar de su infancia, o por lo menos de las partes que me incluyen a mí y a Jack. No lo culpo. He vivido de una manera irresponsable e inconsciente.
Riley suspiró en sueños. Blue ladeó la cabeza.
– ¿Fue realmente tan malo?
– Sí, lo fue. No me llamaba groupie a mí misma porque no me acostaba con todos. Pero sí lo hice con muchos, y hay un límite de rockeros con los que una puede acostarse antes de cruzar la línea.
A Blue le habría encantado preguntarle exactamente quiénes eran los rockeros con los que había estado. Por fortuna, aún le quedaba algo de cordura y no lo hizo. Sin embargo, le molestaba que no se juzgara a los rockeros con el mismo rasero.
– ¿Por qué nadie apunta con el dedo a los rockeros que se lían con groupies? ¿Por qué siempre la toman con las mujeres?
– Porque las cosas son así. Algunas mujeres aceptan su pasado como groupies. Pamela Des Barres ha escrito algunos libros sobre eso. Pero yo no pude. Les dejé usar mi cuerpo como si fuera un cubo de basura. Les dejé. Nadie me forzó. No me respetaba a mí misma, y eso es de lo que me avergüenzo ahora. -Levantó la cara al sol-. Me gustaba ese estilo de vida. La música, los hombres, las drogas. Dejé que me atrapara. Me encantaba bailar toda la noche y luego escaquearme de mi trabajo como modelo para montarme en un avión privado y volar al otro extremo del país, sin importar que también le había prometido a mi hijo ir a verlo al colegio. -Miró a Blue-. Deberías haber visto la cara de Dean cuando cumplía alguna de mis promesas. Me arrastraba de un amigo a otro, presumiendo delante de todos, hablando tan rápido que se ponía rojo. Era como si tuviera que demostrar a sus amigos que yo existía de verdad. Eso acabó cuando tenía trece años. Un niño perdona a su madre cualquier cosa, pero cuando crece, ya has perdido toda posibilidad de redención.
Blue pensó en su madre.
– Has reorganizado tu vida. Tienes que sentirte orgullosa de eso.
– Fue un largo viaje.
– Estaría bien que Dean te perdonara.
– No lo hará, Blue. No puedes imaginar por todo lo que le hice pasar.
Blue sí se lo podía imaginar. Quizá no de la manera que April pensaba, pero sabía lo que se sentía cuando uno no podía contar con su madre.
– Puede que en algún momento comprenda que no eres la misma persona. Al menos debería darte una oportunidad.
– No te metas en esto. Sé que tienes buenas intenciones, pero Dean tiene muy buenas razones para pensar como lo hace. Si no hubiera aprendido a protegerse, no se habría convertido en el hombre que es ahora. -Se miró el reloj, y se levantó de la silla-. Tengo que hablar con los pintores.
Blue miró a Riley, que se había hecho un ovillo en la manta.
– Dejémosla dormir. Me quedaré con ella.
– ¿No te importa?
– Si tienes un poco de papel, dibujaré un poco.
– Claro, ahora te lo traigo.
– Y quizá use tu baño mientras estoy por aquí. Si no te importa…
– Coge lo que necesites. Desodorante, pasta de dientes… -hizo una pausa-, maquillaje.
Blue sonrió.
April le devolvió la sonrisa.
– También te dejaré algunas ropas para que puedas cambiarte.
Blue no creía que algo que hubiera sido diseñado para el cuerpo esbelto de April le sentara bien a ella, pero se lo agradeció de todos modos.
– Las llaves del coche están en la encimera -dijo April-. Hay un billete de veinte en el cajón de la mesilla de mi dormitorio. Cuando Riley despierte, ¿por qué no la llevas a comer al pueblo?
– No quiero tu dinero.
– Se lo cobraré a Dean. Por favor, Blue. Quiero mantenerla alejada de él hasta que llegue la gente de Jack.
Blue no estaba segura de que mantener alejada a esa niña de once años fuera lo mejor para Riley o Dean, pero ya la habían amonestado bastante por andar entrometiéndose, así que asintió a regañadientes.
– Vale.
April le había dejado una delicada camisola rosa y una pequeña y frívola falda de volantes. Había modificado ambas prendas con algún tipo de cinta para hacerlas más pequeñas. Blue sabía que estaría adorable con esa ropa. Muy adorable. Vestir esas prendas sería como llevar el cártel de ÉCHAME UN POLVO. Ése era el problema al que se enfrentaba Blue cada vez que se arreglaba; el principal motivo de que hubiera dejado de hacerlo.
En vez de ponerse las ropas que había sobre la cama, Blue cogió una camiseta azul marino. No mejoraba su pantalón de yoga color púrpura, pero no podía soportar aparecer en público con la camiseta naranja de MI CUERPO POR UNA CERVEZA. Aunque la vanidad pudo con ella y cogió el maquillaje de April, se aplicó un poco de colorete rosa en las mejillas, carmín en los labios, y rímel para resaltar el largo de sus pestañas. Por una vez, quería que Dean se diera cuenta de que era capaz de estar decente. Aunque en realidad tampoco le importaba lo que pensara Dean de ella.
– Te queda muy bien el maquillaje -dijo Riley desde el asiento del acompañante del Saab de April cuando ambas se dirigieron al pueblo-. No se te ve tan desarreglada.
– Has pasado demasiado tiempo con esa horrible Trinity.
– Eres la única persona que piensa que es horrible. Todos los demás la adoran.
– No, no lo hacen. Bueno, su madre probablemente sí. El resto sólo lo fingen.
Riley le dirigió una sonrisa culpable.
– Me encanta cuando dices cosas malas de Trinity.
Blue se rió.
Como en Garrison no había ningún Pizza Hut, fueron a Josie's, el restaurante que había enfrente de la farmacia. Josie's era un lugar que carecía de encanto, la comida era asquerosa, y para colmo no necesitaba personal, pero a Riley le gustó.
– Nunca había comido en un sitio así. Es distinto.
– Definitivamente tiene carácter. -Blue pidió un sándwich de bacon, lechuga y tomate, que resultó tener más lechuga que bacon o tomate.
Riley partió un trozo de tomate de su hamburguesa.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que es único.
Riley consideró la idea.
– Como tú.
– Gracias. Tú también eres única.
Riley se llevó una patata frita a la boca.
– Eres muy amable.
Riley se había dejado puesta la camiseta SEXY, pero se había cambiado los sucios pantalones de pana color lavanda por unos vaqueros cortos muy apretados, tanto que le comprimían el estómago. Se habían sentado en un reservado con asientos de vinilo desde donde podían ver una mala colección de paisajes del antiguo oeste pintados sobre las desvaídas paredes en tono azul pastel y unas polvorientas figuras de bailarinas sobre un estante. Un par de ventiladores de techo esparcían el olor a fritura.