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Una hora después, estaba en la cárcel.

10

April y Dean llegaron a la vez para rescatarla. April traía el carnet de conducir de Blue y aclaró que el Saab era suyo. Dean pagó la fianza de Blue y cuando salió de la cárcel, comenzó a increparla:

– Te dejo sola un par de horas, y ¿qué haces? ¡Acabar en la cárcel! Me siento como si estuviera viviendo un episodio de Ilove Lucy.

– ¡Me tendieron una trampa! -Blue dio con el hombro contra la puerta del Vanquish cuando Dean tomó un curva demasiado rápido. Estaba tan enfadada que quería golpear algo, empezando con él por no estar tan indignado como ella-. ¿Cuándo has oído que hayan metido a alguien en la cárcel por conducir sin llevar el carnet? En especial cuando se tiene un carnet en regla.

– Que no llevabas encima.

– Pero que podría haber presentado si me hubieran dado la oportunidad.

La policía no había cuestionado la declaración de Blue de que Riley era un familiar que visitaba la granja, y mientras Blue se cocía a fuego lento en la celda, Riley se había tomado una Coca-Cola al tiempo que miraba a Jerry Springer en la tele de la sala de espera. Aun así, había sido una experiencia terrible para alguien de once años, y April la había llevado de regreso a la granja tan pronto como la policía le devolvió las llaves del Saab.

– Todo este asunto ha sido una farsa. -Desde el asiento del acompañante Blue fulminó con la mirada a Dean, cuyos ojos azules tenía el color exacto de una tormenta en el océano.

Tomaron otra curva.

– No llevabas carnet, y conducías un coche con matrícula de otro estado que no estaba registrado a tu nombre. ¿Cómo puede ser eso una trampa?

– Por Dios, todas esas revistas de moda te han debido de reblandecer el cerebro. Piensa un poco. Diez minutos después de haber plantado a Nita Garrison, la policía me detiene con la pobre excusa de que iban a comprobar los cinturones de seguridad. ¿Cómo te lo explicas?

Él respondió a su cólera con condescendencia.

– ¿Estás insinuando que esa viejecita con la que te has peleado obligó a la policía a arrestarte?

– Ni siquiera la conoces -apuntó ella-. Nita Garrison es una persona muy mezquina, y tiene a todo el pueblo metido en el bolsillo.

– Eres un desastre. Desde que te recogí en aquella…

– Deja de hacerte el santurrón. Eres jugador profesional de fútbol americano. Seguro que has pisado la cárcel alguna vez.

Él se revolvió.

– Jamás he estado en prisión.

– Lo dudo. La NFL no deja que ningún jugador ponga los pies en el campo a no ser que lo hayan arrestado por lo menos dos veces por asalto y agresión… o le haya dado una buena paliza a su novia o esposa.

– No tiene gracia.

Y probablemente no la tenía, pero ella se sentía mucho mejor.

– Empieza desde el principio -dijo él-, y cuéntame exactamente lo que pasó con esa ancianita.

Blue le describió el encuentro con todo lujo de detalles. Cuando terminó, él guardó silencio unos momentos antes de hablar.

– No niego que Nita Garrison se ha pasado de la raya, pero ¿no crees que podías haber sido algo más comedida?

Blue se enfureció una vez más.

– No. A Riley no la defiende nadie. Nadie. Era el momento de cambiar esa situación.

Esperaba que él le dijera que tenía razón, pero lo único que hizo fue cambiar de tema y contarle la historia del pueblo.

– Hablé con los pintores sobre Garrison y me contaron su historia. -Unas horas antes, ella habría estado ansiosa por oírla, pero no cuando él aún no le había dado la razón.

Dean adelantó como un rayo a un Dodge Neon que había tenido la osadía de colocarse delante de él.

– Un político oportunista llamado Hiram Garrison compró aquí unos dos mil acres después de la Guerra de Secesión para construir un molino. Su hijo lo amplió (era ese molino abandonado que vimos desde la carretera) y fundó el pueblo sin deshacerse de un solo acre. Si la gente quería construir casas o poner negocios, tenían que arrendarle a él la tierra, incluso para la iglesia. Al final, todo fue a parar a su hijo Marshall. El marido de la señora Garrison.

– Pobre hombre.

– La conoció hace más de treinta años en un viaje a Nueva York. Él tenía ya cincuenta años en ese momento, y ella, toda una belleza, lo encandiló.

– Déjame decirte que esos días han pasado ya. -La lección de historia la había puesto en guardia. Tenía la impresión de que él sólo estaba intentado ganar tiempo, pero ¿para qué?

– Marshall compartía al parecer el rechazo de sus antepasados a vender ni un solo acre. Y como no tuvieron hijos, ella lo heredó todo cuando él murió…, la tierra donde se asienta el pueblo y casi todos los negocios.

– Es demasiado poder para una mujer tan horrible. -Se soltó la coleta y se la volvió a hacer-. ¿Se sabe cuánto pide?

– Veinte millones.

– Eso me sobrepasa. -Lo miró de reojo-. ¿Y a ti?

– No si vendo mi colección de cromos de béisbol.

Blue no había esperado que él revelara su fortuna, pero tampoco tenía que ser tan sarcástico al respecto.

Vislumbró una granja lechera cuando la carretera dejó atrás las curvas.

– El este de Tennessee es una zona en crecimiento. Muy popular entre los jubilados. Un grupo inversor de Memphis le hizo una oferta por quince millones, pero no la aceptó. La gente sospecha que en realidad no quiere vender. -El coche derrapó cuando tomaron el desvío hacia la granja Callaway-. Al no haber permitido que las grandes multinacionales se establezcan aquí, Garrison parece un lugar anacrónico anclado en el tiempo, un lugar arcaico y pintoresco, pero algo abandonado. Los dirigentes locales quieren sacar provecho de la parte atractiva del pueblo y convertirlo en un destino turístico, pero Nita se niega a cooperar.

Cuando él se pasó la granja a toda velocidad, ella se incorporó en el asiento.

– ¡Oye! ¿A dónde vas?

– A algún lugar privado. -La carretera se convirtió en un camino de tierra. Apretando la mandíbula, añadió-: Donde podamos hablar.

El corazón de Blue se disparó.

– Ya hemos hablado. Ya no quiero hablar más.

– Demasiado tarde. -La carretera de tierra llena de baches terminaba bruscamente ante una valla oxidada que bordeaba un prado demasiado crecido. Apagó el motor y la atrapó con esos tormentosos ojos color océano-. Y ahora pasemos al tema principal del día. La inminente muerte de April y…

Ella tragó saliva.

– Una auténtica tragedia.

Él esperó. Su encanto había desaparecido, junto con el hombre sensato que vivía de ser más rápido, más listo y más fuerte que todos los demás. Debería haberlo visto venir y estar mejor preparada.

– Lo siento -dijo ella.

– Venga, los dos sabemos que lo puedes hacer mucho mejor.

Ella intentó abrir la puerta para tomar algo de aire y descubrió que estaba cerrada con llave. La familiar sensación de impotencia le produjo un subidón de adrenalina, pero justo cuando se disponía a luchar, saltó la cerradura y se abrió la puerta. Salió, y él la siguió. Ella se alejó en dirección a la valla oxidada.

– Sé que no debería haberme entrometido -dijo ella eligiendo las palabras con cuidado-. No era asunto mío. Pero parecía demasiado triste y yo soy un caso perdido en lo que se refiere a las relaciones maternas.

Dean se acercó a sus espaldas, la cogió por los hombros y la hizo girar hacia él. El gesto adusto de sus rasgos mostraba que no iba a tolerar más tonterías.