La imagen que pasó por la mente de Blue fue tan ardiente que para cuando pudo recuperar el habla, él y su bicicleta ya estaban a medio camino del granero.
– Oye, Dean.
Él la miró por encima del hombro. Ella se hizo sombra en los ojos.
– Si quieres intentarlo otra vez, avísame con tiempo, creo que podré revisar mi agenda y reservarte tres minutos.
Él no se rió. Pero tampoco contaba con ello. Si bien tampoco había esperado que se quedara mirándola de esa manera, como si el himno nacional hubiera terminado y se preparara para empezar un nuevo partido.
Un poco más tarde, mientras limpiaba la cocina, Blue oyó que Dean se marchaba. April apareció en la puerta con un vestido viejo y llevando un montón de lonas en los brazos.
– Por lo que se ve, Dean no logró contactar el viernes con el contratista -dijo-, porque esta mañana tampoco ha aparecido nadie, y no voy a quedarme de brazos cruzados esperando que pinten la cocina. Tengo la pintura, ¿me ayudas?
– Claro.
Apenas se habían puesto a ello cuando April desapareció para atender otra de sus misteriosas llamadas telefónicas. Cuando regresó, puso a Gwen Stefani, y, antes de que Gwen cantara «Holloback Girl», se hizo evidente que la habilidad de April como bailarina excedía con mucho a su experiencia con la brocha, por lo que Blue se encargó de dirigir el trabajo.
Al finalizar el trabajo preliminar, oyeron un coche, y unos minutos después, entró Jack Patriot con unos vaqueros gastados y una camiseta negra y ceñida con el slogan de su última gira: ABRASADOR. Blue, que no esperaba que regresara, dio un traspié. Él la agarró cuando estaba a punto de caer sobre la lata de pintura. April, que se movía de una manera no apta para menores mientras sonaba «Baby got back», dejó de bailar de inmediato. Jack dejó a Blue sobre los pies.
– ¿No se te ocurre nada para superar esto? -dijo él.
– Sí… no… oh, Dios mío… -Se sonrojó hasta la raíz del cabello-. Lo siento. Seguro que hay un montón de gente que te dice que es tu fan número uno, pero es que yo lo soy de verdad. -Se apretó la mejilla caliente con una mano-. Yo… bueno… yo tuve una infancia un tanto itinerante, pero tus canciones siempre estaban ahí, allá donde fuera o con quien viviera. -Ahora que había comenzado, no podía parar, incluso aunque él se había apartado para dirigirse a la cafetera-. Tengo todos los discos. Todos. Incluso Outta My Way, sé que los críticos lo dejaron por los suelos, pero están equivocados porque es maravilloso, y… «Screams» es una de mis canciones favoritas, es como si llegara directamente a mi alma, y, mierda, sé que estoy farfullando como si fuera una tonta, pero en la vida real Jack Patriot no aparece de repente en la vida de una. Quiero decir, ¿alguien está preparado para algo así?
Jack revolvió la cucharadita de azúcar.
– Si quieres puedo firmarte un autógrafo en el brazo.
– ¿De veras?
Él se rió.
– No, mejor no. No creo que Dean se lo tomara demasiado bien.
– Ah. -Ella se humedeció los labios-. Supongo que no.
Jack volvió la cabeza hacia April.
– Échanos una mano.
April se apartó el pelo de la cara.
– Acuéstate con él, Blue. No hay nada mejor para volver a la realidad. Es una enorme decepción.
Una amplia y lenta sonrisa curvó la boca de Jack.
– Me quedo con lo de enorme y…
April bajó la vista a su entrepierna.
– Hay cosas que un hombre no pueda comprar, no importa lo rico que sea.
Él apoyó el hombro contra el marco de la puerta y dejó que sus ojos vagaran por el cuerpo de April.
– Siempre me han inspirado las mujeres de lengua viperina. Tráeme una hoja de papel, April. Siento que me llega la inspiración para una nueva canción.
La tensión sexual entre ellos crepitaba en el aire. Puede que superaran la cincuentena, pero era pura lujuria adolescente lo que se horneaba en esa cocina. Blue medio esperaba que las paredes comenzaran a chorrear, y decidió escabullirse de la habitación, pero tropezó con una lona caída.
El movimiento rompió el hechizo, y April se dio la vuelta. Jack examinó el techo donde Blue había comenzado a pintar.
– Espera que descargue mis cosas, y te echaré una mano.
– ¿Sabes pintar? -preguntó Blue.
– Mi padre era carpintero. Le ayudé bastantes veces cuando era niño.
– Iré a ver a Riley. -April pasó junto a Jack y se dirigió a la puerta lateral.
Blue tragó con fuerza. Estaba a punto de pintar una cocina con Jack Patriot. Su vida era cada vez más rara.
14
Cuando Dean regresó esa tarde, se encontró a Jack y April pintando en silencio paredes opuestas de su cocina mientras sonaba Coldplay a todo volumen. April estaba salpicada de brillante pintura amarilla de pies a cabeza, pero Jack sólo tenía manchadas las manos. Hasta el viernes, Dean no había visto a sus padres juntos. Ahora estaban pintando su jodida cocina.
Siguió buscando a Blue. Por el camino, sacó la BlackBerry para comprobar los mensajes. April le había mandado uno hacía diez minutos: «Sólo nos queda un bidón de pintura amarilla. Vete a comprar más.»
Encontró a Blue en el comedor, pintando el techo. Parecía una pastorcita Bo Beep de bolsillo con un rodillo de pintura en la mano. Tenía manchada de pintura la camiseta verde que le caía hasta las caderas y tapaba ese cuerpecito que tan decidida estaba a ocultarle. Aunque no lo haría por mucho tiempo. Señaló la cocina con el pulgar.
– ¿Qué pasa ahí dentro?
– Sólo lo que ves. -La lona de plástico que había puesto en el suelo crujió cuando ella se acercó a él-. Por suerte, Jack sabe manejar la brocha, pero he tenido que vigilar a April como un halcón.
– ¿Por qué no los has detenido?
– Hasta que no lleve el anillo de boda en el dedo no tengo autoridad en esta casa. -Ella colocó el rodillo en el suelo y estudió la pared-. April quiere que pinte un mural.
No parecía demasiado feliz, pero él prefería que Blue le pintara un mural antes que tener a sus padres pintando la cocina. Además eso la retendría allí algún tiempo más.
– Le diré a mis relaciones públicas que te manden mis mejores fotos en acción -dijo él-. Puedes escoger la que más te guste.
Ella sonrió como él esperaba, pero después el ceño de su frente se hizo más profundo.
– Ya no pinto paisajes.
– Es una pena. -Abrió la cartera y sacó doscientos dólares en efectivo-. Aquí están los cien dólares que te cogí prestados y los otros cien de esa endiablada apuesta. Siempre pago mis deudas.
Tal como él esperaba, ella no le arrebató el dinero de inmediato, sólo se quedó mirándolo.
– Un trato es un trato -dijo él, con toda inocencia-. Y tú ganaste. -Como siguió sin coger el dinero, le metió los billetes en el bolsillo de la camiseta, demorándose allí más tiempo del necesario. Puede que no tuviera mucho pecho, pero era suficiente para él. Lo único que necesitaba era acceso ilimitado.
– Un pacto con el diablo -dijo ella con gesto sombrío. Dean ocultó la sensación de triunfo mientras ella cogía el dinero, lo miraba durante un segundo y luego se lo devolvía, metiéndoselo en el bolsillo, pero al contrario que él, sin demorarse en absoluto. Una lástima.
– Dáselo a una de esas asociaciones de mujeres maltratadas.
Pobre Castora. Él mismo le podría haber dicho cuando hicieron la apuesta que esos escrúpulos suyos le impedirían quedarse con el dinero, pero él no había llegado a ser todo un profesional comportándose como un tonto.
– Bueno, si es lo que quieres.
Ella le dio la espalda para examinar las paredes con detenimiento.