Выбрать главу

Blue acababa de dormirse cuando la puerta de su tranquilo habitat se abrió de golpe. Palpó a su alrededor buscando la linterna hasta que finalmente la encontró y la levantó iluminando delante de ella. Él estaba sin camisa, y los ojos le brillaban tan intensamente como el hielo de medianoche.

– Ni una palabra -dijo él, cerrando la puerta con un golpe tan fuerte que tembló toda la caravana-. Ni una palabra.

Bajo otras circunstancias, ella habría tomado cartas en el asunto, pero él parecía tan torturado -tan magnífico en su dolor- que se quedó muda. Se acomodó sobre las almohadas, ese seguro refugio que ya no era tan seguro. Algo lo había contrariado profundamente, y por una vez, no había sido ella. Dean avanzó y se dio con la cabeza contra el techo curvo de la caravana. Una abrasadora blasfemia surcó el aire tras la sacudida que sufrió el vehículo.

Ella se humedeció los labios.

– Hum, no creo que sea aconsejable tomar el nombre de Dios en vano cuando hace tan buen tiempo.

– ¿Estás desnuda? -exigió él.

– En este preciso momento, no.

– Entonces, quítate lo que sea. No me importa qué mierda de ropa lleves puesta, sólo quítatela. -Los rayos de luna que entraban por la ventana dividían su rostro en planos de luces y sombras-. Este juego ya ha durado suficiente. Desnúdate.

– ¿Así de golpe?

– Como lo oyes -dijo él con rotundidad-. Desnúdate, o te desnudo yo.

Si cualquier otro hombre le hubiera hablado de esa manera, hubiera comenzado a gritar, pero él no era cualquier hombre. Algo había roto su brillante fachada, y lo había herido. Y aunque era ella la que estaba sin hogar, sin trabajo y sin dinero, era él quien más consuelo necesitaba. Él no lo había admitido, claro. Ninguno de los dos había llegado a ese punto todavía.

– Sé que estás tomando la píldora. -La semana anterior habían mantenido una conversación sobre análisis de sangre y salud sexual, y él ya lo sabía.

– Sí, pero… -De nuevo, se abstuvo de aclarar que la tomaba más por la piel que por su vida sexual. Dean se acercó a la alacena. Abrió un cajón de la parte inferior, y sacó un paquete de condones que ella no había metido allí. A Blue no le gustó su premeditación, pero al mismo tiempo, apreció su sentido común.

– Dame eso -le arrancó la linterna de la mano, y dejó la caja de condones al lado de la almohada. El rayo de luz iluminó su camiseta MI CUERPO POR UNA CERVEZA-. Si crees que ver esa camiseta me va hacer cambiar de idea, estás muy equivocada. Aún sigo esperando.

– Quéjate a la poli de la moda.

– ¿Y si me tomo la justicia por mi mano?

Ella se preparó psicológicamente… ¿Para qué?… ¿Para que le desgarrara la camiseta?, pero él la decepcionó deslizando la luz de la linterna por sus piernas desnudas.

– Muy bonitas. Deberías lucirlas más a menudo.

– No son largas.

– Pero son preciosas. Y hacen bien su trabajo. -Le levantó el dobladillo de la camiseta. Sólo unos centímetros. Lo justo para dejar a la vista la otra prenda que llevaba puesta, unas sencillas bragas de color carne-. Te compraré un tanga -dijo-. Rojo.

– Que no verás nunca.

– ¿Lo crees de veras? -Movió el haz de la linterna sobre las bragas de una cadera a la otra, luego se centró en la base de operaciones.

– Si hago esto…

– Oh, lo harás, puedes estar segura.

– Si lo hago -dijo ella-. No se repetirá. Y estaré encima.

– Arriba, debajo, de espaldas. Te pondré en más posturas de las que puedas imaginar.

Una descarga erótica atravesó su cuerpo y encogió los dedos de los pies.

– Pero antes… -Con la linterna le frotó la unión de los muslos durante unos tentadores segundos, y luego la utilizó para levantar el borde de la camiseta. Al fin, el plástico frío se detuvo debajo de sus pechos, enviando un escalofrío por todo su cuerpo. Le ahuecó un pecho por encima de la suave tela-. No puedo esperar más a saborearlos.

Ella casi gimió. Obviamente su libido no estaba al corriente de su política sexual.

– ¿Por dónde voy a empezar? -La luz de la linterna bailó sobre ella. Blue la observó como si estuviera hipnotizada, esperando ver dónde aterrizaba el haz. Jugueteó entre sus pechos cubiertos, sobre el vientre desnudo y la tela de las bragas. Luego subió a los ojos de Blue. Ella entrecerró los ojos, el colchón se hundió a su lado y sus caderas se rozaron a través de la tela de los vaqueros cuando él dejó caer la linterna encima de la almohada.

– Empecemos por aquí. -Sintió las palabras en la mejilla cuando Dean se inclinó para amoldar su boca a la de ella, y Blue se sintió perdida ante el beso más apasionado que jamás había experimentado, suave un momento, brusco al siguiente. Dean bromeó y la atormentó, le exigió y la sedujo. Ella se estiró para rodearle el cuello con los brazos, pero él se alejó de su alcance-. No hagas eso otra vez -le dijo él con un ronco jadeo-. Conozco todos tus trucos.

«¿Ella tenía trucos?»

– Sé que quieres distraerme, pero no te va a funcionar. -Le quitó la camiseta por la cabeza y la dejó caer a un lado, dejándola sólo con las bragas. Cogió la linterna y le iluminó los pechos. Tener poco pecho no era algo tan malo, decidió ella. Sus pequeños pechos estaban firmes y preparados para lo que vendría a continuación.

Que era su boca.

El pecho desnudo de Dean le rozó las costillas mientras la lamía, y ella enterró los dedos en el colchón. Él se tomó su tiempo, usó los labios y la lengua. El suave roce de sus dientes la estimuló hasta que ya no pudo soportarlo más. Le apartó la cabeza con fuerza.

– No tan rápido -susurró Dean, acariciando con su cálido aliento la piel húmeda de Blue. Enganchó los pulgares en las bragas y tiró hacia abajo, luego las dejó a un lado y se puso de pie. La linterna abandonada reposaba sobre las sábanas, así que ella no podía ver lo que se ocultaba bajo los vaqueros. Intentó coger la linterna, luego se detuvo. Él era siempre el objeto del deseo, era perseguido y adorado. Dejaría que la conquistara.

Blue se cubrió con la sábana y deslizó la mano hacia la linterna para apagarla, dejando la caravana a oscuras. La novedad de ese juego erótico la dejaba tan débil como sus caricias, pero necesitaba asegurarse que en medio de esa oscuridad él sabía que estaba con Blue Bailey, no con alguna mujer sin rostro.

– Buena suerte -logró decir-. Es difícil conseguir que me quede satisfecha con menos de dos hombres.

– Eso será en tus sueños más pervertidos. -Los vaqueros cayeron al suelo con un suave frufrú-. ¿Dónde está la linterna? -La rozó con la mano mientras la buscaba. La encendió, y bajó la sábana, luego dejó que la luz se deslizara por el cuerpo desnudo de Blue, por los pechos, por el vientre y más abajo. Se detuvo-. Ábrete, cariño -le dijo suavemente-. Déjame verte.

Era demasiado, y Blue casi se derritió allí mismo. Él le abrió las piernas sin que ella ofreciera resistencia, y el plástico frío de la linterna le enfrió la piel suave del interior de los muslos.

– Perfecta -susurró él, observando cómo se humedecía.

Después de eso, sólo hubo sensaciones. Unos dedos abriéndola e indagando. Unos labios buscando. Unas manos explorando todo lo que ella había querido tocar y acariciar desde hacía tanto tiempo.

El pequeño cuerpo de Blue lo recibió ofreciendo la resistencia perfecta. Suave perfume y áspero terciopelo. Se movieron juntos La linterna cayó al suelo. Él la embistió con dureza, se retiró y embistió otra vez. Ella se arqueó, exigente, se batió en duelo con él y, finalmente, se rindió.

Hacer el amor en una caravana sin agua no era tan romántico como parecía.

– ¿Cómo hacían los pioneros? -se quejó Blue-. Necesito un baño.