– ¿Cómo vas a pintar algo decente cuando te pasas el día soñando con ese jugador de fútbol americano?
– No sueño con él. -Blue no le había visto el pelo desde el martes, y cuando había ido a la granja para recoger sus cosas, él no estaba.
Nita cogió su bastón.
– Acéptalo, señorita fanfarrona. Tu compromiso se ha terminado. Un hombre así busca algo más en una mujer de lo que tú le puedes dar.
– Algo que usted no deja de recordarme.
Nita la miró con aire satisfecho.
– Sólo tienes que mirarte al espejo.
– ¿Ha pensado alguna vez lo cerca que está de la muerte?
Nita curvó los labios y mostró los dientes.
– Te ha roto el corazón, pero no quieres admitirlo.
– No me ha roto el corazón. Para su información soy yo quien utilizo a los hombres, no ellos a mí.
– Ah, es cierto, se me olvidaba. Eres una auténtica Mata-Hari.
Blue cogió dos de los álbums.
– Me voy a mi habitación para ver si me pongo manos a la obra. No me interrumpa.
– No irás a ningún sitio hasta que me hagas el almuerzo. Quiero un sándwich de queso. Y de Velveeta, no esa porquería que compraste.
– Esa porquería es queso Cheddar.
– No me gusta.
Blue suspiró y se dirigió a la cocina. Mientras abría la nevera, oyó un golpe en la puerta de atrás. El corazón le brincó en el pecho. Se apresuró a abrir y vio que eran April y Riley. A pesar de cuánto se alegraba verlas, no pudo evitar sentir una pizca de desilusión.
– Entrad. Os he echado de menos.
– También nosotras te hemos echado de menos. -April le palmeó la mejilla-. En especial tu comida. Habríamos venido ayer a visitarte, pero me retrasé con cosas de la granja.
Blue abrazó a Riley.
– Estás muy guapa. -Desde que Blue no la veía, hacía cinco días, el cabello largo y sin forma de Riley había sido sustituido por un corte de pelo que le enmarcaba el óvalo de la cara. En lugar de esas ropas tan apretadas y de mal gusto, vestía unos pantalones cortos color beis que le quedaban como un guante, y una camiseta verde que resaltaba el color de sus ojos y su piel aceitunada que ya no estaba pálida.
– ¿Quién anda por ahí? -La anciana se materializó en la puerta de la cocina y le dirigió a April una mirada despectiva-. ¿Y tú quién eres?
Blue frunció el ceño.
– ¿Soy yo la única que oye un caldero hirviendo?
April contuvo una sonrisa.
– Soy el ama de llaves de Dean Robillard.
– Blue aún sueña con tu jefe -dijo Nita con mofa-. No ha venido a verla ni una sola vez, pero Blue no admite que se ha acabado del todo.
– Yo no sueño con él. Yo…
– La pobre vive en un cuento de hadas, creyendo que el Príncipe Azul vendrá a rescatarla de su patética vida. -Nita jugueteó con uno de sus collares y señaló a la niña-. ¿Cuál era tu nombre? Era algo raro.
– Riley.
– Parece el nombre de un niño.
Antes de que Blue pusiera a Nita en su lugar, Riley dijo:
– Quizá. Pero es mejor que Trinity.
– Si tú lo dices. Si hubiera tenido una niña la hubiera llamado Jennifer. -Señaló la puerta con el bastón-. Ven a la sala conmigo. Necesito unos jóvenes ojos que me lean el horóscopo. Cierta persona que yo me sé no se digna a hacerlo. -Fulminó a Blue con la mirada.
– Riley vino a verme a mí -dijo Blue-, y va a quedarse aquí.
– La estás mimando de nuevo. -Miró a Riley con desaprobación-. Ella te trata como a un bebé.
Riley se miró las sandalias.
– No es cierto.
– ¿Bien? -dijo Nita con impaciencia-. ¿Vienes o no?
Riley se mordisqueó el labio.
– Supongo que sí.
– Ni se te ocurra. -Blue pasó el brazo por los hombros de Riley-. Te quedas aquí conmigo.
Para su sorpresa, Riley se retiró poco a poco tras un momento de vacilación.
– Ella no me da miedo.
Nita ensanchó las fosas nasales.
– ¿Por qué debería darte miedo? A mí me gustan los niños.
– De cena -replicó Blue.
Nita le mostró los dientes, luego le dijo a Riley:
– Venga, muévete.
– Quédate donde estás -le dijo Blue a Riley que ya comenzaba a seguir a Nita a la sala-. Eres mi invitada, no la de ella.
– Lo sé, pero supongo que tengo que ir con ella -dijo Riley con tono de resignación.
Blue intercambió una mirada con April, que asintió imperceptiblemente con la cabeza. Blue se plantó una mano en la cadera y señaló a Nita con el dedo.
– Se lo juro, si le dice algo desagradable, le prenderé fuego a su cama después de que se quede dormida. Lo digo en serio. Riley, luego me cuentas todo lo que te ha dicho.
Riley se frotó el brazo con nerviosismo.
– Eh…, vale.
Nita frunció la boca y se dirigió a April.
– ¿La has oído? Eres testigo. Si me pasa algo, llama a la policía. -Miró a Riley-. Espero que no escupas al leer. Es algo que no soporto.
– No, señora.
– Habla más fuerte. Y yergue esos hombros. Tienes que aprender a caminar derecha.
Blue esperaba que Riley mostrara una mirada de derrota, pero la niña aspiró profundamente, enderezó los hombros y la siguió a la sala.
– No des importancia a nada de lo que te diga -gritó Blue-. Es una mujer muy mezquina.
Cuando desaparecieron, Blue clavó la mirada en April.
– ¿Por qué va con ella?
– Está probándose a sí misma. Anoche sacó a Puffy después de anochecer cuando no era necesario, y esta mañana, cuando vio una serpiente en el estanque, se obligó a acercarse para mirarla, aunque estaba blanca como el papel. -Le señaló a Blue una silla-. Es demasiado frustrante. Tuvo valor para escapar de Nashville, algo que me pone los pelos de punta, y se enfrentó a su padre, pero parece que le da miedo todo lo demás.
– Es una gran chica. -Blue se asomó a la sala para asegurarse de que Riley aún seguía con vida, luego sacó la caja de galletas de la alacena y la puso en la mesa de la cocina.
– ¿Cómo puedes vivir con esa mujer? -April cogió una de las galletas que le ofrecía Blue.
– Me adapto a cualquier cosa. -Blue cogió otra galleta y se sentó en una de las sillas doradas de la cocina, enfrente de April-. Riley es una niña asombrosa.
– Sospecho que Dean es la razón de todas esas pruebas de valor que se hace Riley. Le oí sin querer decirle a la niña que tenía que ser fuerte de mente.
El tigre dorado había hecho irrupción en la cocina.
– ¿Al final la ha aceptado como su hermana?
April asintió y le contó a Blue lo que había pasado el martes por la noche, la misma noche que Dean había asaltado su caravana y habían acabado haciendo el amor. Blue había sabido en su momento que él estaba dolido, y ahora entendía la causa. Mordisqueó la galleta y cambió de tema.
– ¿Cómo van las cosas en la granja?
April se estiró como un gato.
– Los pintores ya han acabado, y han comenzado a llegar los muebles. Pero los carpinteros que iban a hacer el porche cubierto aceptaron otro encargo durante el boicot y no pueden volver hasta dentro de dos semanas. Aunque parezca mentira, Jack se ha puesto con él. Comenzó el miércoles.
– ¿Jack?
– Cada vez que necesita que le echen una mano, le ladra a Dean para que le ayude. Hoy trabajaron juntos toda la tarde sin apenas dirigirse la palabra. -Cogió otra galleta y lanzó un suspiro de satisfacción.
– Dios mío, están buenísimas. No sé por qué os peleasteis Dean y tú, pero me encantaría que os reconciliarais para que volvieras y cocinaras. Riley y yo estamos cansadas de sandwiches y cereales.