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Ojala las cosas fueran tan sencillas.

– En cuanto acabe este retrato, me voy de Garrison.

April pareció decepcionada, lo que resultaba muy agradable.

– Entonces, ¿se supone que habéis roto oficialmente?

– Nunca hemos estado comprometidos. Dean me recogió hace dos semanas en la carretera de Denver. -Blue le contó todo sobre Monty y el traje de castora.

April no pareció demasiado sorprendida.

– Tienes una vida muy interesante.

En la sala, Riley terminó de leer el horóscopo que le auguraba a la señora Garrison un nuevo romance, lo que hizo que Riley sintiera tal vergüenza que deseó estar haciendo cualquier otra cosa. Como estar en la cocina con April y Blue. Pero Dean le había dicho que tenía que dejar de mostrar a la gente lo asustada que estaba. Le había dicho que observara cómo Blue se cuidaba de sí misma e hiciera lo mismo, pero sin tener que utilizar la fuerza a menos, claro está, que fuera absolutamente necesario.

La señora Garrison le arrebató el periódico como si pensara que Riley pudiera hurtarlo.

– Esa mujer de la cocina. Creí que se llamaba Susan. Es lo que decían en el pueblo.

Nadie salvo Blue sabía que April era la madre de Dean.

– Creo que April es su segundo nombre.

– ¿Qué relación tienes con ella? ¿Qué pintas tú en la granja?

Riley pasó el dedo por el brazo del sofá. Deseaba poder decirle a la señora Garrison que Dean Robillard era su hermano.

– April es amiga de mi familia. Es algo así como mi madrina

– Bah. -La señora Garrison clavó los ojos en ella-. Tienes mejor aspecto que la semana pasada.

Debía de ser por el pelo. April la había llevado a la peluquería, y también le había comprado ropa nueva. Aunque sólo hacía una semana, a Riley le parecía que se le notaba menos la barriga, seguramente porque no tenía tiempo de aburrirse y comer. Cada vez que quería ir a la casita de invitados tenía que caminar, y tenía que pasear a Puffy. Montar en bicicleta por las colinas era duro, y Dean quería que le lanzara el balón. Algunas veces deseaba poder sentarse con él y hablar, pero a él le gustaba estar en movimiento todo el rato. Había comenzado a pensar que era hiperactivo como Benny Phaler, pero tal vez fuera porque en el fondo era un chico y le gustaba jugar al fútbol.

– Me he cortado el pelo -dijo-. Además, no estoy comiendo tanto y he estado montando muchísimo en bici.

La señora Garrison hizo un mohín, y Riley observó que el lápiz de labios se le había corrido.

– Blue se puso hecha un basilisco en Josie's sólo porque dije que estabas gorda.

Ella se retorció las manos en el regazo y se recordó lo que Dean le había dicho sobre defenderse ella sola.

– Sé que lo estoy. Pero lo que me dijo me hizo daño.

– Entonces tienes que dejar de ser tan sensible cuando es obvio que alguien tiene un mal día. Además, ahora no pareces tan gorda. Es bueno que estés haciendo algo al respecto.

– No lo hago a propósito.

– Da lo mismo. Deberías estudiar baile para poder moverte con gracia. Yo daba clases de baile de salón.

– Fui a clases de ballet un tiempo, pero no se me daba bien, así que lo dejé.

– Deberías haber continuado. El ballet imprime carácter.

– La profesora le dijo a mi au-pair que yo la volvía loca.

– ¿Y dejaste que se saliera con la suya? ¿Dónde está tu orgullo?

– No creo que tenga demasiado.

– Pues ya es hora de que hagas algo al respecto. Coge ese libro de ahí, póntelo en la cabeza y camina.

Riley no quería, pero cruzó la estancia hacia la mesa dorada donde estaba el libro y se lo puso encima de la cabeza. Se le cayó de inmediato. Lo recogió y volvió a intentarlo con más éxito.

– Extiende las manos hacia los lados para mantener el equilibrio -le ordenó la señora Garrison-. Expande el pecho y cuadra los hombros.

Riley probó y decidió que se sentía más alta y más mayor.

– Así. Ahora pareces alguien que tiene una buena opinión sobre sí misma. Quiero que de ahora en adelante, camines de esa manera, ¿entendido?

– Sí, señora.

April asomó la cabeza por la puerta.

– Riley es hora de irnos.

A Riley se le cayó el libro de la cabeza y se inclinó para recogerlo. La señora Garrison entrecerró los ojos como si estuviera a punto de decir que Riley era torpe y gorda, pero no lo hizo.

– ¿Quieres trabajo, chica?

– ¿Trabajo?

– A ver si te quitas la cera de los oídos. Vuelve la semana que viene y podrás sacar a Tango a pasear. Blue no sirve para eso. Ella dice que sí, pero en realidad lo único que hace es sacarlo ahí cerca y dejarlo dormir.

– Porque es demasiado viejo para caminar -gritó Blue desde la cocina.

La señora Garrison frunció el ceño como si estuviera pensando que ella también era demasiado vieja para caminar. Por alguna razón, Riley tenía menos miedo de ella. Le había gustado lo que le había dicho la señora Garrison de que al fin parecía alguien más segura de sí misma. April, Dean y su padre siempre le decían cosas bonitas, pero estaban tratando de que adquiriera autoestima, y Riley no se creía todo lo que decían. La señora Garrison no se preocupaba de cosas como la autoestima, así que si le decía algo bueno, debía ser verdad. Riley decidió practicar más con el libro cuando regresara a la granja.

– ¡Blue, tráeme el bolso!

– ¿Tiene un arma allí dentro? -preguntó Blue.

Riley no podía creer la manera en que Blue hablaba a la señora Garrison. La señora Garrison debía necesitarla de verdad o ya habría despedido a Blue. Se preguntó si Blue ya lo sabría.

Cuando la señora Garrison tuvo el bolso, sacó un billete de cinco dólares y se lo tendió a Riley.

– No te compres ni caramelos ni nada que engorde.

El padre de Riley siempre le daba billetes de veinte y no necesitaba más dinero, pero no podía rechazarlo.

– Gracias, señora Garrison.

– Recuerda lo que te enseñé sobre la postura. -Cerró el bolso-. Blue irá a buscarte en coche a la granja para traerte la semana que viene.

– No sési todavía estaré por aquí -dijo Riley. Su padre no le había dicho qué día se irían, y le daba miedo preguntarle, más que nada, porque quería quedarse en esa granja durante el resto de su vida.

De camino a la granja, April palmeó la pierna de Riley. No dijo nada. Sólo le palmeó la pierna. También le daba un montón de abrazos y le acariciaba el pelo, y Riley había bailado con ella. A veces, April actuaba como una madre, pero ella no hablaba de calorías y novios. Además, la madre de Riley jamás habría dicho las palabrotas que April decía. A Riley le gustaba cómo olía April, a madera y flores, y a bloc de notas. Nunca lo reconocería abiertamente, pero algunas veces estar con April era todavía mejor que estar con Dean, porque Riley no tenía que correr de un lado para otro detrás del balón todo el rato.

Sonrió, aunque tenía un montón de preocupaciones. No podía esperar para decirle a Dean que había estado sola con la señora Garríson y que apenas se había asustado.

18

El dormitorio de Blue podía ser el más pequeño de la planta superior, pero también era el que estaba más lejos de la señora Garrison, y tenía un diminuto balcón que daba a la parte trasera. Blue estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la lujosa alfombra rosa, y apoyaba la espalda contra el acolchado cubrecama de flores mientras estudiaba el dibujo que acababa de terminar. Los ojos de Nita parecían los de un hurón. Tendría que arreglarlo… o tal vez, no.

El reloj dorado de la mesilla de noche marcaba la medianoche. Dejó a un lado el bloc con los bocetos, bostezó y cerró los ojos. En su mente veía la imagen de la caravana bajo los árboles. Imaginó una luz titilante en la ventana, llamándola a casa. Pero la caravana no era su hogar, y pronto se repondría de esa pérdida de la misma manera que había superado la pérdida de los demás hogares en los que había estado, dejando atrás a todas las personas que le habían importado.