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3. - Mientras tanto todas las personas tocan el arpa: ¡millones y millones! —aunque en la Tierra no más de veinte de cada mil sabían tocar un instrumento, o siquiera desearon hacerlo alguna vez.

Piensen en ese huracán de sonido ensordecedor: millones y millones de voces chillando al mismo tiempo y millones y millones de arpas rascando al mismo tiempo. Yo les pregunto: ¿es odioso, es detestable, es horroroso?

Piensen más aún: ¡es una función de alabanza; una función de loa, de lisonja, de adulación! ¿Me preguntan Uds. quién es el que está dispuesto a tolerar esta extraña adulación, esta adulación insana; y que no sólo la tolera, sino que la disfruta, la exige, la or dena? ¡Aguarden sin respirar!

¡Es Dios! El Dios de esta raza, quiero decir. Se sienta en su trono, asistido por sus veinticuatro ancianos y otros dignatarios de la corte, y pasea la mirada sobre kilómetros y kilómetros de adoradores tempestuosos y sonríe, y ronronea, inclinando la cabeza con satisfecha aprobación en dirección al norte, al este, al sur: el espectáculo más raro y cándido imaginado hasta ahora en este universo, a mi modo de pensar.

Es fácil ver que el Inventor de los cielos no dio origen a la idea, sino que la copió de las ceremonias teatrales de algún pobre e insignificante estado soberano de algún rincón de las atrasadas poblaciones de oriente.

Toda la gente blanca cuerda detesta el ruido; y sin embargo aceptan con tranquilidad un Cielo de esta clase - sin pensar, sin reflexionar, sin estudiarlo - y en verdad quieren llegar allí. Viejos de cabeza cana y profundamente devotos emplean gran parte de su tiempo en soñar con el día feliz en que dejarán los cuidados de esta vida para penetrar en las alegrías de ese lugar. A pesar de eso se puede ver qué irreal es para ellos y qué poco convencidos están de que sea un hecho porque no hacen ningún preparativo práctico para el gran cambio: nunca se ve a ninguno de ellos con un arpa, ni se oye cantar a ninguno.

Como ven, ese espectáculo singular es una ceremonia de alabanza: alabanza por medio de cantos, alabanza por postración. Y toma el lugar de "la iglesia": Pues bien, en la Tierra esta gente no puede soportar demasiada iglesia: una hora y cuarto es el máximo y se establece el limite en una vez por semana. Es decir el domingo. Un día de cada siete; y aún así, no lo espera con ansias. En consecuencia, consideren lo que el Cielo les reserva: ¡una "iglesia" que dura para siempre y un Sabat que no tiene fin! Aquí se cansan pronto de su breve Sabat hebdomandario, pero desean con ansia el que es eterno; sueñan con él, hablan de él; piensanque piensan que van a disfrutar de él -¡con todo su simple corazón piensan que piensan que van a ser felices en él!

Es porque no piensan en absoluto; sólo piensan que piensan; ni dos de cada diez seres humanos tienen con qué pensar. Y en punto de imaginación - ¡oh, bueno, miren su Cielo t Lo aceptan, lo aprueban, lo admiran. Eso les da a ustedes su medida intelectual.

4. - El inventor de ese Cielo vacía en él a todas las naciones de la Tierra, en un embrollo común. Todas están en absoluta igualdad, ninguna se destaca sobre las otras; todos tienen que ser "hermanos"; tienen que mezclarse, orar juntos, tocar el arpa juntos, cantar hosannas juntos - blancos, negros, judíos, todos - no hay distinción. Acá en la Tierra todas las naciones se odian y todas odian a los judíos. Sin embargo, todas las personas piadosas adoran ese Cielo y todos quieren entrar en él. Realmente lo quieren. ¡Y cuando están en un rapto de santidad piensan que piensan que si estuvieran allí tomarían a todo el populacho contra su corazón, y lo abrazarían, lo abrazarían, lo abrazarían!

¡Es una maravilla el hombre! Me gustaría saber quién lo inventó.

5. - Todos los hombres de la Tierra poseen una porción de intelecto, grande o pequeña; y sea grande o pequeña lo pone muy orgulloso. Y su corazón se expande en la sola mención de los jefes intelectuales de su raza y ama los cuentos de sus espléndidas realizaciones. Porque son de la misma sangre, y al cubrirse de honra, esos jefes lo cubren de honra a él. ¡Mirad - grita -, lo que puede hacer la mente del hombre!; y pasa lista a los ilustres de todas las épocas; y señala las literaturas imperecederas que han dado al mundo, y las maravillas mecánicas que han inventado, y las glorias con que han vestido a las ciencias y a las artes; y ante ellos se descubre como ante los reyes, y les rinde su más profundo homenaje, el más sincero que pueda ofrecer su corazón exultante - y exalta así el intelecto por sobre todas las otras cosas de su mundo -, entronizándolo allí bajo la bóveda celestial en una supremacía inalcanzable. Y luego imagina un Cielo que no tiene pizca de intelectualidad por ningún lado.

¿Es extraño, es curioso, es sorprendente? Es exactamente como lo cuento, aunque pueda parecer increíble. Este sincero adorador del intelecto y pródigo remunerador de sus servicios acá en la Tierra ha inventado una religión y un Paraíso que no rinden homenaje alguno al intelecto, ni le ofrecen distinciones, ni lo hacen objeto de su liberalidad; que en realidad ni siquiera lo mencionan nunca.

Ya habrán notado ustedes que el Cielo del ser humano ha sido proyectado y construido sobre un plan absolutamente definido; ¡y que este plan es, que contiene un elaborado detalle, todas y cada una de las cosas que son repulsivas para el hombre, y ni una sola de las cosas que le gustan!

Muy bien, cuanto más adelante prosigamos, más aparente se hará este curioso hecho.

Tomen nota de esto: en el Cielo del hombre no hay ejercicio para el intelecto, nada que pueda alimentarlo. Allí se pudriría en un año - se pudriría y apestaría. Se pudriría y apestaría y en ese estado alcanzaría la santidad. Una bendición: porque sólo los santos pueden tolerar los goces de ese loquero.

Carta III.

Han notado que el ser humano es una curiosidad. En tiempos pasados tuvo cientos de religiones (y las consumió y las arrojó lejos de sí); hoy tiene cientos y cientos de religiones, y lanza no menos de tres nuevas cada año. Podría ampliar ese número y todavía me mantendría dentro de la realidad.

Una de sus religiones principales es la llamada Cristiana. Un esquema de ella les resultaría interesante. Está explicada en detalle en un libro llamado Antiguo y Nuevo Testamento, que contiene dos millones de palabras. También tiene otro nombre: la Palabra de Dios. Pues los cristianos creen que cada palabra del libro fue dictada por Dios - Ése del cual les he hablado.

Es muy interesante. Contiene noble poesía; y algunas fábulas ingeniosas; y un poco de historia sanguinaria; y unas buenas moralejas; y un tesoro de obscenidad; y más de un millar de mentiras

Esta Biblia está formada principalmente por fragmentos de biblias más antiguas que tuvieron su hora y se desmoronaron. Así que es evidente que le falta de originalidad, de hecho. Los tres o cuatro acontecimientos más notables e imponentes ya estaban en las biblias anteriores; todos los mejores preceptos y reglas de conducta vinieron también de esas biblias; hay sólo dos cosas nuevas en ella: el infierno, por un lado y ese Cielo singular de que les hablé.