Выбрать главу

También por aquellos tiempos tuvieron lugar cuantiosas cosas de importancia en el reino de Bohemia. Una gran agitación, gran derramamiento de sangre y guerra sin tregua. Mas de qué ando yo platicando… Perdonar han los nobles señores a este viejo, mas el miedo es cosa humana y ya hubo alguno que perdiera el gaznate por unas palabras descuidadas. Pues en vuestros jubones, señores, veo a los Nalecze y Habdanki polacos, y en los vuestros, nobles bohemios, el gallo de los señores de Dobra Voda y las flechas caballerescas de Strakonica… Y vos, discípulo de Marte, la cabeza de bisonte en el escudo os delata como a uno de los Zettritz. Y vuestros ajedrezados en través y vuestros grifos, señor caballero, ni siquiera sé dónde meterlos. No se puede excluir tampoco que tú, frater de la orden de San Francisco, no espíes para el Santo Ofjcio mientras que vos, hermano de Santo Domingo, es casi seguro que espiáis para ellos. Así que vuesas mercedes mismas se darán cuenta de que no me es posible en compañía tan internacional y diversa el hablar de las cosas de Bohemia no sabiendo quién está aquí a favor de Albrecht ni quién a favor del rey y el príncipe de Polonia. Quién a favor de Menhart de Hradec y de Oldrich de Rozmberg y quién a favor de Hynek Ptacek de Pirkstajn y Juan Kolda de Zampach. Quién está del lado del comes Spytko de Melsztyn y quién es partidario del obispo de Olesnica. Pues yo no tengo gana ninguna de palos, mas bien sé que habría de recibirlos, puesto que ya algunas veces recibiera. ¿Y que cómo es eso, preguntáis? Pues de este modo: si digo que en los tiempos de los que estoy relatando los valientes husitas bohemios les acortaron el jubón a los alemanes con bravura y que hicieron picadillo a tres cruzadas papistas, vierais cómo me rompían los morros los unos. Y si digo que por entonces, en las batallas de Vitkov, Vysehrad, Saaz y Brod de los Alemanes, vencieron los herejes a los cruzados con ayuda diabólica, me agarrarán los otros y me molerán las costillas. Así que mejor será callar y si se hablara de algo, entonces con la neutralidad de un cronista, contando, como suele decirse, sine ira et studio, escueto, flemático, ecuánime y sin añadir comentario de propia parte alguno.

Así que hablaré entonces brevemente: el otoño del año de 1420 rechazó el rey de Polonia Jogaila la corona de Bohemia que le ofrecían los husitas. Se pensó en Cracovia que la corona la tomara el dwc lituano Vitoldo, quien siempre había querido reinar. Sin embargo, para no molestar en demasía ni al rey de Roma Segismundo ni al Papa, se mandó a Bohemia al sobrino de Vitoldo e hijo de Korybut, Segismundo. Éste se plantó en la Dorada Praga al frente de cinco mil caballeros polacos en el año de 1422, para el día de San Estanislao. Mas ya para los Reyes Magos del año siguiente hubo de volver el principejo para Lituania, de tal modo se enrabietaron con el asunto de la sucesión de Bohemia el Luxemburgués y Oddo Colonna, quien por aquel entonces era ya Su Santidad Martín V. ¿Y qué me vais a decir? Ya en 1424, en la víspera de la Visitación de la Virgen, andaba el Korybutilio de vuelta en Praga. Esta vez en contra de la voluntad de Jogaila y de Vitoldo, en contra de la del Papa y en contra la del rey de Roma. Es decir, como rebelde y proscrito. Y a la cabeza de rebeldes y proscritos como él. Y ya no en número de miles, sino de cientos.

En Praga, por su parte, la revuelta, como Saturno, devoraba a sus propios hijos y unos partidos combatían a otros. A Jan de Zeliva, al que habían cortado la cabeza el lunes después del domingo de Reminiscere del año de 1422, lo lloraban ya en mayo de aquel año en todas las iglesias como mártir. La Dorada Praga se opuso también a Tabor con arrojo, mas aquí se topó el martillo con su yunque. Es decir, con Jan Zizka, gran guerreador. En el Año del Señor de 1424, día segundo tras las nonas de junio, impartióles Zizka a los praguenses una horrenda lección en Malschau, junto al río Bohynka. Ay, muchas, muchas viudas y huérfanos quedaron en Praga tras aquella batalla.

Quién sabe, puede que fueran precisamente las lágrimas de los huérfanos las que causaran que poco después, el miércoles antes de San Gallo, muriera en Prybyslav, cerca de la frontera morava, Jan Zizka de Trocnov o, como luego se llamó, de Kelch. Y lo enterraron en Hradec Králové y allí descansa. Y tal como antes hubo quien lloró por su causa, ahora otros lloraron por su pérdida. Que los había dejado en orfandad. Y por eso se llamaron a sí mismos «los Huérfanos»…

Pero esto seguro que todos lo recordáis. Porque de ello es verdad que no hace mucho tiempo. Y ya parece todo… histórico.

¿Sabéis, nobles señores, cómo se puede reconocer que unos tiempos son históricos? Pues porque pasan muchas cosas y muy deprisa.

Y por entonces pasaron muchísimas cosas y extremadamente deprisa.

Como se ha dicho, no llegó el fin del mundo. Aunque señales hubo muchas de que así había de ser. Pues hubo -exactement como decían las profecías- grandes guerras y grandes derrotas para las gentes cristianas y muchos hombres murieron. Parecía como que el mismo Dios deseaba que naciera un nuevo orden por medio de la destrucción del antiguo. Parecía que se acercaba el Apocalipsis. Que la Bestia de los Diez Cuernos salía del Hades. Que se veía a los Cuatro Jinetes terribles entre el humo de los incendios y los campos ahogados en sangre. Que ya mismo iban a sonar las trompetas y los sellos se iban a romper. Que iba a caer fuego del cielo. Que caía la Estrella del Ajenjo sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes del agua. Que el hombre enloquecido al ver la huella de los pies de otro hombre tras el incendio, fuera a besar la tal huella con los ojos anegados por lágrimas.

Tan terrible fuera a veces que, con perdón de vuesas mercedes, hasta el culo se le helaba a uno.

Tiempos fueron aquellos peligrosos. Crueles. Y si los señores lo permiten, hablaré de ellos. Sólo para matar el aburrimiento, en tanto la tormenta que nos sujeta aquí en la posada no escampe.

Os hablaré, si lo queréis, de aquellos tiempos. De las gentes que por entonces vivieron y de aquéllos que vivieron por entonces pero que gente no eran. Os hablaré de cómo tanto los unos como los otros se las vieron con los tiempos que les tocó en suerte. Con el destino. Y con ellos mismos.

Comienza esta historia de forma amena y dulce, vaporosa y delicada, con unos amores agradables y ardientes. Pero que esto, nobles señores, no os engañe.

Que esto no os engañe.

Capítulo primero

En el que el lector tiene ocasión de conocer a Reinmar de Bielau, llamado Reynevan, y esto, de inmediato de varias de sus mejores partes, incluyendo en ello su diestra conocencia del ars amandi, de los arcanos del arte de la monta a caballo y del Antiguo Testamento, si bien no necesariamente en tal orden. En el capítulo se habla también de Borgoña, tomada ella tanto en sentido literal como figurado.

A través de la ventana abierta de la pequeña habitación, sobre un fondo oscurecido todavía por la pasada tormenta, se veían tres torres. La más cercana, la del ayuntamiento; la siguiente, la de la iglesia de San Juan Evangelista, esbelta, resplandeciendo al sol, nuevecita con sus tejas rojas; detrás de ella, el donjón del castillo del duque. Alrededor de la torre de la iglesia revoloteaban veloces las golondrinas, a las que habían espantado hacía poco el sonido de las campanas. Las campanas no sonaban ya desde hacía unos instantes, pero el aire cargado de ozono parecía seguir vibrando con su sonido.