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– De aquí… de este valle. Puede que haya mas tribus viviendo en estas montañas. Dios sabe como serán. Pero los renegados proceden de este valle. Han ido creciendo a lo largo del tiempo; sabe Dios desde cuando existen, tal vez desde hace varias generaciones. Quizá lleven hasta cientos de años existiendo.

– ¿Pero como?

– Son parias; se les repudia, se les rechaza. Es muy sencillo, en realidad.

– Pues podrías tener la amabilidad de explicárnoslo.

– De vez en cuando nace una criatura completamente distinta de los demás. Con el tiempo se convierte en un ser antisocial o, lo que es peor, en un criminal. Tiene una patología que lo separa del resto, genéticamente es diferente. No encaja en la tribu, se salta las normas, se burla de los tabúes.

Se trata de un fenómeno que ocurre en todas las sociedades.

Son inadaptados. Los siux los llamaron ‹‹los contrarios››, gentes que hacen todo al revés, que incluso montan a caballo mirando hacia atrás. Se dan en todas las sociedades, en todas las tribus. Desde el punto de vista de un biólogo evolucionista, podría decirse que la sociedad los necesita para sobrevivir. Es una manera de experimentar nuevos modelos, si queréis decirlo así. I

– Y eso es especialmente cierto cuando hablamos de tribus homogéneas, muy cohesionadas socialmente, como es el caso de esta, unida por su facultad especial. Su capacidad para compartir percepciones los aglutina, de modo que un comportamiento antisocial, o sencillamente fuera de lo corriente, es una amenaza para la tribu entera. Por tanto, todos se unen para expulsar al rebelde; o bien el rebelde escoge el exilio voluntariamente. Quien sabe como ocurren las cosas en realidad. El grupo se deshace del elemento perturbador y así se acaba con el problema. Nunca mas se vuelve a hablar de ello, pero no todo es paz y después gloria.

– ¿A que te refieres? -preguntó Matt.

– Uno de ellos desaparece sin que pueda decirse que haya huido-intervino Susan.

– Exactamente. Se va solo a la región mas desierta del valle y aprende a sobrevivir. Se aleja del edén. Con el tiempo, otro se reúne con el. Y luego, paulatinamente, su numero va creciendo. Al principio son solo una pequeña banda desorganizada, pero poco a poco van constituyéndose en una sociedad cohesionada: una sub-colonia de marginados. Cuando llegan mujeres, empiezan a reproducirse y se convierten en una población competitiva.

– ¿Cuantos son?-preguntó Susan.

– No tengo ni idea. Pero no es el numero lo que cuenta, sino el espíritu. La fuerza que los empuja a ser como son.

Lo que realmente importa es quienes son.

– ¡Son unas bestias crueles! -exclamo Susan, que recordó la sangre de Rudy en la nieve y se sulfuro.

– ¡Susan! -la reprendió Kellicut, que se volvió a mirarla-. Lo has entendido todo mal. ¿Como puedes ser tan estupida? Has estado en su caverna; has visto como viven y lo que han llevado a cabo.

– ¿Lo que han llevado a cabo?

– ¡Por el amor de Dios, piensa un poco! Para empezar, cazan. Eso significa que tienen que trabajar juntos, cooperar, planear los ataques. Se precisan seis o siete hombres para abatir a un animal grande, así que tienen que asignar distintas tareas: uno que tienda la trampa, otro que corte los arbustos, etcétera. Tienen que pensar en el futuro. Comen carne, de modo que ingieren mas proteínas y son mas fuertes. La cocinan al fuego para que sepa mejor y para conservarla. Llevan pieles, decoran la caverna. Hay una división de trabajo; los hombres cazan y las mujeres se quedan en casa para cuidar de los niños y realizar tareas domesticas. Empiezan a vivir en familias. Tienen una jerarquía social.

– Y matan -dijo Susan con contundencia.

– Si, matan. Por desgracia matar forma parte de su vida.

Tal vez sea una parada necesaria en el camino que lleva a la civilización. Porque de eso estamos hablando: de civilización. No te engañes. Encarnan una forma de vida superior en todos los sentidos. ¿Recuerdas lo que aprendiste en Harvard? ¿Cuales son las primeras señales, los primeros indicios que hablan de una vida en común? El arte cavernícola, el espiritualismo, la protourbanizacion, la estratificación social.

Entre los habitantes de las montañas se dan todos estos fenómenos; en cambio, aquí, entre estos seres que se alimentan de bayas, no. ¿No te das cuenta? Los renegados son un salto gigante hacia delante; están en el proceso por el cual paso el Homo sapiens hace miles de años. Es la evolución, que sigue su camino. Se acercan a nosotros. Son uno de esos súbitos avances que ocurren quizás una vez cada cien mil años. Y nosotros estamos aquí, presenciando la creación.

– ¿Por que no atacan a nuestro grupo si son asesinos y sus habilidades marciales son superiores? -Preguntó Matt-. Podrían aniquilarlos en un momento.

Kellicut se lo quedó mirando fijamente.

– No estoy muy seguro. Para empezar, están separados por el cementerio y, como sabéis, cruzar el cementerio es un tabú, aunque no es una explicación convincente. Quizás hay una especie de tregua no declarada entre las dos tribus. Al fin y al cabo los renegados necesitan a nuestros amigos para aumentar su población. Esta es su tribu madre. O tal vez es solo una cuestión de tiempo y algún día les atacaran. Ahora Darwin nos seria de gran ayuda.

– Lo que describes no es para nada paradisíaco -observó Matt-. Si los mantienen como población que les sirve para la reproducción, se trata de un edén artificial. En el centro hay un agujero negro.

Kellicut se quedó callado un momento. Cuando habló, su voz era sombría.

– Es innegable que hay señales preocupantes. Creo que empiezan a secuestrar a miembros de la comunidad de vez en cuando. Como pudisteis comprobar, son despiadados y esclavos de un demagogo, al que se asocia un gritó, que suena algo así como ‹‹quiuac››. Es el mas fuerte de todos y les ha impuesto la veneración de una especie de divinidad.

– Despiadados no es la palabra. Tenían cráneos humanos colgados-dijo Matt.

Justo en aquel momento los homínidos, que estaban en cuclillas, se pusieron en pie de un salto, gimiendo y echando la cabeza hacia atrás, dando largos y estridentes alaridos.

Sus movimientos eran tan dislocados que tardaron en percatarse de que era la aflicción la que les llevaba a actuar de aquel modo. Entonces los tres cayeron en la cuenta a la vez.

Corrieron hacia la choza que había junto al río; allí había un nutrido grupo de homínidos dándose golpes, como a la deriva, desesperados. Era evidente que había ocurrido algo.

Kellicut se abrió paso entre la multitud, se acercó corriendo al chico y le destapo. Tenia los ojos cerrado pero la caja torácica le subía y le bajaba. Kellicut le tomo el pulso: era lento pero estable. No sufría ninguna crisis.

– ¡Mira detrás de ti! -gritó Matt.

Kellicut se volvió y vio que Caralarga estaba completamente inmóvil, y muy pálido, en el lecho de ramas; tenia el cuerpo rígido y los ojos cerrados. Fue hasta allí y le levantó la mano, una mano grande y sucia con el pulgar deformado después de haberse pasado la vida recogiendo frutos y bayas.

Empezaba a endurecerse y los dedos, medio cerrados, parecían una garra.

– Dios mío -dijo Kellicut-. ¿Sabéis que ha sucedido? Se ha sacrificado. Le daba sangre a su hijo para que su hijo pudiera vivir, y el pensó que eso significaba, lógicamente, que el moriría. Y, como lo ha pensado, ha muerto.

En aquel instante la multitud se aparto y apareció Ojo Oscuro, con el pelo desgreñado y su ojo de color blanco amarillo mirando fijamente a un lado. Todos callaron y se echaron hacia atrás cuando metió la mano en una vaina que ni Kellicut ni los otros habían visto nunca. De la funda saco una larga piedra acabada en una punta muy afilada. Se inclino, cogió la cabeza de Caralarga con un brazo, meciéndola, rápidamente inserto la punta de la piedra afilada en la cavidad del ojo, cerca del puente de la nariz, y, con un movimiento, le extrajo el ojo. Hizo lo mismo con el otro y después los alzo; eran orbitas blancas con hilos oscuros y sangre. Ojo Oscuro dejo escapar un chillido largo, penetrante, estridente y absolutamente estremecedor.