Había llegado temprano con Sergei. Un grupo dirigido por Rodilla Herida y Chicarron transportaba los materiales de construcción hasta el improvisado taller. Seguían negándose a cruzar el cementerio, por lo que tenían que transportar las ramas y los enormes troncos bordeando su perímetro, es decir, recorriendo el doble de distancia y por un terreno mas abrupto. Pero llegaban en un tiempo aceptable y ni siquiera habían empezado a sudar.
Matt deposito su mochila en la horquilla de un árbol.
Contenía los artículos especiales, incluido el que le había tenido trabajando hasta altas horas de la noche, que instalaría mas tarde como toque final, cuando no hubiera nadie mas por allí.
Coloco sus bocetos en fila por el suelo. Había hecho ocho dibujos, uno del diseño entero y otros de piezas y articulaciones completas. La tarea mas difícil seria construir el cuerpo y la cabeza, logrando que se parecieran a los del ídolo de la cueva. Ya habría sido bastante duro incluso con madera ya cortada y con un martillo y clavos de verdad, se dijo Matt, pero así… ni siquiera completo el pensamiento.
Sacaron todas sus herramientas y las examinaron: un rudimentario surtido de lianas, huesos, piedras talladas, pesadas rocas redondas, trozos de alambre y pequeñas esquirlas de pedernal. Por lo menos tenia su navaja de bolsillo.
Sergei pareció leer sus pensamientos.
– Las herramientas quizá sean prehistóricas, pero las mentes que las manejan son del siglo veinte -dijo, y sonrió para darle ánimos.
Eligieron dos de los maderos mas gruesos como base y los tendieron en paralelo. Encima colocaron otros dos maderos, uno en cada punta como una balsa, y los ataron firmemente con lianas. Sujetaron unos puntales en vertical y después construyeron dos altas plataformas para el cuerpo, reforzando las junturas a base de insertar esquirlas de hueso y piedra a martillazos.
Introdujeron gruesas ramas a modo de costillas hasta que el armazón fue lo bastante resistente para soportar el peso de un homínido. Aunque a regañadientes, Matt renuncio a la idea de construir una trampilla en la barriga. En su lugar dejo una abertura entre las ramas y la cubrió con pieles de animales.
Matt se situó sobre la plataforma, dentro de la barriga del ídolo, y avanzo hacia el borde con el entrecejo fruncido.
Desde donde se encontraba, la estructura tenia un aspecto impresionante, tuvo que reconocerlo. Medía unos tres metros de altura y era sólida.
En ese momento vio a Dienteslargos surgiendo de entre los árboles y avanzando a grandes zancadas con determinación. Detrás de el caminaban dos homínidos mas jóvenes que transportaban algo sobre la cabeza y se tambaleaban debido al peso. Era algo largo y oscuro y a medida que se acercaban, Matt identifico una gran cabeza redonda y una piel negra. Dienteslargos había cumplido con éxito su misión: había matado a un oso de las cavernas. Ahora el ídolo seria una replica exacta.
Sergei se puso en pie de un salto, boquiabierto. Se acercó corriendo para examinar la piel de oso y abrazo a Dienteslargos, que logro disimular su satisfacción a duras penas.
Después ambos se unieron a los demás para construir y dar los últimos toques rápidos al cuerpo hueco, rellenando los costados con ramas muy apretadas y después envolviéndolas en pieles de animales para completar la ilusión de un monstruo.
A continuación le tocaba a la cabeza. Matt tallo una mandíbula inferior de aspecto temible, dejando intencionadamente grandes agujeros para la boca y las fosas nasales. Mas tarde serian necesarios. Coloco la cabeza del oso con sus malévolos y diminutos ojos sobre la mitad superior de la cara. La negra piel colgaba por la espalda y alrededor de la garganta como el cuello de una camisa, por lo que el efecto era idéntico al del ídolo de la caverna principaclass="underline" inspirar temor.
Matt se bajo de un salto e inspecciono su obra. Era la viva estampa del original, incluso a plena luz del día, y parecía poseído por el mismo espíritu maligno. Los homínidos lo miraban con aprensión y se mantenían a distancia.
Como habían acordado, Sergei se escabullo para construir un escondite secreto. Inspecciono la zona durante un buen rato hasta que encontró el lugar perfecto, una estrecha loma no muy lejos de la entrada de la caverna, pero en una hondonada que la ocultaba de la vista. Para empezar cavo una ancha zanja poco profunda y la cubrió con leños muy parecidos a los que habían empleado para el cuerpo del ídolo.
Después extendió unas pieles encima y se metió dentro para examinarlo. El oscuro interior era angosto, pero había espacio suficiente para seis homínidos.
– Misión cumplida -dijo Sergei cuando se reunió con Matt. Contempló el ídolo que se proyectaba hacia arriba como una fuerza maligna-. ¿Y esto representa un avance en términos de civilización? -Dijo meneando la cabeza-. ¿Que clase de dios crees que es?
– No estoy seguro -respondió Matt-. Pero yo diría que esta relacionado con la caza y el derramamiento de sangre.
El oso de las cavernas es casi una deidad; en las montañas manda el. Todos le temen y, sin embargo, el no teme a nadie. Por eso es natural que lo contemplen con reverencia cuando empiezan a cazar y a comer carne. Por los cementerios prehistóricos encontrados sabemos que el oso de las cavernas era sagrado.
Sergei se encogió de hombros.
– No estoy seguro de que tengas razón -dijo.
Matt le dio una palmada en la espalda y reanudaron el trabajo.
Con la ayuda de los homínidos, colocaron los troncos rodantes bajo la plataforma de la base. Después todos ocuparon sus posiciones y empleando toda su fuerza empujaron la gigantesca estatua hasta que lentamente empezó a chirriar y por fin se movió unos centímetros. Los demás tiraban de lianas atadas al cuerpo. Empujaron y tiraron cada vez con mas fuerza y finalmente empezó a rodar. Colocaron otros dos troncos frente a la base y recuperaron los dos que habían dejado atrás. De este modo mantuvieron la estructura en movimiento por terreno llano hasta que por ultimo, al cabo de medía hora, estuvo justo enfrente de la entrada de la caverna.
Alinearon los troncos de repuesto entre el ídolo y la boca de la cueva y dejaron colgando las lianas de tirar. Por fin, la creación terminada estaba en su sitio, lista para ser ocupada.
Matt se ciño la mochila y se encaramo a la estructura. Penetro en la barriga a través del pliegue de piel suelto, se introdujo como pudo por el cuello hasta llegar a la cabeza hueca y remato su obra.
Retrocedió hasta la barriga y finalmente salio y se dejo caer al suelo. Clavo una estaca en la tierra con ayuda de un martillo de piedra, le ato algo y se alejo. Cuando se dirigía hacia el pequeño valle advirtió que el sol ya había pasado hacia rato por el meridiano. Pronto empezaría a caer la tarde, la hora de la caza, y las criaturas saldrían de su guarida con gran agitación. Matt tuvo que rezar para que vinieran, enviaran centinelas o quizás otra incursión armada. Se volvió para mirar al ídolo. Era malvado y majestuoso, plantado allí con el sol centelleando sobre la piel negra, una ofrenda gigante, un tributo imposible de rechazar. Al instante comprendió la mendaz creatividad implicada en el caballo de Troya, el chiste supremo del regalo envenenado que no puede rechazarse.
Se volvió hacia el valle y avanzo hasta la loma, donde se reunió con Sergei, que descabezaba un sueno. Se tumbo entre la alta hierba caliente y sintió que el agotamiento le desbordaba, pero no podía correr el riesgo de quedarse dormido. Tenia que montar guardia. La verdadera lucha aun no había comenzado. Sabia que pronto necesitaría todas las reservas de energía que tuviera.
Susan había logrado sacar una mano del dogal, pero la mantenía en la espalda casi siempre para engañarlos. Su prevención era en gran parte supersticiosa; sabia lo suficiente sobre sus poderes para creer que no podían verla desde lejos, que solo podían ver a través de sus propios ojos. Pero no quería correr ningún riesgo. Si utilizo una mano para recoger el medio cráneo que Quiuac le había dejado. En el fondo quedaba todavía un poco de agua sucia, pero apestaba demasiado para bebérsela.