CASE.
Ella hizo un gesto de dolor, se puso de pie, y asintió con la cabeza. -¿Qué te ha contado Wintermute, muchacho? ¿Te contó acerca de Marie-France? Ella era la parte Tessier, la madre genética de 3Jane. Y de la muñeca muerta de Ashpool, supongo. No sé por qué me lo contó, allá en el cubículo… muchas cosas… Por qué tiene que aparecer como el finlandés o alguien; eso me dijo. No es sólo una máscara; es como si utilizase perfiles verdaderos como válvulas, y ajustara la velocidad para comunicarse con nosotros. Dijo que era un modelo. Un modelo de personalidad. -Sacó la pistola y cojeó por el pasillo.
El acero desnudo y la escabrosa resina epoxídica terminaban abruptamente, dejando paso a lo que Case pensó al principio que era un túnel dinamitado en la roca sólida. Molly examinó los bordes y Case vio que el acero estaba cubierto por paneles de algo que parecía piedra fría. Ella se arrodilló y tocó la arena oscura esparcida en el suelo del falso túnel. Se sentía como arena, fría y seca, pero cuando metió el dedo, la supuesta arena se cerró como un fluido, dejando intacta la superficie. Una docena de metros más adelante, había una curva en el túnel. Una luz áspera y amarilla arrojaba sombras duras sobre la pseudo-roca cosida de las paredes. Sobresaltado, Case se dio cuenta de que aquí la gravedad era casi la de la Tierra, lo que significaba que ella había descendido otra vez, después del ascenso. Ahora se sentía perdido por completo; para los vaqueros, la desorientación espacial era particularmente alarmante.
Pero ella no estaba perdida, se dijo.
Algo se le escabulló entre las piernas y pasó, haciendo ruidos metálicos y regulares, por la no-arena del piso. Un diodo rojo titiló. El Braun.
El primer holograma esperaba detrás de la curva, una especie de tríptico. Ella bajó la pistola antes de que Case hubiera tenido tiempo de advertir que era una grabación. Las figuras parecían caricaturas de luz, historietas de tamaño naturaclass="underline" Molly, Armitage y Case. Los pechos de Molly eran demasiado grandes, visibles a través de una pesada chaqueta de cuero. La cintura era imposiblemente estrecha. Lentes espectaculares le ocultaban la mitad de la cara Sostenía un arma de algún tipo, absurdamente elaborada, una forma de pistola casi escondida por una cubierta con un borde de mirillas, silenciadores, encubridores de destellos. Tenía las piernas abiertas, la pelvis inclinada hacia adelante, la boca fija en una expresión socarrona de crueldad idiota junto a ella, Armitage estaba de pie, rígido, en un raído uniforme caqui. Case vio que los Ojos de Armitage eran pequeñas pantallas de monitores, y que cada una mostraba la imagen azul-gris de una vasta extensión de nieve, los troncos negar y desnudos de unos árboles perennes, doblados por vientos silenciosos.
Ella pasó las puntas de los dedos por los ojos de televisión de Armitage, y se volvió hacia la figura de Case. En este caso, era como si Riviera -y Case había sabido instantáneamente que Riviera era el responsable- no hubiese sido capaz de encontrar nada que valiese la pena ridiculizar. La figura desgarbado que veía allí era una buena aproximación de la que veía en los espejos todos los días. Delgado, de hombros altos, un rostro olvidable bajo el cabello corto y oscuro. Necesitaba afeitarse, pero eso era normal en él.
Molly dio un paso atrás. Miró de una figura a otra. Una exposición estática; el único movimiento era el silencioso balanceo de los árboles negros en los congelados ojos siberianos de Armitage.
– ¿Intentas decimos algo, Peter? -preguntó en voz baja. Se acercó a las figuras y dio un puntapié a algo que estaba entre los pies de la Molly holográfica. Un objeto de metal chocó contra la pared y las figuras desaparecieron. Molly se inclinó y recogió una pequeña unidad de exposición-. Supongo que puede conectarse con éstas y programarlas directamente -dijo, arrojándola al suelo.
Pasó junto a la fuente de luz amarillenta, un arcaico globo incandescente empotrado en la pared, protegido por una herrumbrada curva de rejilla. El estilo de esta lámpara improvisada sugería la infancia, de algún modo. Case recordó fortalezas que había construido con otros niños, en terrazas, y en sótanos inundados. El escondite de un niño rico, pensó. Este tipo de primitivismo era costoso. Lo que llamaban atmósfera.
Molly pasó junto a una docena más de hologramas antes de llegar a la entrada de las habitaciones de 3Jane. Uno de ellos representaba la cosa sin ojos del callejón, detrás del Bazar de Especias, mientras se libraba del destrozado cuerpo de Riviera. Varios de los otros representaban escenas de tortura; los inquisidores eran siempre oficiales militares y las víctimas invariablemente muchachas jóvenes. Estos hologramas tenían la espantosa intensidad del espectáculo de Riviera en el Vingtiéme Siécle, como si hubiesen sido inmovilizados en el destello azul del orgasmo. Molly miró hacia otro lado cuando pasó junto a ellos.
El último era pequeño y poco claro, como si se tratase de una imagen que Riviera hubiera tenido que arrastrar a través de una distancia privada de recuerdos y tiempo. Ella tuvo que arrodillarse para examinarlo: había sido proyectado desde el punto de vista de un niño pequeño. Ninguno de los otros había tenido un fondo; las figuras, los uniformes, los instrumentos de tortura habían estado todos libremente expuestos. Pero éste era una escena.
Una oscura ola de basura se alzaba contra un cielo incoloro; más allá de la cresta, los esqueletos de edificios de la ciudad, desteñidos y derretidos a medias. La ola de basura tenía la textura de una red: herrumbradas varas de acero retorcidas graciosamente como hilos finos, grandes planchas de hormigón colgando aún en las paredes. El primer plano podía haber sido alguna vez una plaza en la ciudad: había una especie de montículo, algo que sugena una fuente. En la base, los niños y el soldado estaban inmóviles. A primera vista el cuadro era confuso. Molly lo entendió sin duda antes que Case, porque él sintió la tensión de ella. Escupió, y se puso de pie.
Niños. Feéricos, vestidos con harapos. Dientes que brillaban como cuchillos. Heridas en los rostros desfigurados. El soldado, caído de espaldas, la boca y el cuello abiertos al cielo. Estaban alimentándose.
– Bonn -dijo, con algo parecido a ternura en la voz-. Eres un producto típico, ¿verdad, Peter? Pero tenías que serio. La pequeña 3Jane ya está demasiado harta para que le abra la puerta a cualquier ladrón común. Por eso Wintermute te encontró. El gusto más sublime, si tus gustos son así. El amante demoníaco. Peter. -Se estremeció. – Pero tú la convenciste de que me dejara entrar. Gracias. Ahora empezará la fiesta.
Y luego estaba caminando -paseando, en realidad, a pesar del dolor-, alejándose de la niñez de Riviera. Sacó la pistola de la funda, quitó el cartucho de plástico, lo guardó en el bolsillo, y lo reemplazó por otro. Calzó el pulgar en el cuello del traje de Moderno y en un solo movimiento desgarró la tela hasta la entrepierna: la cuchilla del pulgar abrió el policarbono como si fuera seda podrida. Se libró de brazos y piernas; los restos, en jirones, desaparecieron al caer sobre la oscura arena falsa.