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– ¿Que estás diciendo?

El finlandés se encogió de hombros. La maltratada chaqueta de paño le quedaba demasiado ancha de hombros y se le salía por los costados. -Estoy tratando de ayudarte, Case.

– ¿Por qué?

– Porque te necesito. -De nuevo aparecieron los dientes grandes y amarillos.- Y porque tú me necesitas.

– Tonterías. ¿Puedes leerme la mente, finlandés? -Hizo una mueca.- Wintermute, quise decir.

– La mente no se lee. Mira, tú aún conservas los paradigmas que te dio la imprenta, y apenas tienes cultura impresa. Yo puedo acceder a tu memoria, que no es lo mismo que tu mente. -Metió la mano en la desnuda carcasa de un antiguo televisor y sacó un tubo al vacío plateado y negro. – ¿Ves esto? Es como si fuera una parte de mi ADN. -Arrojó el objeto hacia las sombras, y Case oyó el estallido y el tintineo de los añicos.- Siempre estáis construyendo maquetas. Círculos de piedra. Catedrales. Órganos. Máquinas de sumar. No tengo idea de por qué estoy aquí ahora, ¿entiendes? Pero si la operación se lleva a cabo esta noche, habréis logrado por fin lo más importante.

– No sé de qué me estás hablando.

– Hablo de vosotros. De tu especie.

– Mataste a los de Turing.

El finlandés se encogió de hombros. -Tuve que hacerlo… fue necesario. Tendría que importarte poco; te hubieran liquidado sin pensarlo dos veces. De todos modos, ya que estás aquí, hablemos un poco más. ¿Recuerdas esto? -Y en la mano derecha sostenía el calcinado enjambre de avispas del sueño de Case, y el aire enrarecido de la tienda olía a combustible. Case se tambaleó hacia atrás, contra una pared de basura.- Sí. Era yo. Lo hice con el equipo holográfico montado en la ventana. Otro recuerdo que te saqué cuando te anulé la primera vez. ¿Sabes por qué es importante?

Case negó con la cabeza.

– Porque -y la colmena, de algún modo, había desaparecido- es lo más cercano que tenemos a lo que Tessier-Ashpool querría ser. El equivalente humano. Straylight es como esa colmena, o, por lo menos, se supone que funciona así. Me imagino que te hará sentir mejor.

– ¿Sentir mejor?

– Para saber cómo son de verdad. Allá estabas empezando a odiarme. Eso es bueno. Pero, en cambio, ódialos a ellos. La diferencia es la misma.

– Oye -dijo Case, dando un paso hacia adelante-, nunca me hicieron nada. Contigo es diferente… -Pero ya no sentía la rabia.

– Así que los de T-A me obligaron. La chica francesa dijo que estabas vendiendo a la especie. Dijo que eras un demonio. -El finlandés sonrió.- No importa demasiado. Antes de que esto termine tienes que odiar a alguien. -Se volvió y fue hacia la parte de atrás de la tienda.- Bueno, vamos. Te mostraré algo de Straylight ya que estás aquí. -Alzó la esquina de la manta. Una luz blanca entró a raudales.- Mierda, viejo, no te quedes ahí parado.

Case lo siguió, frotándose la cara.

– Bueno -dijo el finlandés, y le aferró el codo.

Fueron impelidos más allá de la lana rancia, en una nube de polvo, hasta la caída libre y un pasillo cilíndrico de hormigón lunar acanalado, con anillos de neón blanco cada dos metros.

– Jesús -dijo Case, tropezando.

– Esta es la entrada principal -dijo el finlandés y la chaqueta de paño aleteó en el aire-. Si esto no fuera una estructura mía, el sitio de la tienda sería el portón principal, junto al eje de Freeside. Será un poco deficiente en detalles, sin embargo, porque no tienes los recuerdos. Con la excepción de esta parte de aquí, que tomaste de Molly…

Case logró enderezarse, pero empezó a dar vueltas en una larga espiral.

– Espera un poco -dijo el finlandés-. Haré que saltemos hacia adelante.

Las paredes se hicieron borrosas. Una sensación de movimiento precipitado que lo mareaba, colores apresurados que corrían por largos pasillos. En un momento pareció que atravesaban metros de pared sólida, un destello de oscuridad total.

– Aquí es -dijo el finlandés-. Ya llegamos.

Flotaban en medio de una habitación perfectamente cuadrada, las paredes y el techo cubiertos con paneles rectangulares de madera oscura. En el suelo había una brillante alfombra cuadrada con un diseño que imitaba a un microchip, los circuitos dibujados con lanas azules y rojas. En el centro exacto de la habitación, alineado perfectamente con el diseño de la alfombra, había un pedestal cuadrado de cristal blanco esmerilado.

– La Villa Straylight -dijo un objeto cubierto de joyas que estaba sobre el pedestal, con una voz que parecía música- es un organismo que ha crecido hacia adentro, un capricho neogótico. Cada uno de los espacios de Straylight es de algún modo secreto, esta infinita serie de habitaciones unidas por pasillos, por cajas de escalera abovedadas como intestinos, donde el ojo queda atrapado en curvas estrechas, y pasa junto a ornamentados biombos, nichos vacíos…

– Es una composición de 3Jane -dijo el finlandés, sacando los Partagás-. La escribió cuando tenía doce años. Un curso de semiótica.

– Los arquitectos de Freeside se esforzaron en esconder el hecho de que el interior del huso está ordenado con la trivial precisión de una habitación de hotel. En Straylight, en la superficie interior del casco, una extrema profusión de estructuras cubre formas que fluyen, alzándose hacia un sólido núcleo de microcircuitos, el corazón corporativo de nuestro clan, un cilindro de silicio atravesado por estrechos túneles de mantenimiento, algunos menos anchos que la mano de un hombre. Los brillantes cangrejos hacen aquí sus madrigueras, y los zánganos, atentos a detectar cualquier tipo de falla micromecánica.

– Fue a ella a quien viste en el restaurante -dijo el finlandés.

– De acuerdo con las normas del archipiélago -continuó la cabeza-, la nuestra es una familia antigua; las circunvoluciones de nuestra casa reflejan esa edad. Pero reflejan también otra cosa. La semiótica de la Villa habla de una involución, un rechazo del brillante vacío que hay más allá del casco.

»Tessier y Ashpool subieron por el pozo de gravedad y descubrieron que odiaban el espacio. Construyeron Freeside para explotar la riqueza de las nuevas islas, se hicieron ricos y excéntricos, y se pusieron a construir un cuerpo extendido en Straylight. Nos aislamos detrás de nuestro dinero, creciendo hacia adentro, generando un inconsútil universo del ser.

» La Villa Straylight no conoce el cielo, ya sea este grabado o de otro tipo.

»En el núcleo de silicio de la villa hay una pequeña habitación, la única sala rectilínea del complejo. Aquí, sobre un sencillo pedestal de cristal, hay un ornamentado busto, de platino y metal esmaltado, incrustrado de lapislázuli y perlas. Los brillantes globos de los ojos proceden del panel de rubí sintético de la nave que trajo al primer Tessier por el pozo, y que volvió a buscar al primer Ashpool…

La cabeza dejó de hablar.

– ¿Y? -preguntó Case por fin, casi como si esperase que el objeto le contestara.

– Eso es todo lo que escribió -dijo el finlandés-. No lo terminó. Entonces era sólo una niña. Esto es una especie de terminal ceremonial. Necesito que Molly esté aquí, con la palabra justa en el momento justo. Ese es el quid del asunto. No tiene importancia alguna cuánto podáis penetrar tú y el Flatline con el virus chino, si este objeto no oye la palabra mágica.

– ¿Y cuál es la palabra?

– No lo sé. Podría decirse que lo que yo soy se define por el hecho de que no lo sé, porque no puedo saberlo. Yo soy aquello que no conoce la palabra. Si tú la conocieses, viejo, y me la dijeras, yo no podría conocerla. Estoy construido así. Es otra persona quien tiene que aprenderla y traerla hasta aquí, en el momento en que tú y el Flatline se abran paso a través de ese hielo y entremezclen los núcleos.

– ¿Y entonces que pasará?

– Dejo de existir, después de eso. Ceso.

– Para mí está bien -dijo Case.

– Claro. Pero ten cuidado, Case. Mi, ah…, mi otra parte nos está siguiendo la pista, parece. Una zarza ardiente se parece mucho a otra zarza ardiente. Y Armitage está comenzando a irse.

– ¿Qué quieres decir?

Pero la habitación recubierto de paneles empezó a doblarse en una docena de ángulos imposibles, cayendo por el ciberespacio como una gana de origami.

15

– ¿ESTÁS TRATANDO DE BATIR mi récord, hijo? -preguntó el Flatline-. Tú cerebro estuvo muerto otra vez, cinco segundos.

– Agárrate fuerte -dijo Case, y movió el interruptor de simestim.

Ella estaba acuclillada, en la oscuridad, las palmas de las manos contra hormigón áspero.

CASE CASE CASE CASE. El display digital pulsaba el nombre en caracteres alfanuméricos; Wintermute le informaba sobre la conexión.

– Bonito -dijo ella. Se balanceó sobre los tobillos y se frotó las manos, haciendo crujir los nudillos-. ¿Por qué te demoraste?

AHORA MOLLY AHORA.

Ella apretó la lengua contra los dientes de abajo. Uno se movió apenas, activando los amplificadores de los microcanales; el movimiento aleatorio de fotones en la oscuridad se convirtió en una pulsación de electrones; el áspero hormigón de alrededor era ahora pálido y granulado. -De acuerdo, cariño. Ahora salimos a jugar.

El escondite resultó ser una especie de túnel de servicio. Ella salió, reptando, por una ornamentada rejilla abisagrada de bronce manchado. Él alcanzó a verle los brazos y las piernas, y se dio cuenta de que llevaba puesto otra vez el traje de policarbono. Bajo el plástico, sintió la tensión familiar del cuero delgado y apretado. Tenía algo colgado bajo el brazo, en un arnés o una funda. Molly se puso de pie, abrió la cremallera del traje y tocó el plástico ajedrezado de una culata de pistola.

– Oye, Case -dijo, apenas dando voz a las palabras-,.me estás escuchando? Te contaré algo… Una vez anduve con un chico. A veces me recuerdas… -Se volvió para vigilar el pasillo. – johnny, se llamaba.