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Maelcum estaba tendido en el techo de la cabina cuando Case se quitó los trodos. Alrededor de la cintura el sionita llevaba un cabestrillo de nailon sujeto a los paneles laterales con cuerdas gruesas y almohadillas de succión de goma gris. Se había sacado la camisa y estaba trabajando en un panel central con una rara llave de gravedad cero; los gruesos resortes vibraban mientras desprendía otro hexágono. El Marcus Garvey gemía y se sacudía con la tensión de la gravedad.

– El Mute nos lleva al puerto -dijo el sionita, poniendo la cabeza hexagonal en una bolsa que llevaba en la cintura-. Maelcum se encarga de pilotar el aterrizaje; pero necesitamos las herramientas.

– ¿Las guardas ahí? -Case se estiró para mirar y vio los músculos, como cuerdas, que abultaban en la espalda bronceada.

– Ésta -dijo Maelcum, sacando un largo paquete de polivinilo negro de detrás del panel. Volvió a colocar el panel, fijándolo con una cabeza hexagonal mientras el paquete negro flotaba hasta la popa. Abrió con los pulgares las válvulas de vacío de las almohadillas del cinturón, y se liberó, recuperando la cosa que había sacado.

Tomó impulso y fue hacia Case, pasando por encima del tablero -en la pantalla pulsaba un diagrama verde de acoplamiento- y se apoyó en el marco de la red de gravedad. Bajó y abrió el paquete, rompiendo la cinta adhesiva con una uña gruesa y quebrada. -Un tipo en China aseguró que de esto sale la verdad -dijo, desenvolviendo un arcaico y aceitado Remington, el cañón recortado a pocos milímetros de la maltrecha caja delantera. La caja del hombro había sido reemplazada por una culata de madera forrada con una cinta de color negro o mate. Maelcum olía a sudor y a ganja.

– ¿Es la única que tienes?

– Claro, hombre -dijo, limpiando el aceite del cañón negro con una tela roja, la envoltura de polivinilo negro en la otra mano, apretada alrededor de la culata-. Yo y yo, la marina rastafari, créelo.

Case volvió a ponerse los trodos. No había vuelto a utilizar el catéter de Texas; por lo menos, en la Villa Straylight podría orinar tranquilo, aunque fuese por última vez.

Conectó.

– Oye -dijo la estructura-, el viejo Peter está loco del todo, ¿eh?

Ahora ellos parecían parte del hielo de la Tessier-Ashpool. Los arcos esmeralda se habían ensanchado y unido, transformándose en una masa sólida. En los planos del programa chino de alrededor predominaba el color verde. -¿Ya estamos cerca, Dixie?

– Muy cerca. Te necesitaré muy pronto.

– Escucha, Dix. Wintermute dice que el Kuang ha invadido todo el Hosaka. Voy a tener que desconectaros a ti y a mi consola, llevaros hasta Straylight y volver a conectaros al programa de seguridad. Luego activaremos el programa desde adentro, por la red de Straylight.

– Maravilloso -dijo el Flatline-. Nunca me gustó hacer algo sencillamente si era posible hacerlo patas arriba.

Case conectó el simestim y volvió a Molly.

Y se encontró dentro de la oscuridad de Molly, una sinestesia que daba vueltas, donde el dolor era un sabor a hierro viejo, un aroma de melón, las alas de una polillla que le rozaban la cara. Molly estaba inconsciente, y él no tenía acceso a sus sueños. Cuando el chip óptico destelló, un aura envolvió los caracteres alfanuméricos, cada uno de ellos con un tenue halo rosado.

07:29:40.

– Esto me hace muy infeliz, Peter. -La voz de 3Jane parecía llegar desde una distancia hueca. Molly puede oír, se dijo case, y en seguida se corrigió. La unidad de simestim estaba aún intacta: podía sentirla hundida en las costillas de Molly. Los oídos de ella registraban las vibraciones vocales de 3Jane. Riviera dijo algo breve y poco claro.- Pero yo no -dijo ella-, y no me divierte. Hideo traerá una unidad médica desde cuidados intensivos; aunque esto requiere un cirujano.

Hubo un silencio. Case escuchó claramente el agua que lamía los lados de la piscina.

– ¿Qué era lo que le contabas, cuando regresé? -Ahora Riviera estaba muy cerca.

– Acerca de mi madre. Ella me lo pidió. Creo que había tenido un shock, además de la inyección de Hideo. ¿Por qué le hiciste eso?

– Quería ver si se romperían.

– Una se rompió al menos. Cuando despierte, si despierta, podremos ver el color de sus ojos.

– Es extremadamente peligrosa. Demasiado peligrosa. Si yo no hubiera estado aquí para distraería, para hacer aparecer a Ashpool y distraería, y a mi Hideo para que arrojara su pequeña bomba, ¿dónde estarías tú? En manos de ella.

– No -dijo 3Jane-. Estaba Hideo. Me parece que no entiendes del todo a Hideo. Ella sí, evidentemente.

– ¿Quieres beber algo?

– Vino. Del blanco. Case desconectó.

Maelcum estaba inclinado sobre los controles del Garvey, tecleando órdenes para una secuencia de acoplamiento. En la pantalla central del módulo había un cuadrado rojo: el muelle de Straylight. El Garvey era un cuadrado algo mayor, verde, que se reducía lentamente, moviéndose de un lado a otro de acuerdo con las órdenes de Maelcum. A la izquierda, una pantalla más pequeña mostraba un gráfico esquelético del Garvey y el Haniwa a medida que se acercaban a la curvatura del huso.

– Tenemos una hora, viejo -dijo Case, quitando del Hosaka la cinta de fibra óptica. Las baterías de apoyo de la consola funcionarían durante noventa minutos, pero la estructura del Flatline supondría un gasto adicional. Trabajó con rapidez; mecánicamente, sujetando la estructura al fondo de la Ono-Sendai con cinta microporosa. El cinturón de trabajo de Maelcum pasó flotando junto a él. Lo cogió, desprendió los dos trozos de cuerda, y las almohadillas de succión rectangulares y grises, y enganchó entre sí los dientes de las pinzas. Sostuvo las almohadillas contra los costados de la consola y movió con el pulgar la palanca de succión. Con la consola, la estructura y la correa improvisada suspendidas frente a él, se puso la chaqueta de cuero, verificando el contenido de los bolsillos. El pasaporte que Armitage le había dado, el chip bancario registrado bajo el mismo nombre, el chip de crédito que había obtenido cuando llegó a Freeside, dos dermos de betafenetilamina que le había comprado a Bruce, un fajo de nuevos yens, media caja de Yeheyuan, y el shuriken. Arrojó el chip de Freeside por encima del hombro, y oyó cómo chocaba contra el ventilador ruso. Iba a hacer lo mismo con la estrella de acero, pero el chip de crédito rebotó, lo golpeó en la nuca, salió disparado y pasó junto al hombro izquierdo de Maelcum. El sionita interrumpió la operación de pilotaje y lo miró, enojado. Case vio el shuriken y se lo puso en el bolsillo de la chaqueta; oyó que el forro se rasgaba.

– Te estás perdiendo al Mute, hombre -dijo Maelcum-. El Mute dice que está arreglando para nosotros el sistema de seguridad. El Garvey va a acoplarse como si fuera otra nave, una que están esperando que llegue de Babilonia. El Mute nos transmite códigos.

– ¿Vamos a llevar puestos los trajes?

– Demasiado pesados. -Maelcum se encogió de hombros. – Quédate en la red hasta que te avise. -Tecleó una secuencia final en el módulo y se aferró a las gastadas anillas rosadas que había a cada lado del tablero de navegación. Case vio que el cuadro verde se reducía por última vez, unos pocos milímetros, y se ponía sobre el cuadrado rojo. En la pantalla pequeña, el Haniwa bajó la proa para evitar la curva del huso, y ya no se movió. El Garvey colgaba todavía del yate, como una larva. El remolque se sacudió y retumbó. Dos estilizados brazos aparecieron y rodearon la estilizado forma de avispa. Straylight expulsó un tentativo rectángulo amarillo que describió una curva, tanteando más allá del Haniwa, en busca del Garvey.

Oyeron que algo raspaba la proa, más allá de las temblorosas frondas de arcilla.

– Hombre -dijo Maelcum-, recuerda la ley de la gravedad. -Una docena de pequeños objetos golpearon el suelo simultáneamente, como atraídos por un imán. Case se quedó sin aliento cuando sus órganos internos fueron empujados y dispuestos de otro modo. La consola y la estructura le habían caído dolorosamente sobre las piernas.

Ahora estaban sujetos al huso, rotando con él.

Maelcum extendió los brazos y movió los hombros para aliviar la tensión. Se sacó la bolsa que le sujetaba los mechones y sacudió la cabeza. -Vamos, hombre, ya que dices que el tiempo es precioso…

19

LA VILLA STRAYLIGHT era una estructura parasitaria, recordó Case al pasar junto a las mechas de calafateado y por la escotilla de proa del Marcus Garvey. Straylight chupaba aire y agua de Freeside, y no tenía un ecosistema propio.

El túnel de entrada que se extendía desde el muelle era una versión más elaborada del que había atravesado trabajosamente para llegar al Haniwa, y lo utilizaban en la gravedad de rotación del huso. Era un túnel corrugado, articulado mediante miembros hidráulicos integrales; dos segmentos estaban unidos por anillos de plástico resistentes y antideslizantes, y los anillos servían como peldaños. El túnel serpenteaba alrededor del Haniwa; era horizontal en el punto donde se unía con la antecámara del Garvey, pero se alzaba en una pronunciada curva hacia la izquierda sobre el casco del yate. Ya Maelcum estaba subiendo por los anillos, izándose con la mano izquierda, la Remington en la derecha. Llevaba unos holgados y sucios pantalones militares, chaqueta de nailon verde sin mangas y un par de andrajosas zapatillas de suela rojo brillante. El túnel se sacudía ligeramente cada vez que trepaba a otro anillo.