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El silencio que sigue al repentino caos es mil veces peor que las llamas y los gritos. Estoy esperando oír las sirenas de la policía, de los bomberos o de cualquiera que pueda ayudar aproximándose a la escena; pero no hay nada, sólo un silencio frío y hueco. Sé que la respuesta sería la misma si algo ocurriera aquí. Estamos completamente abandonados a nuestra suerte.

Me doy la vuelta. La habitación sigue iluminada por el apagado resplandor del fuego. Veo que Lizzie está llorando. Me siento a su lado, dejando a Harry en la ventana contemplando ese infierno tan cercano. Pongo un brazo a su alrededor y la atraigo hacia mí.

– Venga -digo inútilmente. Ella no reacciona. Le cojo la mano, que se queda inerte en la mía.

– Nunca debería haber llegado hasta este punto -parlotea Harry de espaldas a nosotros, junto a la ventana, como un general supervisando el campo de batalla-. Nunca deberían haber dejado que llegáramos a esto.

Se da la vuelta y nos mira a los dos, como si estuviera pidiendo una respuesta. Liz le devuelve la mirada con la cara cubierta de lágrimas.

– Déjalo, Harry -le advierto-. No es el momento…

– ¿Cuándo será entonces el momento? -me corta-. ¿Cuándo quieres que empecemos a hablar de ello? ¿Cuando los problemas llamen a tu puerta?

– Hay un cadáver tirado en la calle a unos diez metros de aquí. Creo que ya han llegado a la puerta -le replico enfadado.

– Entonces, ¿qué vamos a hacer? -pregunta. Hay un incómodo matiz de pánico y desesperación en su alto tono de voz-. ¿Vamos a seguir sentados aquí? ¿Sólo vamos a…?

– ¿Qué podemos hacer? -le interrumpo, apretando un poco más la mano de Lizzie-. ¿Cuáles son las alternativas, Harry? ¿Debemos seguir sentados aquí manteniendo a los niños y a nosotros mismos seguros, o quieres que salgamos y nos unamos a la lucha?

– Eso es lo que ha provocado los problemas en primer lugar -argumenta.

– Exactamente, entonces ¿qué se supone que debemos hacer?

Ahora Harry me está apuntado con el dedo y sigue alzando la voz. No está siendo nada razonable y yo me estoy mordiendo el labio para no dejarme llevar por el pánico. Una vez más me pregunto si está a punto de cambiar.

– Esto es precisamente lo que la gente ha estado esperando -continúa con un tono incómodo-, una excusa para pelearse. No es que antes necesitaran muchas excusas, pero ahora ya no importa. La gente puede hacer lo que le dé la realísima gana sin temer las consecuencias. Es una oportunidad para que la chusma se muestre como lo que es y…

– Cállate -le chilla Lizzie enfadada-. Cállate, papá. No estás ayudando.

– Esa gente necesita mano dura -remacha, indiferente. Señala a la tele con un dedo acusador-. Y si los idiotas que dirigen las cadenas de televisión no hubieran sido tan sensacionalistas mostrando más y más violencia, quizá no estaríamos en este lío. Si sólo hubiera habido un poco de respeto por la autoridad, quizá todos hubiéramos…

– Ya no hay ninguna autoridad -le grito-. Ayer vi que un policía disparaba a sangre fría a la gente y después vi a otros agentes volver sus armas contra él y abatirlo. Las autoridades están tan jodidas como el resto de nosotros.

– Pero si la gente parase de…

– Por el amor de Dios, ¡cállate! -vuelve a chillar Liz. Aparta su mano de la mía y sale corriendo de la habitación. La veo desaparecer por el pasillo y casi de inmediato empieza la paranoia. Harry está ahora callado, ¿es Liz la que está cambiando? ¿Va camino de las habitaciones de los niños? ¿Va a hacerles daño? Me levanto y voy tras ella. Me siento aliviado cuando veo que se ha encerrado en el baño y me siento estúpido y culpable por pensar que pudiera estar haciendo cualquier otra cosa. Lentamente vuelvo a la sala de estar, donde parece que Harry finalmente se está calmando.

– ¿Está bien? -gruñe.

Asiento pero no me puedo animar a hablarle. Me vuelve la espalda de nuevo y continúa contemplando cómo sale humo del edificio en llamas de Colville Way.

VIERNES

27

No estoy seguro de a qué hora me fui a dormir. Estuve tendido en la cama durante horas intentando (y fracasando) encontrar un sentido a todo lo que está pasando. Durante la noche debo de haber mirado el reloj despertador un centenar de veces o más. He visto cómo se escurría cada hora…

– Papá.

Aún estoy medio dormido pero Ed me despierta. Me siento con rapidez. ¿Qué va mal? ¿Qué está ocurriendo? Me froto los ojos e intento enfocarlos en la cara de mi hijo. La habitación está oscura pero me parece que está bien. Miro a un lado, y veo que Lizzie sigue durmiendo a mi lado en la cama. Ella también parece que está bien.

– Papá -repite, molesto porque no le he contestado.

– ¿Qué ocurre? -murmuro-. ¿Están bien tus hermanos?

Asiente. Lo que me tiene que decir obviamente no tiene nada que ver con Ellis o Josh.

– La tele se ha estropeado -gruñe.

Me dejo caer en la almohada, aliviado. ¿Eso es todo? Gracias a Dios.

– ¿Qué le pasa? -pregunto, intentando parecer interesado.

– No se ve ninguna imagen.

– ¿Está enchufada?

– Sí -gruñe-. No soy idiota.

Estoy demasiado cansado para regañarle por ser tan maleducado.

– ¿Has comprobados los cables de la parte de atrás?

– No los he tocado. Ayer funcionaba, ¿no?

– ¿Y la tele de tu dormitorio?

– No sintonizo el canal que quiero en mi tele. Venga, papá, levántate.

– Iré a echarle un vistazo en un par de minutos -bostezo-. Déjame un rato más…

– Pero mi programa se emite ahora -protesta-. Por favor, papá.

Cierro los ojos durante unos pocos segundos pero es evidente que no voy a tener paz hasta que Ed consiga que arregle la tele. Maldiciendo en voz baja me levanto, atravieso tambaleándome el frío suelo del dormitorio y sigo hasta el pasillo, evitando a Harry cuando me lo encuentro en la puerta de la cocina. Ed pasa a mi lado cuando llegamos a la sala de estar. Coge el mando a distancia y enciende la tele.

– Mira… -dice mientras va cambiando de canales.

Me siento y contemplo la pantalla.

– ¿Qué ocurre? -pregunta Harry, entrando en la habitación detrás de nosotros.

– Se ha roto la tele -le explica Ed.

– No está rota -replico mientras voy cambiando de canal.

– ¿Has comprobado la antena? -sugiere Harry.

– No le ocurre nada -le digo a los dos-, mirad.

Harry se aparta para poder ver la pantalla. Y ahora puede ver lo que yo he estado mirando. En todos los canales aparece lo mismo. Una pantalla negra con un texto de color muy blanco.

Mantengan la calma no se dejen llevar por el pánico.

Manténganse a cubierto esperen nuevas instrucciones.

La situación está bajo control.

28

Son las once, y Lizzie, Harry y los niños están sentados en la sala de estar. Algo está ocurriendo en el exterior. Los demás todavía no se han dado cuenta. No quiero que los niños y Liz tengan otro sobresalto, de manera que no le he dicho nada a nadie. Empezó hace una media hora. He oído vehículos pesados moviéndose en la distancia y algún chillido y grito ocasional. También he oído disparos.

He intentado mirar por todas las ventanas del piso pero no puedo ver lo que está pasando. Tengo que saberlo. Me aseguro de que los demás están distraídos y me escabullo del piso. Me paro en mitad del rellano. Todo parece igual a como estaba cuando salí ayer, pero hoy la sensación es diferente a causa de lo que hay escaleras arriba. Me paro al pie de las escaleras y, durante un segundo, me planteo volver al piso. Tendré una mejor vista desde los pisos superiores pero me da miedo subir. No creo que haya nadie ahí arriba; el coche de la gente del piso superior sigue sin aparecer y no puedo oír nada. Pero ¿qué pasa con el cuerpo? Sé que el hombre en el rellano está muerto pero ¿tengo huevos para pasar al lado del cadáver? Mi cabeza se llena de repente con estúpidas imágenes de pesadilla de unas manos sin vida que intentan agarrarme. El sonido de otro disparo en la distancia me espolea para entrar en acción. Respiro hondo y subo corriendo las escaleras, sin parar hasta llegar al último piso. Espío por la puerta medio abierta para asegurarme de que sigue vacío, después entro.