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Un repentino crujido de estática de radio y los soldados que nos vigilan se ponen en movimiento. Al otro extremo se abren unas puertas, que libera inmediatamente la presión y permite a la multitud fluir hacia otra enorme sala como si fuera agua saliendo por un agujero en la presa. No me quiero mover pero, como todo el mundo, no tengo alternativa. Sé que cuanto más me interne en este edificio, menos oportunidades tendré de volver a salir, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Me llevan adelante por el simple peso y presión de todos los que me rodean, y todos avanzamos por el miedo a las armas, que no dejan de apuntarnos.

Espacio.

Inesperadamente me encuentro con espacio y soy capaz de moverme libremente. Me paro y giro a mi alrededor, desesperado por saber dónde estoy. La intensidad de la luz en la sala es enervantemente baja y la gente a mi alrededor está aterrorizada. Están chillando, gritando y pidiendo ayuda. Contemplo impotente cómo las puertas por las que acabamos de entrar son cerradas y atrancadas desde dentro por más soldados. Visten uniformes diferentes de los otros. Llevan máscaras. ¿Son máscaras antigás? ¿No puede ser…?

Cadáveres.

Mis ojos se están acostumbrando rápidamente a la pobre luz amarilla y puedo ver cadáveres. Dios santo, esta sala está repleta de ellos. Están por todas partes: amontonados contra las paredes, apilados unos encima de otros a los largo de toda la salida, alineados en el suelo… mis peores sospechas y temores eran correctos. El edificio es un matadero. Nos han traído aquí para matarnos. Nos están catalogando y destruyendo.

Tengo que salir. Corro hacia las puertas cerradas pero uno de los guardias enmascarados me golpea. Ahora he perdido cualquier autocontrol y tengo que luchar. Sé que estos soldados están armados, pero no tengo alternativa y sé que, de todas formas, estoy muerto. Me levanto y corro de nuevo hacia el guardia con una velocidad, una fuerza y una determinación que no creía poseer. Me lanzo hacia él y lo tiro al suelo antes de que pueda reaccionar. Me doy cuenta de que más gente ha empezado a pelear a mi alrededor mientras le quito el arma y le arranco la máscara. Me mira con ojos fríos y llenos de odio mientras golpeo una y otra vez su cara, machando su carne con mis puños. Continúo mucho después de que sé que ha perdido la consciencia. No puedo parar hasta que estoy seguro de que está muerto…

A mis espaldas suena una ráfaga. Me giro con rapidez y veo que otro de los soldados ha abierto fuego contra la multitud. Algunos han caído ya, el resto de nosotros intenta cubrirse pero no hay dónde esconderse. Desesperado, recojo el cuerpo del soldado que se encuentra debajo de mí y me lo coloco delante como si fuera un escudo, con la esperanza de que parará la fuerza de cualquier disparo que venga en mi dirección.

Ahora están disparando dos soldados. Uno de ellos ha subido por una escalera metálica hasta una galería que recorre las vigas del edificio y está abatiendo personas a discreción. Por encima de la terrible confusión y la carnicería ahora puedo oír otro sonido, de manera que miro hacia el techo, aterrorizado. Una maquinaria, traqueteo de maquinaria. El siseo de un gas. Colgados en los cuatro rincones de la sala se encuentran grandes cajas de metal con frontales de ventilación que parecen unidades de aire acondicionado. El aire delante de cada una de las máquinas parece rielar como si fuera consecuencia del bochorno. Sé que ha comenzado. Tiro el cuerpo y empiezo a buscar en el suelo la máscara que le arranqué de la cara hace unos segundos. El suelo está cubierto de sangre, cuerpos y…

El mundo a mi alrededor explota.

Me dejo caer al suelo y me cubro la cabeza cuando el extremo más alejado de la sala en la que estamos atrapados estalla a causa de un impacto tremendo y lanza esquirlas y carne muerta en todas las direcciones concebibles. Todo se vuelve negro. El ruido de la explosión empieza a difuminarse y es reemplazado por chillidos y gritos de dolor, y de miedo, y ruido de combate.

– ¡Corred! -grita una voz apagada por encima de la locura y la histeria.

El instinto toma el mando. Me levanto, pisando y tropezando por encima de cascotes y los restos de los cuerpos, y me abro paso por medio de las nubes de polvo y la muchedumbre de figuras aterrorizadas. A mi alrededor sólo hay disparos y confusión. Justo delante de mí una mujer cae abatida por un disparo. Por una décima de segundo veo cómo la sangre, la carne y el hueso explota en su espalda y cae al suelo como una muñeca rota. No puedo hacer nada más que correr por encima de su cadáver. Una ola de personas desesperadas se mueve a mis espaldas y no puedo parar, no tengo más alternativa que seguir adelante, cabalgando la ola de cuerpos. Levanto la mirada y veo que estamos corriendo hacia unos soldados con las armas levantadas. Pero estos soldados no llevan máscaras. Sus caras y ojos están desprotegidos e inmediatamente sé que están de nuestra parte. Gracias a Dios esa gente está de nuestra parte.

Aun así seguimos atravesando a trompicones la carnicería, con el suelo bajo nuestros pies cada vez más irregular y lleno de cascotes. Los restos de gente como yo mezclados con los de soldados enemigos. En este grotesco baño de sangre es imposible diferenciarlos. Las explosiones no hacen diferencias entre nosotros y ellos. A mi alrededor puedo ver brazos y piernas arrancados, huesos destrozados y trozos de metal retorcidos y afilados como cuchillas.

– Moveos -grita otra voz.

Noto la lluvia en mi cara y me doy cuenta de que vuelvo a estar en el exterior, aunque hay pequeños montones de cascotes a ambos lados de algo que antes eran paredes. Otros se han parado, pero yo sigo adelante. Otro estruendo ensordecedor me distrae y miro hacia arriba para ver un helicóptero que ruge muy bajo. Dispara un misil hacia una larga fila de camiones, parados a lo largo de lo que ha quedado del edificio, ahora en llamas, del que acabo de escapar. Coño, esto es una jodida guerra en toda regla. Atravieso corriendo un área baldía e irregular y me tiro al suelo cuando más proyectiles explotan cerca de mí. A mi izquierda surge un brillante rayo de luz y siento cómo mi cuerpo se desplaza solo sobre el suelo, impulsado por la enorme fuerza expansiva de otra explosión. Estoy sordo de un oído e intento recobrar el equilibrio cuando me levanto para seguir adelante. A mi alrededor están los cuerpos de los que han caído. La cara de un joven ha recibido toda la fuerza de la explosión. Sus ojos sin vida me miran impotentes. La parte inferior de su cara, todo lo que hay por debajo del labio superior, ha desaparecido. A mis pies se encuentra el cuerpo de una mujer, boca abajo entre los escombros. Su espalda está ennegrecida y calcinada, y la mayor parte de su ropa se ha quemado. Podría ser Karin, la chica de la fila. Durante una fracción de segundo me asalta la idea de volver para comprobarlo pero sé que eso no tiene ningún sentido. No importa.

En el cielo, directamente encima de mí, un segundo helicóptero desciende en picado y dispara hacia el edificio del que acabo de escapar, matando a decenas de personas desprotegidas que siguen abriéndose paso entre los escombros. Consigo dar unos pocos pasos tambaleantes más antes de volverme a tirar al suelo, cuando vuelve el primer helicóptero y abre fuego sobre el segundo. Un misil dirigido con precisión impacta en el centro de la cola, separando el rotor del resto del aparato, que cae haciendo espirales hasta el suelo, donde impacta y explota, llenando la noche con más fuegos. El caos se ha desatado a mi alrededor, el ruido ensordecedor y la histeria de una batalla a muerte. Pero ¿quién está luchando?

– Salid de aquí -grita un soldado, tirando de gente como yo para que se levante del suelo y empujándola para que siga adelante.

Sigo a la multitud hacia una puerta abierta en lo que queda de la valla de alambre de espino que rodeaba el lugar. Casi como si fuéramos una sola persona, corremos por un sendero de grava que se pierde serpenteante en la oscuridad. Ahora que estamos libres nos vemos como una jauría. Aquí los enemigos son pocos y están aislados. Cuando los descubrimos nos lanzamos sobre ellos y los destrozamos. Detrás de mí, el edificio en llamas se encuentra bañado en luz. Miro hacia atrás el tiempo suficiente para ver a cientos de figuras huyendo de él en todas las direcciones.