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– ¿Dónde está ahora?

– Los rumores dicen que está muerto.

– Estupendo.

– No importa. Hizo lo que quería hacer antes de que lo atraparan.

– ¿Qué era?

– Quería que supiéramos lo que estaba ocurriendo. Quería avisarnos. Quería coordinarnos.

– ¿Coordinarnos?

– Asegurarse de que todos supiéramos lo que debemos hacer.

– ¿Y de qué se trata?

– ¿Por qué no reproduces el jodido mensaje?

El hombre se inclina hacia delante y recoge el teléfono. Se debate con los botones durante un segundo pero enseguida consigue localizar el archivo y lo abre. Al principio resulta difícil comprender las palabras. Ajusta el volumen y levanta el teléfono para que todos podamos escuchar lo que se está diciendo.

– Si estáis escuchando esto -dice la cansada voz de Ankin, que suena débil y distorsionada- es muy posible que no tengáis ni la más mínima idea de lo que os ha ocurrido o de lo que le está ocurriendo al resto del país. No sabéis por qué os sentís como os sentís o por qué vuestra vida ha cambiado radicalmente. Os daré un poco de información pero no seré capaz de responder a todas vuestras preguntas. Os explicaré lo que sé pero eso no es lo importante ahora. En última instancia no importa por qué ha ocurrido o qué lo ha provocado, lo que importa es cómo lo manejaremos. Por la naturaleza sin precedentes del cambio y de sus efectos en nuestra sociedad tenemos que actuar ahora mismo y lo debemos hacer con rapidez. Habrá tiempo suficiente para buscar las razones cuando la lucha haya terminado.

Me remuevo en el suelo y miro los otros rostros reunidos alrededor del teléfono. Miran fijamente el aparatito con una expresión sorprendida. No estoy seguro de que alguno de ellos crea lo que está escuchando.

– Dicho con sencillez -prosigue la voz de Ankin-, existe una diferencia genética fundamental entre nosotros y ellos. Una diferencia básica y fundamental que, hasta ahora, había permanecido latente. Aún no puedo deciros por qué, pero ha ocurrido algo que ha disparado el cambio y dicho cambio ha creado el odio. Si estáis esperando de mí una explicación más científica, no puedo darla. Si estáis esperando que explique por qué no podemos seguir viviendo junto a las personas que amamos, con las que hemos vivido y trabajado hasta hace sólo un par de semanas, no lo sé. Algún día lo comprenderemos, pero hoy no tenemos el lujo del tiempo ni de los recursos para descubrirlo.

«Inicialmente se supuso que el cambio estaba limitado a una pequeña minoría de la población. Antes de que me pasara a mí, cuando todavía conservaba el cargo, vi cifras que indicaban que nuestro número era mucho mayor de lo que se pensaba al principio. Es posible que tres de cada diez sean como nosotros. Eso representa alrededor del treinta por ciento de la población. Eso es suficiente para plantarles batalla y tener posibilidades de victoria.

»El cambio elimina algunos de los frenos que tenemos. En palabras muy sencillas, nos hace menos susceptibles de comer mierda y más dispuestos a la acción. El cambio parece que amplía nuestros instintos. Inmediatamente sabemos quién es como nosotros y quién no. Sabemos quién representa una amenaza y quién está de nuestro lado. Muchas de las capas de condicionamiento y control que nos impone la sociedad han sido eliminadas por el cambio. Ahora luchas cuando tienes que luchar y destruyes al enemigo porque sabes que te destruirá si le das la más mínima oportunidad.

»Hasta ahora nos habíamos discriminado por razón de raza, religión, edad, género y por cualquier otra característica imaginable. Mirad esta noche a vuestro alrededor y veréis que esas diferencias han desaparecido. Ahora, para simplificar las cosas al máximo, sólo estamos "nosotros" y "ellos", y es imposible que coexistamos. No tenemos más alternativa que luchar, y tenemos que seguir luchando hasta que los hayamos eliminado.

»El cambio se ha extendido por todo el mundo a una velocidad increíble. Ningún rincón del planeta se ha librado. Estamos por todas partes. Tenéis que recordar que no somos los perdedores. Su ventaja sólo está en el número. Nosotros hemos servido en todos los niveles y entre nosotros hay expertos en todas las profesiones. Entre nosotros tenemos todas las aptitudes imaginables. Tenemos todo lo que necesitamos para luchar y destruirlos.

«Olvidad vuestro pasado. Olvidad vuestras familias y amigos, y quiénes erais antes. Con el tiempo se restablecerá algún tipo de normalidad. Hasta entonces no tenemos más alternativa que luchar.

El mensaje ha terminado y miro incrédulo el teléfono. ¿Se trata de una broma? ¿Puede ser verdad algo de todo eso? Por un momento me siento abrumado, incapaz de asumirlo. Después, mi cabeza se empieza a llenar con el recuerdo de los acontecimientos de la última semana y en especial del último día -las muertes, la batalla, el derramamiento de sangre, las emociones- y sé que hasta la última palabra que he escuchado es cierta. Recuerdo los sentimientos de fuerza y poder que sentí al matar a los soldados enemigos con mis manos sólo hace unos horas y sé que todo es verdad. Imposible e indemostrable, pero verdad.

DOMINGO

44

Las palabras del político muerto aún resuenan en mi cabeza cuando me despierto. He dormido poco más de una hora pero me siento tan fresco como si lo hubiera hecho durante toda la noche. Levanto la vista a la cubierta de hojas y ramas retorcidas sobre mi cabeza. Un rostro familiar me devuelve la mirada.

– Me pareció que eras tú -dice Patrick-. Conseguiste huir.

Me siento con rapidez. Nos damos la mano. Miro a mi alrededor y veo que mucha más gente ha llegado mientras he estado durmiendo.

– ¿Te encuentras bien? -le pregunto mientras me levanto y me estiro.

– Estupendamente, de cojones -responde con una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Y tú?

Lo pienso antes de contestar. En menos de veinticuatro horas he perdido todo lo que me solía importar. Me debería sentir abatido, destrozado y vacío, pero no lo estoy. Me hago eco de los sentimientos de Patrick. Me siento increíble. Me siento vivo. Mi cuerpo está lleno de energía y de fuerza. Mi mente está clara. Estoy preparado para hacer lo que tengo que hacer.

– Nunca me he sentido así -le explico-. Nunca me he sentido tan bien.

No pasa mucho tiempos antes de que nos vayamos. Los guías que nos han traído hasta aquí nos dijeron que hay un pueblo al otro lado del valle. Empezaremos por allí. Sé exactamente lo que tengo que hacer. Ahora estoy preparado para entrar en las calles y destruir a tantos de ellos como pueda encontrar. Esta guerra acaba de empezar.

Abandonamos los árboles al final del valle y salimos a una mañana clara y seca. El sol está empezando a salir y ya puedo oír el sonidos de los combates que llega con la brisa. Hay un rastro de humo en el aire: el olor de un mundo que se rompe en pedazos.

Dios santo, me siento fuerte. Ahora sé que finalmente me he librado de las cadenas y los frenos de la vida que solía llevar y ahora soy libre de seguir mis instintos y de hacer lo que he nacido para hacer. Por primera vez desde que la dejé, esta mañana puedo pensar en Ellis y no sentir ningún dolor. Sé que mi pequeña está en algún sitio ahí fuera, matando por nosotros. Espero que la vuelva a encontrar algún día. Le diré lo orgulloso que estoy de ella.

Nos movemos como una jauría, desplazándonos por la empinada ladera de la colina que se yergue sobre nosotros. Alcanzamos la cima y casi no he perdido el aliento. Estoy al lado de Patrick y juntos contemplamos una escena realmente bella. En la distancia podemos ver el pueblo y está ardiendo. Ya se están librando combates en las calles. Las explosiones golpean los edificios y los reducen a escombros. La gente corre, luchando y matando.

Resulta inspirador.

Patrick sonríe como un niño la mañana del día de Navidad.