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– Mientras tomas una ducha, te sacaré alguna ropa limpia y Teddy puede tomar algo de desayuno contigo en la cafetería. Lamento mucho que tengais que apresuraros, pero Dallie empieza su recorrido dentro de una hora. Tengo los pases listos. Asegúrate que os ve enseguida.

– No entiendo por qué no puedes llevar a Teddy a mirar el partido -se quejó Holly Grace-. Es ridículo arrastrarme hasta aquí solamente para escoltar a tu hijo a un torneo de golf.

Francesca puso a Holly Grace de pie y luego la empujó hacia el cuarto de baño.

– Necesito que tengas una fe ciega en mí en estos momentos. ¡Por favor!

* * *

Cuarenta y cinco minutos más tarde, Francesca apoyó la espalda en la puerta cuando volvió de dejar a Holly Grace y Teddy en el coche, teniendo cuidado de que nadie pudiera verla y reconocerla.

Sabía lo rápido que viajaban los chismes, y a no ser que fuera absolutamente necesario, no tenía ninguna intención de dejar que Dallie supiera que ella estaba cerca. En cuanto se quedó sóla, puso rápidamente la televisión para empaparse con la retrasmisión de la jornada.

Seve Ballesteros lideraba el torneo después de la primera ronda, así que Dallie no estaba de muy buen humor cuando llegó al campo. A Dallie no le desagradaba Seve, hasta que Francesca le contó embobada lo guapo que era y como le gustaba.

Ahora simplemente ver al jugador español de cabellos morenos le sacaba de sus casillas. Miró hacía el tablón que anunciaba los resultados y confirmó lo que ya sabía, que Jack Nicklaus había terminado con cinco golpes sobre el par el día antes, haciendo un recorrido aún peor que él.

Dallie sentía una satisfacción cobarde. Nicklaus envejecía; los años finalmente hacían que los seres humanos sucumbieran… acabando con el incomparable reinado del Oso Dorado de Columbus, Ohio.

Skeet caminaba delante de Dallie hacia el tee de salida.

– Tienes una pequeña sorpresa allí -le dijo, haciendo gestos hacía la izquierda.

Dallie siguió la dirección de su mirada y sonrió abiertamente cuando descubrió a Holly Grace justo detrás de las cuerdas, en primera linea de aficionados. Comenzó a acercarse, sólo para pararse de golpe al reconocer a Teddy a su lado.

Una cólera ciega le inundó. ¿Cómo esa mujercita podía ser tan vengativa? Sabía que Francesca había enviado a Teddy y sabía por qué. Había enviado al muchacho para burlárse de él, recordándole cada repugnante palabra que había lanzado sobre él. Normalmente le habría gustado tener a Teddy siguiendo su partido, pero no en el Clásico… No en un torneo donde nunca había tenido éxito.

Sucedía que Francesca quería que Teddy le viera derrotado, y sólo de pensarlo se ponía tan furioso que no podía contenerse. Sus sentimientos debieron ser trasparentes, porque Teddy bajó la mirada a sus pies, para luego levantarla otra vez con aquella expresión tercamente obstinada que Dallie había crecido conociéndola demasiado bien.

Dallie recordó que Teddy no tenía culpa de nada, pero le llevó todo su autocontrol seguir acercándose para saludarlos. Sus admiradores en la grada inmediatamente comenzaron a hacerle preguntas y a animarle.

Bromeó con ellos un poco, alegrándose de la distracción porque no sabía que decirle a Teddy. "Siento que nuestra relación haya empezado tan mal, siento no haber hablado más contigo, no haberte dicho lo que significas para mí, lo orgulloso que me sentí cuando defendiste a tu madre aquel día en Wynette".

Skeet estaba esperándolo cuando Dallie giró alejándose de la grada.

– ¿Es la primera vez que Teddy va a verte jugar, verdad? -dijo Skeet, dándole el palo-. Sería una verguenza que no viera tu mejor juego.

Dallie le miró tormentosamente y comenzó a andar hacía el tee. Sentía los músculos de sus hombros y espalda tan tensos como bandas de acero. Normalmente bromeaba con la muchedumbre antes de golpear, pero hoy no podía hacerlo.

Sentía el palo extraño en su mano. Miró a Teddy y vio el pequeño ceño fruncido en su frente, con total concentración. Dallie se obligó a concentrarse en lo que tenía que hacer… en lo que podía hacer.

Respiró hondo, miró la pelota, inclinó ligeramente las rodillas, balanceó hacía atrás el palo y la golpeó, usando toda su fuerza.

Aerotransportándola.

La multitud aplaudió. La pelota salió despedida hacía la exuberante calle verde, un punto blanco apresurándose contra un cielo despejado. Comenzó a descender, dirigiéndose directamente hacia el grupo de magnolias dónde la había mandado Dallie el día anterior. Pero entonces, finalmente, la pelota se desvió a la derecha para que aterrizar en la calle en una posición perfecta.

Dallie oyó unas palmas típicas de Texas por detrás él y se giró para sonreír a Holly Grace. Skeet le puso los pulgares hacía arriba, e incluso Teddy tenía una media sonrisa en su cara.

* * *

Esa noche, Dallie se acostó pensando que finalmente tenía el Antiguo Testamento sobre sus rodillas. Mientras los líderes del torneo habían caído víctima de un fuerte viento, Dallie había firmado una tarjeta de 3 bajo par, para arreglar algo el desastre del primer día y ascendió vertiginosamente en la tabla de posiciones, demostrándole a su hijo un poco del mejor golf que se podía jugar.

Seve estaba todavía allí, junto con Fuzzy Zoeller y Greg Norman. Watson y Crenshaw estaban fuera. Nicklaus había jugado una ronda mediocre, pero el Oso Dorado no renunciaba fácilmente, y había hecho los golpes justos para pasar el corte.

Mientras intentaba dormirse, se dijo que tenía que concentrarse en Seve y los demás, y no en Nicklaus. Jack estaba 8 sobre el par, demasiado alejado de los líderes y demasiado mayor para intentar algún recorrido milagroso de última hora.

Pero cuando Dallie dio un puñetazo en la almohada para hacerle forma, oyó la voz del Oso susurrándole como si estuviera a su lado en la habitación.

No me dejes fuera, Beaudine. No me parezco a tí. Nunca abandono.

* * *

Dallie no pudo mantener la concentración el tercer día. A pesar de la presencia de Holly Grace y Teddy, su juego fue mediocre y terminó con 3 sobre la par. Había fallado varios golpes sencillos, pero de todas formas estaba empatado en el segundo lugar a dos golpes del lider.

Hacia el final de los partidos del tercer día, a Francesca le dolía la cabeza de mirar tanto tiempo la pequeña pantalla de televisión del hotel. En la CBS, Pat Summerall comenzó a resumir los partidos del día.

– Dallie Beaudine nunca ha jugado bien bajo presión, y me pareció que hoy jugaba bastante tenso.

– El ruido del público obviamente le molestó -observó Ken Venturi-. Tienes que pensar que Jack Nicklaus jugaba en el partido directamente detrás de Dallie, y cuando Jack está inspirado, como fue el caso hoy, la gente se vuelve loca. Según van subiendo los aplausos, sabes que los otros jugadores los pueden oír y saber que el Oso ha hecho otro golpe espectacular. Esto provoca poner nerviosos a los líderes del torneo.

– Será interesante ver si Dallie puede cambiar su pauta de derrotas en el último día y hacerlo bien mañana -dijo Summerall-. Es un excelente golpeador, tiene uno de los mejores swings del circuito, y siempre ha sido muy querido por los aficionados. Sabes de sobra que estarían encantados de verlo por fin ganar.

– Pero la verdadera noticia aquí hoy es Jack Nicklaus -concluyó Ken Venturi-. Con 47 años, el Oso Dorado de Columbus, Ohio, ha conseguido un increíble 67… 5 golpes bajo el par, empatando en la segunda posición, junto con Seve Ballesteros y Dallas Beaudine…

Francesca apagó el televisor. Debería estar contenta de que Dallie fuera uno de los líderes del torneo, pero el último dia era siempre su punto débil. Por lo que había ocurrido hoy, tenía que reconocer que la presencia de Teddy no había sido suficiente estímulo para él.