– Puedo sentir tu fuerza de la vida golpeando tan intensamente el aire que me roba el aliento. Arrojas vibraciones invisibles con apenas el movimiento más pequeño de la cabeza -él apretó la mano en su mejilla-. Estoy absolutamente seguro que nunca me equivoco con las personas. Tócame la piel. Estoy sudando.
Ella sonrió.
– Quizás los langostinos estaban poco frescos.
El asió la mano y besó sus puntas de los dedos.
– Es amor. Me he enamorado. Yo absolutamente te tengo que tener en mi película. En el momento en que te vi, supe que eras perfecta para hacer mi Lucinda.
Francesca levantó una ceja.
– Yo no soy una actriz. ¿Quién te dió esa idea?
El frunció el entrecejo.
– Nunca pongo etiquetas a las personas. Tú eres lo que yo percibo que seas. Le diré a mi productor que simplemente me niego a hacer la película sin tí.
– ¿No piensas que eso sería algo muy extraño? -dijo con una sonrisa-. Practicamente lo has decidido en menos de cinco minutos.
– Lo he sabido toda mi vida, y siempre confío en mis instintos; eso es lo que me diferencia de los otros -los labios formaron un óvalo perfecto y emitieron un segundo anillo del humo-. El papel es pequeño pero memorable. Experimento con el concepto del viaje físico así como espiritual en el tiempo… una plantación meridional en la cima de su prosperidad en el siglo XIX y luego la misma plantación hoy, abandonada y decadente. Quiero utilizarte al principio en varias escenas cortas pero infinitamente memorables, mostrándote como una joven virgen inglesa que viene a la plantación. No tiene guión, pero su presencia consume absolutamente la pantalla. Esto podría ser un gran escaparate si estás interesada en hacer una carrera.
Por una fracción de segundo, Francesca sintió realmente una tierra virgen, teniendo una loca e irracional tentación. Una carrera cinematográfica sería la respuesta perfecta a todas sus dificultades financieras, y la actuación y el drama siempre han sido parte de ella.
Pensó en su amiga Marisa Berenson, que le iba fenomenalmente bien en su carrera cinematográfica, y entonces casi se rió en voz alta ante su propia candidez. Los verdaderos directores no abordaban a mujeres extrañas en cócteles y les ofrecían papeles cinematográficos.
Byron había sacado un pequeño cuaderno con pastas de cuero del bolsillo del pecho y garabateaba algo adentro con una pluma de oro.
– Tengo que salir de Londres mañana para los Estados Unidos, así que me llamas a mi hotel antes del mediodía. Aquí podrás localizarme. No me desilusiones, Francesca. Mi futuro entero depende de tu decisión. No puedes rechazar esta oportunidad de aparecer en una pelicula americana de alto nivel.
Cuando tomó el papel y lo deslizó en su bolsillo, ella se refrenó de comentarle que esa Delta Blood no sonaba precisamente como una pelicula americana de alto nivel.
– He estado encantada de hablar contigo, Lloyd, pero comprende que no soy una actriz.
El presionó ambas manos, una conteniendo su bebida y la otra su boquilla, sobre sus orejas de modo que parecía una criatura espacial echando humo.
– ¡Nada de pensamientos negativos! Tú eres lo que te propongas ser. Una mente creadora rechaza absolutamente los pensamientos negativos. Llámame antes de mediodía, querida. ¡Simplemente te tengo que tener!
Con eso, él se dirigió hacia Miranda. Mientras lo miraba, Francesca sintió una mano pasarle por los hombros, y una voz cuchicheando en su oído:
– Él no es el único que te tiene que tener.
– Nicky Gwynwyck, eres un horrible maníaco sexual -dijo Francesca, girando para plantar un beso fugaz en la mandíbula lisamente afeitada-. Acabo de encontrar al hombrecito más divertido. ¿Lo conoces?
Nicholas sacudió la cabeza.
– Es uno de los amigos de Miranda. Ven conmigo al comedor, querida. Quiero mostrarle lo nuevo de Kooning.
Francesca inspeccionó obedientemente la pintura, y siguió charlado con varios amigos de Nicky. Se olvidó por completo de Lloyd Byron hasta que Miranda Gwynwyck la abordó cuando ella y Nicholas se preparaban para salir.
– Felicidades, Francesca -dijo Miranda-. He oído la maravillosa noticia. Pareces tener un talento especial para aterrizar de pie. Igual que un gato…
Francesca sentía una seria aversión por hermana de Nicholas. Encontraba a Miranda seca y estirada como la ramita marrón flaca a la que se parecía, así como ridículo su afán sobreprotector hacía un hermano suficientemente mayor para cuidar de si mismo. Las dos mujeres habían renunciado hacía bastante tiempo a mantener algo más que una superficial cortesía.
– Hablando de gatos -dijo agradablemente-. Estás verdaderamente divina, Miranda. Cómo sabes combinar y jugar con las rayas. ¿Pero acerca de qué noticias maravillosas hablas?
– ¿De qué?, de la película de Lloyd, por supuesto. Antes de irse, me dijo que te reservaba un papel importante. Todos en la sala se mueren de envidia.
– ¿Y realmente lo creiste? -Francesca subió una ceja.
– ¿No es cierto?
– Por supuesto que no. No creo que me convenga aparecer en películas de cuarta categoria.
La hermana de Nicholas echó la cabeza atrás y rió, sus ojos brillando con un brillo inusitado.
– Pobre Francesca. De cuarta categoría, verdaderamente. Pensaba que sabías más. Obviamente no estas tan al corriente como quieres hacer creer.
Francesca, que consideraba estar al corriente de todo de las personas a las que conocía, apenas podía ocultar su molestia.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Lo lamento, querida, no lo dije para insultarte. Acabo de comprender que no has oído nada de Lloyd. El ganó la Palma de Oro en Cannes hace cuatro años, ¿no lo recuerdas? Los críticos simplemente le adoran,todas sus películas son unas alegorías maravillosas,y ciertamente su nueva producción será un éxito inmenso. El trabaja sólo con los mejores.
Francesca sintió una emoción diminuta de entusiasmo cuando Miranda pasó a enumerar todos los famosos actores con quién Byron había trabajado. A pesar de su política, Miranda Gwynwyck era un tremenda esnob, y si ella consideraba a Lloyd Byron un director respetable, Francesca decidió que necesitaba dar a su oferta un poco más de consideración.
Desgraciadamente, tan pronto como dejaron el hogar de su hermana, Nicky la llevó a un club privado que acaban de abrir en Chelsea.
Permanecieron hasta casi la una, y entonces él intentó propasarse de nuevo y tuvieron otra discursión terrible, absolutamente la última, en cuanto a ella, por tanto no se fue a dormir hasta muy tarde. Como resultado, era mediodía bien pasada cuando se despertó al día siguiente, e incluso se levanto entonces porque Miranda la llamó para preguntarle algo absurdo acerca de una modista.
Saltando fuera de cama, maldijo a la criada de Cissy que no la despertó más temprano y voló a través del alfombrado suelo del dormitorio de huéspedes, dejando abierta la cinta en la parte delantera de su camisón de salmón Natori cuando se movía. Se bañó rápidamente, se puso unos pantalones negros de lana sobrepasados con un suéter carmesí y amarillo de Sonia Rykiel. Después que aplicar lo indispensable de colorete, de sombra de ojo, y de brillo labial, poniéndose un par de botas hasta la rodilla de tacón alto, y llegó extenuada al hotel de Byron donde el empleado la informó que el director ya había salido.
– ¿Dejó algún recado? -preguntó, golpeando con las uñas impacientemente en el mostrador.
– Lo miraré.
El empleado volvió poco después con un sobre. Francesca lo abrió y escudriñó rápidamente el mensaje.
¡ Hosanna, querida Francesca!
Si lees esto, has recuperado el sentido común, aunque resulta verdaderamente inhumano que no me hayas llamado antes de irme. Me encontraré contigo en Louisiana este viernes como muy tarde. Vuela hasta Gulfport, Misisipí, y alquila un conductor que te lleve a la plantación de Wentworth según las direcciones que te incluyo. Mi ayudante preparará el permiso de trabajo, el contrato, etc., cuando llegues, y te reembolsará los gastos del viaje también. Manda tu aceptación inmediatamente con cuidado de no perder las direcciones, para que pueda ver de nuevo tu maravillosa sonrisa.