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– Ahora, la concursante número tres -prosiguió el alcalde-: se trata de una aficionada a la equitación que compite anualmente en el campeonato de carreras de barriles en el rodeo y la muestra de ganadería del condado.

– Hola, Brent -se oyó una voz atronadora que Brent no reconoció. Así que habían logrado conseguir al menos a una concursante con quien no había ido al colegio.

– Muy bien -dijo el alcalde, mientras dirigía a Brent a una banqueta-. Ustedes, damas, tomen asiento, y vamos a comenzar.

Del otro lado del tabique, Laura intentó dominar un nuevo ataque de nervios, mientras se ubicaba en la banqueta del medio. Jamás debió aceptar meterse en esto. Se sentía como un cervatillo indefenso atrapado en los faros de un automóvil. Por supuesto, sentada entre Janet, enfundada en su ceñido solero de flores, y Stacey, en su camisa vaquera de vivos colores y su falda de jean, era posible que nadie la advirtiera.

Oyó por el equipo de audio al alcalde Davis explicando que habían pedido a Brent que pensara en preguntas que no revelaran la identidad de las concursantes:

– Entonces, Brent, ¿tienes las preguntas preparadas?

– Por supuesto que sí -respondió Brent en su voz nítida y grave. Le costaba creer que después de todos estos años de pensar en él, estaba sentado a sólo unos pocos pasos, separados tan sólo por un delgado tabique. La idea de que franquearían el otro lado del tabique en pocos minutos y lo vería cara a cara hizo que se le acelerara el pulso-. Solteras, ahora que saben lo que busco en una mujer, me gustaría comenzar por preguntarle a cada una lo que busca en un hombre. ¿Concursante número uno?

Janet gritó encantada al ser elegida primera:

– Bueno, Brent, me gustan los hombres que son aficionados al deporte, especialmente los corredores -enfatizó la última palabra, ya que Brent había sido campeón velocista en el equipo de atletismo, un deporte que no requería demasiada interacción con los miembros del equipo. Una vez le había confiado a Laura que prefería las carreras de velocidad a las carreras de fondo porque absorbían por completo la mente del corredor, haciendo que lo olvidara todo excepto el esfuerzo de los músculos, la respiración profunda y el objetivo de llegar a la meta.

Janet se inclinó hacia delante y agregó:

– Creo que un hombre sudoroso en shorts es lo más sexy que hay.

Laura se sonrojó cuando una imagen del pasado le volvió a la mente: Brent usando shorts delgados de nailon y sin camisa mientras practicaba en la pista todos los días después de la escuela.

– Muy bieeen -dijo Brent, y ella contuvo el aliento, temiendo que sería la siguiente-. Concursante número… tres.

Soltó el aire aliviada, mientras que Stacey, una cajera del Banco, se irguió en su asiento.

– A mí me gusta un hombre que disfrute de la vida al aire libre -respondió Stacey-. Que sea abierto y sincero pero que no tenga miedo de atreverse a ser un poco salvaje.

Laura se rió, cuando la voz de Stacey descendió sugestivamente al final, transformándose en un susurro. Las demás mujeres del comité de recaudación de fondos las habían animado a adoptar el espíritu del juego, que fueran divertidas y provocativas. Janet y Stacey lo estaban haciendo a la perfección.

– Concursante número dos -dijo Brent, y ella se sobresaltó, advirtiendo que ahora le tocaba-. ¿Qué buscas tú en un hombre?

Intentó pensar en algo provocativo que pudiera decir, pero se quedó en blanco.

– Yo… este… ¿me gusta un hombre que esté… allí?

Alguien sentado entre el público soltó una risotada estruendosa, y Laura se encogió avergonzada.

– ¿Allí? -repitió Brent-. ¿Te refieres a que esté allí contigo… o en algún otro lugar?

– No -explicó Laura-, me refiero a que esté cerca, que sea confiable. Alguien que no proteste por hacer un par de tareas domésticas.

– ¡Sigue soñando, linda! -gritó una mujer, esta vez.

El alcalde carraspeó:

– Tal vez debamos proseguir con la siguiente pregunta.

– Claro -con la soltura de un hombre acostumbrado a hablar en público, Brent se deslizó fácilmente en la siguiente pregunta-. Como todos sabemos, el camino más rápido al corazón del hombre es pasando por su estómago. Así que, concursante número tres, si estuviéramos saliendo, ¿qué plato tentador me prepararías para demostrarme cuánto te intereso?

– Veamos -Stacey pensó por un minuto, y luego sonrió-: Prepararía un picnic y extendería un mantel a la sombra de un árbol. Luego nos pondríamos en la boca, el uno al otro, con la mano, los pedazos de mi receta casera de pollo frito… y nos lameríamos mutuamente el jugo de los dedos.

Brent se rió; parecía más divertido que avergonzado, lo cual ayudó a que Laura se relajara. Tal vez eligiera a Stacey, lo cual solucionaría todas las cosas. Lo seguiría viendo pero no tendría que sufrir la pena de Greg, la ira de Janet, o ningún tipo de burla por parte de la gente del pueblo.

– Concursante número uno -dijo Brent-, ¿qué platos servirías?

Janet sacudió el cabello detrás de un hombro:

– Yo te prepararía un rico bife jugoso y lo serviría a la luz de las velas… desnuda.

La mitad del público lanzó un grito ahogado mientras la otra mitad se echó a reír a carcajadas.

– Bueno, no hay duda de que con eso llamarías la atención de un hombre -se rió entre dientes-; lo cual nos trae a la concursante dos -su voz se volvió más calurosa, como para que supiera que ya había adivinado cuál era-. ¿Qué apetitoso manjar me ofrecerías para demostrarme que te gusto?

Lo que tú desees, casi le sale de la boca, y luego frunció el entrecejo.

– Si realmente quisiera demostrar que me importas, no te taparía las arterias con un montón de colesterol. Te serviría pescado al horno con vegetales al vapor.

El público rezongó afablemente, y ella se animó. Mientras que no la eligiera, estaba salvada de ser mortificada.

– Última pregunta -anunció Brent-. Concursante número uno, como hombre goloso que soy, me gustaría saber qué postre me ofrecerías para rematar la cena.

– Cheesecake -respondió Janet, seductora-, con mi cerecita encima. Es tan acida y cremosa, que directamente se derretirá en tu boca.

Laura cerró los ojos y rogó que el suelo se la tragara. Hasta para Janet, esa respuesta había sido excesiva.

– ¿Concursante número tres? -preguntó Brent.

No queriendo ser menos, Stacey adoptó un ronroneo seductor:

– Yo te daría un trozo untuoso de torta de chocolate, para poder lamerte el glaseado de los labios.

– Bueno… eso suena realmente… interesante -el tono sugestivo de Brent provocó risas entre el público-. Está bien, concursante número dos, te toca a ti. ¿Con qué dulce me vas a tentar?

– Saludables galletas de avena -Laura esbozó una amplia sonrisa cuando el público emitió un gemido. Aun si Brent reconocía su voz, ningún hombre en sus cabales elegiría a una mujer que parecía tan aburrida.

– Muy bien, concursante número dos, acepto. ¿Por qué galletas de avena?

– Porque aun con toda esa mantequilla y azúcar, la avena conserva algún valor nutritivo.

– Saludables y nutritivas, ¿eh? -el profundo sonido de su risa le provocó un calor interno.

Desde detrás del escenario, sonó una campana.

– Tiempo -anunció el alcalde Davis, al tiempo que la música del Juego de las Citas comenzaba a tocar-. Y ahora llegó el momento de saber qué concursante elegirá nuestro soltero para la romántica cita soñada que hemos dispuesto en el Club de Golf de Riverwood -la música se apagó y el silencio se apoderó de la sala-. ¿Cuál será, entonces, Brent… acida y cremosa, saludable y nutritiva, o labios cubiertos de chocolate?