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Christine Feehan

Peligro Oscuro

Nº 21 de la Serie Oscura-Carpatos

Capítulo 1

Estuve medio vivo durante mil años.

Para entonces había abandonado toda esperanza de que nos conociéramos.

Demasiados siglos. Todo desaparece

mientras el tiempo y la oscuridad roban el color y la rima.

De Dominic para Solange

Los machos Carpatos sin compañera no soñaban. No veían en colores y ciertamente no sentían emociones. Dolor, sí, pero no emoción. ¿Entonces por qué había estado soñando durante los últimos años? Era un antiguo, un guerrero experimentado. No tenía tiempo para la fantasía, ni para la imaginación. Su mundo era duro y árido, una necesidad para combatir a un enemigo que inevitablemente había sido un amigo o miembro de la familia.

Durante los primeros cien años más o menos después de perder sus emociones, tuvo esperanza. Con el paso de los siglos, la esperanza de encontrar a su compañera se desvaneció. Había aceptado que la encontraría en la próxima vida y estaba llevando a cabo con resolución su último deber para con su gente, pero aquí estaba, un antiguo de gran experiencia, Dominic de la línea de los Cazadores de Dragones, un linaje tan antiguo como el tiempo mismo, un hombre de sabiduría, un guerrero renombrado y temido, tumbado bajo la tierra rica despierto, soñando.

Los sueños deberían sentirse insustanciales y al principio el suyo lo había sido. Una mujer. Sólo una idea vaga de su aspecto. Tan joven en comparación con él, pero una guerrera por derecho propio. No era su concepto de la mujer con la que se uniría, pero cuanto más sustancial se volvía ella con el paso de los años, más se daba cuenta Dominic de cuán perfecta era para él. Él había luchado durante demasiado tiempo para deponer la espada. No conocía ningún otro estilo de vida. El deber y el sacrificio estaban impresos en sus huesos y necesitaba una mujer que le pudiera comprender.

Quizás los sueños fueran eso. Nunca había soñado hasta hacía algunos años. Nunca. Los sueños eran emociones y él las había perdido hacía mucho tiempo. Los sueños eran en colores, aunque el suyo no. Pero se percibían en colores a medida que los años daban forma a la mujer. Ella era un misterio, confianza absoluta cuando luchaba. A menudo tenía magulladuras y heridas frescas que dejaban cicatrices en su piel suave. Había llegado a examinarla cuidadosamente cada vez que se encontraban, sanarla se había convertido en su saludo tradicional. Se encontró sonriendo por dentro al pensar en cómo ella era enteramente lo contrario a segura de sí misma cuando se trataba de verse a sí misma como mujer.

Durante unos pocos momentos, contempló el por qué debería estar sonriendo por dentro. Sonreír era igual a felicidad y él no tenía emociones para sentir tales cosas, pero sus recuerdos de emociones se estaban agudizados hacia el final de su vida, en vez de oscurecerse como había esperado. Porque cuando convocaba el sueño, sentía una sensación de consuelo, de estar bien y feliz.

Con el paso de los años ella se había vuelto más clara para él. Una mujer jaguar. Una guerrera fiera con exactamente los mismos valores que él enarbolaba: lealtad, familia y deber. Nunca olvidaría la noche, hacía sólo una semana, en la que había visto sus ojos en color. Por un momento no pudo respirar, la miró maravillado, sorprendido de poder recordar los colores tan vívidamente para poder atribuir un color verdadero a sus ojos felinos.

Los ojos eran hermosos, resplandecían en algún lugar entre el oro y el ámbar con débiles insinuaciones de verde que se oscurecían cuando él se las ingeniaba para robarle alguna risa. Ella no reía a menudo ni fácilmente y cuando lo hacía, él sentía que era más triunfo que cualquiera de las batallas que hubiera ganado.

Aunque los sueños continuaban, y sólo ocurrían cuando estaba despierto, siempre parecían un poco desenfocados. Pero esperaba verla. Se sentía protector hacia ella, como si su lealtad ya se hubiera columpiado hacia la mujer de su sueño. Le escribió canciones de amor, expresando todas las cosas que deseaba decirle a su compañera, y cuando ella se negaba a descansar, él la tumbaba colocándole lacabeza en su regazo, le acariciaba la espesa melena y le cantaba en su idioma. Nunca se había sentido más contento, ni completo.

Se revolvió, perturbando la tierra rica que lo rodeaba. En el momento en que se movió, el dolor lo atrapó, miles de cuchillos le rasgaron de dentro a fuera. La sangre contaminada del vampiro que había tragado deliberadamente estaba llena de parásitos y ahora se agitaban en él reproduciéndose, buscando tomar el control de su cuerpo para invadir cada célula, cada órgano, y por muy frecuentemente que purgara algunos para mantener su número bajo, ellos parecían trabajar más duro para multiplicarse.

Dominic siseó un aliento entre dientes mientras se forzaba a alzarse. No era todavía completamente de noche y él era un antiguo Carpato con muchas batallas y muertes a sus espaldas. Generalmente los antiguos no se alzaban antes de que el sol se hubiera puesto, pero él necesitaba el tiempo extra para explorar a su enemigo y orientarse en esta tierra de mitos y leyendas.

En lo profundo de la cueva que había escogido en la selva del Amazonas, movió la tierra suavemente dejando que se asentara a su alrededor mientras se despertaba, queriendo mantener el área tan tranquila como fuera posible. Viajaba sólo de noche, como hacían los de su raza, escuchando el cuchicheo del mal, iba tras el rastro de un vampiro maestro, uno que estaba seguro tenía conocimiento de los planes para destruir a la especie de los Carpatos de una vez para siempre. Su pueblo sabía que los vampiros se estaban reuniendo bajo la regla del cinco. Al principio los grupos habían sido pequeños y dispersos, los ataques fácilmente defendibles, pero últimamente el cuchicheo de la conspiración había crecido hasta un rugido y los grupos eran más grandes, más organizados y extensos de lo que habían creído al principio. Estaba seguro de que los parásitos de la sangre contaminada eran la llave para identificar a todos los que fraguaban una alianza con los cinco maestros.

Había deducido esto durante sus días de viaje. Había puesto a preuba la teoría varias veces, encontrando tres vampiros. Dos eran relativamente novatos y ninguno tenía los parásitos, fue fácil para un cazador experimentado matarlos, pero el tercero había satisfecho sus preguntas. En el momento en que se acercó, los parásitos entraron en un frenesí de reconocimiento. Había escuchado al vampiro jactarse durante la mayor parte de la noche, hablándole de las legiones crecientes y de cómo los emisarios se estaban reuniendo en el Amazonas, donde tenían aliados entre los hombres jaguar y una sociedad humana que no tenía la menor idea de que se estuvieran acostando con los que intentaban destruirlos. Los maestros utilizaban tanto a humanos como a hombres jaguar para cazar y matar Carpatos. Dominic había matado al vampiro, una extracción rápida del corazón y llamando al relámpago, lo incineró. Antes de dejar la zona había tenido mucho cuidado de eliminar cualquier huella de su presencia.

Sabía que el tiempo se acababa rápidamente. Los parásitos estaban muy ocupados trabajando, cuchicheándole, murmurando malvados incentivos, incansables en su búsqueda de que él se uniera con los maestros. Era un antiguo sin compañera y la oscuridad ya era fuerte en él. Había aceptado que su compañera vendría en la próxima vida y había dedicado su vida a ayudar a su pueblo. Su amada hermana había desaparecido hacía cientos de años, ahora sabía que estaba muerta y que sus hijas estaban a salvo con el pueblo Carpato. Podría hacer ésta última tarea y terminar su árida existencia con honor.