Выбрать главу

Y de inmediato suena otro tema de Lucio Battisti. «Conducir como un loco de noche con los faros apagados.» «Bien, en este caso claramente hubo una discusión previa a la composición del tema entre Lucio y Mogol, cosa que se deduce claramente a partir de las palabras que…»

– Ejem, disculpa, me he equivocado de CD.

Alessandro corre, vuelve al estudio, para el CD, lo saca y ve que encima tiene escrito «Interpretaciones varias». Coge el otro CD. «Sólo atmósfera.» Mejor. Lo mete con la esperanza de que esta vez la cosa salga mejor. Aprieta el botón, espera a que suene la música. Ya está. Alessandro coge la carátula del CD y mira los títulos apuntados por Enrico. Sonríe. Son las canciones de ambos. El camino de una amistad. Mira las primeras y le parecen perfectas. La cuarta no la conoce, pero se fía de su amigo. Regresa a la terraza. Cuando sale, la luz está apagada.

– Qué oscuro…

Alessandro hace ademán de dirigirse al interruptor.

– No, déjalo así, es más bonito.

Niki está allí, a poca distancia de él, en medio de una mata de jazmines. Ha arrancado uno y está mordisqueando la parte final de la flor.

– Hummm, Coca-Cola y jazmines… un sueño hecho realidad.

– Ya. -Alessandro coge su vaso y se le acerca.

– Podríamos lanzar al mercado esta nueva bebida. Jazmín-Cola. ¿Qué te parece?

– Demasiado complicado. A la gente le gustan las cosas simples.

– Es verdad, a mí también. Y tú me pareces tan simple, Alex…

Alessandro posa el vaso.

– Eso me suena a ofensa.

– ¿Por qué? Simple. Simple de ánimo.

– Pero a veces las cosas simples son las más difíciles de alcanzar.

– No te hagas el complicado. ¡En serio! Juntos podemos conseguirlo… Además, está bien claro lo que tú deseas. Las cosas que quieres. Se ven, se leen, y aunque no las hubiese comprendido, al final me las ha sugerido tu corazón.

– ¿Y qué te ha dicho? A veces miente…

Niki se echa a reír y se esconde detrás de un jazmín. Pequeño. Demasiado pequeño para una sonrisa tan espléndida.

– Conmigo ha sido sincero. -Niki mordisquea otro jazmín. Chupa el néctar-. Oye, sabe riquísimo. ¿Me das un beso?

– Pero, Niki, yo…

– Chissst… ¿Hay algo más simple que un beso?

– Pero tú y yo… es complicado.

– Chissst… deja que hable tu corazón. -Niki se le acerca. Apoya su mano sobre el corazón de Alessandro. Después la oreja. Y se pone a escuchar. Y aquel corazón emocionado late con fuerza. Y Niki sonríe-. Puedo oírlo.

Y se aparta de su pecho. Lo mira a los ojos y sonríe en la penumbra de la terraza.

– Dice que no…

– ¿Que no a qué?

– A que entre tú y yo las cosas no son complicadas. Son simples.

– Ah, ¿sí?

– Sí. Y luego le he preguntado: «¿Qué hago, lo beso?»

– ¿Y que te ha dicho?

– Me ha dicho que tú no lo pones fácil, pero que también eso es simple…

Y Alessandro se rinde. Y Niki se le acerca lentamente. Y lo besa. Dulce. Amable. Tierna. Suave. Ligera. Como un jazmín. Como Niki. Coge los brazos que Alessandro tiene caídos y abandonados y se los pone alrededor del cuello. Y sigue besándolo. Ahora con más pasión. Alessandro no se lo puede creer. Diablos. Tiene diecisiete años. Veinte menos que yo. ¿Y el vecino? ¿Y si nos está mirando? Alessandro abre un poco los ojos. Estamos en medio de los jazmines. Las matas nos ocultan. Hice bien en poner todas estas plantas en mi terraza. ¿Y Elena? ¡Dios mío, Elena tiene las llaves de casa! Pero sobre todo se ha ido. Se ha ido y no tiene intención alguna de regresar. O quizá sí. Pero Alessandro olvida todos esos pensamientos. Fatigosos. Inútiles. Difíciles. Que le gustaría que condujesen a alguna parte pero que al final no llevan a nada. Y se deja amar. Así, con una sonrisa. Una simple sonrisa. Niki se baja los tirantes del vestido y lo deja caer al suelo. Después salta por encima de él con sus zapatillas Adidas negras, altas, de boxeo, y se queda así, en bragas y sujetador y nada más. Con la espalda apoyada en los jazmines, sumergida en aquellas pequeñas florecitas, perdida en aquel perfume, como una rosa deshojada con delicadeza en aquella mata por azar. Ella, perfumada de sí misma, con la piel oliendo aún a mar, con los brazos fuertes, con unas piernas de músculos largos y bien dibujados y un estómago plano, ligeramente marcado por unos músculos educados que no se muestran en demasía. Niki, toda ella naturaleza, sana, como corresponde a una amante del surf. Es el momento de Alessandro, y poco después se hallan ya en mar abierto. Bajo la luna, entre hojas delicadas de jazmines abiertos, que juegan ahora con otra flor. Noche. Dibujar con una caricia los confines de lo que se siente. O intentarlo al menos. Y perderse entre su largo cabello ligeramente húmedo todavía. Y andar a tientas casi en aquel deseo sofocado, tímido, embarazoso, en aquel sentirse desnudar, descubrir que se tiene miedo a atreverse. Pero tener ganas. Tantas. Y seguir adelante así, dejándose llevar por la corriente del placer. No me lo creo, esa compilación de música es buenísima. Y seguir así, con esas notas que acompañan con dulzura el latido de sus corazones. Y luego otro tema clásico y otro y otro más… Y hallarse de repente en medio de una tormenta… «I was her, she was me, we were one, we were free…», rodeados por altas olas… «and if there's somebody calling me on, she's the one…» y un viento de pasión… «we were fine all along…»

Con los ojos casi cerrados, Alessandro se pierde en aquella marea que huele toda a ella, a Niki, a sus besos, a su sonrisa, a sus largos suspiros, a esa muchacha suave y joven con aroma a jazmín y a muchas otras cosas más.

Algunas estrellas después. Niki atraviesa el salón desnuda. Camina ufana y orgullosa, en absoluto tímida. Abre la puerta corredera y desaparece para reaparecer al cabo de un momento y sentarse frente a él, en aquel banco. Cruza las piernas y se apoya el bolso encima, una manera educada de cubrir su desnudez. Niki rebusca en él, mientras Alessandro permanece sentado frente a ella. Él sólo lleva puesta la camisa, desabotonada, y tiene el rostro desencajado. Sigue sumido en la incredulidad de que «todo aquello» haya ocurrido entre ellos.

– ¿Te molesta si fumo? De todos modos, estamos al aire libre, ¿no?

– Sí, sí, fuma si quieres…

Niki enciende un cigarrillo y le da una calada, después suelta una nube de humo hacia el cielo.

– ¿Sabes?, en casa no puedo fumar. Mis padres no saben que fumo.

– Claro. -Alessandro se pregunta si sabrán todo lo demás.

– ¿En qué estás pensando? Y no me digas como de costumbre que en nada, ¿eh?

– Estaba pensando en si tus padres saben todo lo demás… Sí, en fin, que tú…

– ¿Ya no soy virgen?

– Digámoslo así.

– ¿Estás loco, qué van a saber? Jamás han tenido siquiera el valor de tocar ese tema, imagínate si lo van a saber. De todos modos, yo creo que mi madre lo sabe… Al menos eso pienso. Quiero decir que una vez Fabio, mi ex, se olvidó una caja de preservativos en mi casa y no volví a encontrarla. O la encontraron mis padres, o la asistenta, o mi hermano, que en aquel entonces tenía diez años y, la verdad, no creo que le sirvieran.

Alessandro tiene una sensación extraña pensando en los preservativos y en su novio, su ex, y en todo cuanto le acaba de contar Niki. No lo entiende. Le cuesta creerlo. No es posible. ¿Celos? Niki da otra calada a su cigarrillo. Entonces se da cuenta de que pasa algo extraño.

– Eh, ¿qué te pasa?

– Nada.

– ¡Qué raro!

– No, en serio, nada.

– ¡¿Ves como siempre dices que nada?! Como los niños. Di la verdad, te ha molestado que haya hablado de mi novio, de los preservativos y de todo lo demás. Dilo. Puedes decirlo. En serio.

– Bueno, un poco.

– ¡Guau! No me lo creo. -Tira el cigarrillo al suelo y se le echa encima completamente desnuda-. ¡Soy feliz! Me gustas un montón. Es decir, en realidad no soporto los celos, o sea, que alguien esté celoso por mí. Yo pienso que dos personas o se aman o no, por lo que los celos no tienen ningún sentido. ¿Para qué vas a estar con alguien si no lo amas, no? Pero tú, que pareces el hombre frío por excelencia, ¡estas celoso! Bueno, digamos que me puedo volver loca.