Una ligera sonrisa se dibujó en los labios de la joven, y al instante desapareció.
– Dejé los trajes en tu casa de Londres. No me pareció conveniente traerlos aquí y, además, se habrían arruinado durante el viaje por todo el polvo que hay en los caminos durante el verano.
– ¿Y qué demonios es eso que te llevas puesto? ¡Es horrible!
– Hice reformar la ropa vieja que había dejado en mis baúles.
Thomas Bolton hizo un gesto de fastidio.
– Has crecido bastante desde que te fuiste y ese vestido no hace justicia a tu figura. Ya mismo mandaremos hacer nuevas prendas. No como las que usarías en la corte, sino algo más apropiado para, digamos, un paseo campestre, algo que al menos sea de tu talle. ¡Por Dios, Philippa! Pareces una campesina que se la pasa tirando el arado para el holgazán de su marido -afirmó Tom, poniendo cara de asco.
Philippa no pudo contenerla risa.
– Oh, tío, por fin he encontrado una razón para alegrarme de estar aquí. ¿Por qué insistes en aislarte en Cumbria? Recuerdo cuánto te gustaba la vida agitada de la corte.
– Es cierto, querida. Antes disfrutaba mucho de la vida palaciega. La primera vez que vine aquí, me sorprendió el amor que tu madre sentía por Friarsgate. Pero, después de un tiempo, la gloria de la corte empalidece frente a los atardeceres de invierno o las primeras flores de primavera que pugnan por atravesar las capas de nieve y deslumbrarnos con sus colores. Tal vez sea la edad, ahora prefiero mil veces vivir en Cumbria; de lo contrario, no habría vendido mi casa de Cambridge.
– Sin embargo, conservas las de Londres y Greenwich.
– Las conservo por ti, mi amor. Supe qué clase de mujer serías desde el momento en que te llevamos al palacio.
– ¡Sabía que me entenderías! Mamá no me comprende, porque su vida gira en torno de Friarsgate. Pero la mía no, ¡amo la corte! Quiero permanecer allí, ¿aunque cómo podré hacerlo ahora? Muy pronto seré demasiado vieja para seguir siendo dama de honor de la reina. Si hubiese desposado a Giles FitzHugh, habría podido vivir en la corte. ¿Qué será de mí, tío? La reina desea que regrese, pero ¿por cuánto tiempo más? Cecily se casará muy pronto, todas mis amigas se irán, y yo me convertiré en una doncella vieja y amargada.
– ¿Ese es el problema que te atormenta?
– En parte, sí. ¿Cómo encontraré un buen marido si mis tierras están casi en Escocia? El propio Giles me confesó que no habría soportado vivir en un lugar tan alejado de la civilización. Mamá jamás permitirá que despose a un hombre a quien no le interesen nuestras tierras. Y tiene razón, Friarsgate es una gran responsabilidad, aunque yo no quiero asumirla. Soy una criatura de la corte, y estoy orgullosa de ello.
– ¿Estás completamente segura de que no te interesa ser dueña de Friarsgate? Reconozco que el clima es duro, pero es una herencia muy valiosa, mi tesoro.
Philippa suspiró.
– No puedo ser dueña de Friarsgate y vivir en la corte al mismo tiempo, tío Tom. Si tengo que elegir, elijo la corte. Mamá piensa que lo digo por rabia, que en el fondo siento tanto amor por este lugar como ella. ¡No es cierto! Estaba ansiosa por escapar de aquí, te lo juro. Si de mí hubiese dependido, me habría marchado el mismo día que cumplí los doce años. Aunque fueron unas pocas semanas, ese tiempo de espera que mamá me impuso fue una agonía interminable. ¡Vivía aterrorizada de que cambiara de opinión!
Lord Cambridge comprendió perfectamente la situación. La pasión de Philippa por la corte era tan intensa y genuina como la de Rosamund por Friarsgate. Pero también sabía que esa verdad destruiría el corazón de su prima.
– Debo meditar en el asunto, Philippa querida -anuncio-, pero prometo ayudarlas a solucionar este problema en apariencia insoluble. ¿Confiarás en mí?
– Sí, tío -replicó con una sonrisa.
CAPÍTULO 05
Logan Hepburn cruzó la frontera con los hombres de su clan. Sus dos hijos mayores -John, de cinco años y medio, y Alexander, de cuatro- los acompañaban montados en sus ponis. James, el más pequeño, iba sentado muy orondo en la silla de montar de su padre. El niño tenía su propio poni, pero recién empezaba a aprender a cabalgar. Al principio, estaba furioso porque a sus hermanos les permitían viajar a Friarsgate en sus animales y él, en cambio, debía ir en el caballo de su padre. Había gritado y pataleado, pero Logan lo calmó rápidamente dándole una buena palmada, y riendo para sus adentros; en el fondo, estaba orgulloso del temperamento del niño. John había heredado el carácter tranquilo de su madre, Jeannie Logan, la primera esposa del señor de Claven's Carn; en cambio, Alex y Jamie eran más temperamentales. Lord Hepburn siempre supo que Rosamund le daría hijos fuertes y valientes. Y estaba muy contento por el bebé que nacería a mediados del invierno.
No le gustaba estar separado de su esposa. Ella era su única debilidad. Tras enterarse de que Philippa había regresado repentinamente a Friarsgate, Rosamund había salido corriendo a verla. Pero ya había transcurrido un mes y aún no parecía dispuesta a regresar. Lord Hepburn la extrañaba y quería que estuviera en casa. Si bien Rosamund le enviaba cada tanto breves mensajes, no le explicaba con claridad las razones de la demora. El verano estaba por terminar y, harto de esperar, Logan resolvió ir a buscarla. Sospechando que la empresa no sería nada fácil, decidió llevar a los niños. Confiaba en que, al ver a todos sus hijos juntos, el corazón de su esposa se ablandaría. Podía ser una mujer muy obstinada cuando se lo proponía. Y luego recordó, sonriente, que esa era una de las razones por las que la amaba tanto.
Como sabía cuánto le disgustaba a Logan que se ausentara mucho tiempo, Rosamund estaba segura de que su marido vendría a buscarla. Cuando Bessie (legó corriendo con la noticia de que se padrastro descendía por la ladera de la colina junto con sus hermanitos, Rosamund hizo un gesto de fastidio.
– No seas antipática, primita -dijo Thomas Bolton-. El hombre está loco de amor por ti y lo sabes muy bien. Será una visita encantadora, no tengo dudas. Solo debemos evitar que Philippa pelee con él. La preferida de Logan es Bessie y no tolerará que su hermana la maltrate.
– Ha venido con el firme propósito de llevarme de nuevo a Claven's Carn, pero no puedo marcharme sin haber solucionado el problema de Philippa. ¡Oh, Tom!, ¿se te ha ocurrido alguna idea para ayudarla? No me gusta discutir con Logan.
– Tengo algo en mente, aunque todavía no estoy del todo convencido. Ahora demos la bienvenida a tu valiente fronterizo; no es el momento oportuno para plantear mi posición. Tal vez Philippa decida quedarse aquí y casarse con un Neville, un Percy o incluso con un escocés, como lo hizo su madre.
– ¡Jamás! -gritó Philippa al ingresar en el salón-. Ha llegado Logan, mamá. ¿Te marcharás pronto? ¿Puedo irme a Woodstock, por favor?
– No discutamos delante de Logan, te lo ruego -ordenó Rosamund apretando los dientes-. Debo analizar la situación con tu padrastro.
– ¿Acaso no le has escrito contándole todo?
– Sí, lo hice. Pero tu futuro es muy importante y quiero hablar con él en persona. Luego te informaremos de nuestra decisión al respecto. -Se levantó de su asiento junto al fuego, dio media vuelta y fue a saludar a su marido que entraba en la estancia.
– Logan le dirá que me envíe de regreso a la corte -dijo Philippa con cierta petulancia.
– Tu mamá no hará nada hasta estar segura de haber tomado la decisión que mejor te convenga, Philippa -replicó Thomas Bolton.
– Logan se cansó de estar solo en Claven's Carn tanto tiempo y lo único que le importa es que ella regrese a su casa. La convencerá de que me deje volver al palacio.
– Saluda a tu padrastro y luego ven a verme de nuevo. Y escúchame bien, jovencita: la única persona capaz de persuadir a tu madre y de lograr que obtengas todo lo que desea tu corazón soy yo.