– Quédate unos días, mi querido. Todavía faltan unas semanas para que empiece la caza del urogallo -bromeó Rosamund-. Después, ya no tendré fuerzas para viajar hasta que nazca el bebé. Me siento mucho más pesada y extenuada que en los otros embarazos. Me gustaría ponerle el nombre de mi primo, Thomas, si estás de acuerdo. Es una forma de agradecerle su extremada bondad conmigo a lo largo de los años. ¿Qué te parece, mi amor?
– Por supuesto. Pese a sus extravagancias, Tom es un hombre muy bueno.
– Entonces me esperarás, ¿sí?
– Hasta fines de septiembre, y después irás a casa y te quedarás allí -dijo Logan con una sonrisa.
Tras la conversación con lord Cambridge, Philippa modificó totalmente su actitud. Ignoraba cuáles serían los planes de su tío, pero sabía que la beneficiarían. Comenzó a ser más gentil con sus hermanas, aunque Bessie se empeñaba en seguir irritándola y buscando pelea. Banon, en cambio, tenía una personalidad diferente y enseguida hizo las paces con ella. Las dos hermanas mayores renovaron su amistad y trataban de evitar a Bessie y sus sucias artimañas.
A Banon le encantaba escuchar las historias de la corte.
– Supongo que iré, al menos por un corto período -dijo un día de septiembre, mientras conversaban animadamente sentadas en el jardín. Las margaritas se habían adelantado al Día de San Miguel y mostraban sus primeras flores. Los abejorros zumbaban entre las plantas, mientras extraían el polen de los delicados pimpollos.
– ¡Te encantará la corte! -aseguró Philippa con entusiasmo.
– Es posible, pero no olvides que Otterly, como Friarsgate, queda en el norte del país y tendré que casarme con un hombre de la región. De todos modos, una breve estadía al servicio de la reina mejorará mi reputación, ¿verdad, hermanita? -Banon no dejaba de mirar a Philippa, quien, aun vestida con un sencillo traje de campo, parecía una dama sofisticada. Philippa había encargado una serie de atuendos apropiados para la vida rural, tal como le había aconsejado el tío Tom. A Banon le encantaba visitar a la costurera con lord Cambridge, pues siempre la ayudaba a elegir las telas y el diseño de los vestidos. Era un hombre de un gusto exquisito-. Es el peinado, creo -dijo Banon de pronto-, lo que te da ese aire tan encantador.
– En general, uso el cabello suelto como las demás, pero me gusta este rodete francés que Annie le enseñó a hacer a Lucy hace mucho tiempo. Es muy elegante.
– Tío Tom piensa que soy demasiado joven para usar un peinado así. ¿Tú qué opinas?
– No seas impaciente, Banon -aconsejó Philippa-. Ya tendrás tiempo de sobra para parecer mayor. Es eso lo que quieres, ¿verdad?
– ¿Cómo lo sabes?
– Porque me pasó lo mismo cuando fui a la corte por primera vez. Pero Lucy me recomendó que usara el cabello suelto para parecer más joven y evitar que los hombres me acosaran. Decía que primero debía aprender los usos y costumbres de la corte y que eso requería cierto tiempo. Tenía razón, sin duda. Pero cuando vayas a la corte, no estarás sola: yo te cuidaré. Y mis amigas también.
– Estás ansiosa por regresar.
– ¡Ay, sí!
– ¿Cuándo será?
– No lo sé. El tío Thomas prometió resolver la situación.
Septiembre llegaba a su fin y el 29, Día de San Miguel, Logan anunció que partiría con toda su familia el 1° de octubre.
– Tú también puedes venir, Philippa -dijo el señor de Claven's Cara.
La joven miró con desesperación a lord Cambridge.
Llegó la hora, pensó Tom, y comenzó a hablar:
– Tengo la solución a todos los problemas que los FitzHugh, sin querer, han ocasionado a esta familia.
– ¡Dilo de una buena vez! -reclamó Rosamund.
– Tal vez no complazca a todos, pero, sin duda, le agradará a Philippa, cuya felicidad es lo único que debe preocuparnos en este momento, prima querida. ¿Estás de acuerdo? -Los ojos de Tom la miraban implorantes. Rosamund se dio cuenta de que no iba a gustarle su propuesta, pero asintió de todos modos-. Philippa ha sido muy firme en su posición: no desea cargar con el peso de Friarsgate. Hemos discutido el tema infinidad de veces en las últimas semanas y su decisión es definitiva.
– ¿Cómo es posible que rechace estas tierras? ¡Está absolutamente loca! -exclamó Logan, enojado y también apenado, porque sabía que esa decisión lastimaría a su amada Rosamund. ¿Qué diablos le ocurría a Philippa? Debió haberse encargado él mismo de buscarle un marido y casarla sin tantos rodeos.
– ¿A qué conclusiones has llegado, Tom? -preguntó Rosamund, con un hilo de voz y el rostro pálido.
– Dejaremos que Philippa encuentre su camino en la corte, que es su más ferviente deseo: hemos ganado mucho dinero con el comercio de la lana. Tomaremos parte de esas ganancias y entregaremos a la niña una generosa dote, y yo, por mi parte, le compraré además una casa en el sur. De ese modo, no solo contará con una dote, sino también con una propiedad, condiciones que, sin duda, le permitirán hallar un buen partido y casarse como todas las muchachas respetables. Así, podrá elegir con tiempo un hombre que prefiera vivir y servir en el palacio como ella. Hay muchos matrimonios así en la corte, Rosamund querida, lo sabemos muy bien. Me parece que es la solución perfecta para todos nuestros problemas. ¿Qué opinan ustedes?
– ¿Pero qué pasará con Friarsgate? -preguntó Rosamund con voz suave.
– ¡¿Qué pasará con Friarsgate?! -estalló Philippa-. ¡Y qué pasará conmigo! ¡Por una vez en tu vida piensa en mí y no en tu maldito Friarsgate! -La joven estaba a punto de llorar.
Rosamund parecía mortificada por el reproche de su hija.
– ¡No hables así a tu madre, Philippa Meredith! -gruñó Logan Hepburn y abrazó a su esposa en actitud protectora-. Ella dio su vida por estas tierras. Y tú, con total descaro, desprecias el regalo que te ofrece. ¡No te entiendo, jovencita!
– ¡No, nadie me entiende! -replicó Philippa encolerizada-. ¡Nadie excepto el tío Thomas! ¿Por qué les cuesta tanto entenderme? Soy como mi padre. Me siento tan feliz de servir a la reina como él de servir al rey. Pero no podré hacerlo si me encargo de Friarsgate. -Volteó hacia su madre-: Si es la voluntad de Dios, mamá, vivirás muchos años, pero lo cierto es que cada vez pasas menos tiempo aquí y Friarsgate necesita una dueña. Tu esposo y tus hijos varones son escoceses. Tus hijas hemos crecido. Banon es ama de Otterly, está muy contenta y me ha dicho que se casará con un hombre del norte. Yo quiero quedarme en el sur, mamá. Por favor, te lo ruego, déjame ir. Prefiero estar muerta que asumir la responsabilidad de Friarsgate. -Los ojos color miel de Philippa estaban inundados de lágrimas. Extendió las manos hacia su madre en señal de súplica.
Sus palabras eran como filosos puñales que despedazaban el corazón de Rosamund. Había hecho todo por el bien de sus hijos. Se había sacrificado tanto por esas tierras y por su gente. ¿Y para qué?
No obstante, la firme expresión de Philippa le indicaba que era imposible cambiar su decisión. Bien, pensó, tal vez Banon podría ocuparse de las dos propiedades algún día, aunque no era el mejor momento para debatirlo. Estaba cansada de estar recluida en esa casa y triste por el nuevo curso de los acontecimientos. No deseaba seguir discutiendo. Clavó sus ojos ambarinos en su hija mayor y preguntó, sabiendo ya la respuesta:
– ¿Estás segura de lo que dices? ¿No te arrepentirás?
Philippa asintió.
– Entonces, ve y encuentra tu felicidad, hija mía. No te detendré. -Luego se dirigió a su primo-: ¿Qué haría sin ti, mi dulce Tom? ¿Te ocuparás de hacer los arreglos necesarios?
Thomas Bolton se acercó y se sentó junto a Rosamund. Le tomó la mano y se la besó con ternura.
– Me encargaré de todo, querida. ¡Hace años que no visito la corte! Estoy empezando a aburrirme, necesito la compañía de gente elegante y divertida por un tiempo. Banon vendrá conmigo, le hará bien un poco de refinamiento. Quién sabe, tal vez algunas familias del norte estén buscando una esposa bella y rica para sus hijos. Y si aparece un candidato potable, arreglaremos el compromiso sin titubeos. Admite que fue un error mostrarte indecisa cuando el conde de Renfrew te propuso casar a su hijo con Philippa.