– Sí, fue un error.
– Pero repararé el daño causado, primita -la animó Tom-. Ahora podrás volver a Claven's Carn, descansar y entregarte a los cuidados cariñosos de tu esposo hasta que nazca el bebé. Has parido demasiados críos, querida. -Antes de soltar su mano, la besó una vez más-. Deberías darte por satisfecho, Logan, son muy pocos los hombres que tienen cuatro varones saludables. Recuerda que tendrás que mantenerlos a todos de una manera u otra. Piensa lo triste que sería la vejez, mi buen amigo, si te quedaras solo.
– Nunca me sentiré solo mientras vivas, primo Tom -dijo el señor de Claven's Carn con una amplia sonrisa-, aunque reconozco que cuatro hijos es una cantidad considerable.
– ¿Te encuentras bien, Rosamund? -preguntó lord Cambridge.
– Sí, y les advierto que ninguno de los dos se librará de mí en la vejez -anunció. El color comenzó a teñir sus pálidas mejillas y sus labios dibujaron una sonrisa-. Perdonen el disgusto que les he causado. Este embarazo es más difícil que los anteriores, me siento muy cansada. Ya no soy una niña -rió-. Además, la decisión de Philippa fue un duro golpe para mí.
La muchacha se acercó y se arrodilló frente a su madre.
– Mamá, lamento las cosas horribles que te dije. Te amo, y lo sabes, pero soy distinta de ti. Es curioso que tú, que me inculcaste un férreo sentido del deber, te sorprendas de que sea justamente el deber lo que me aleje de aquí. Servir a la reina es una enorme responsabilidad para mí, mamá, como lo es Friarsgate para ti. Me entiendes, ¿verdad?
La joven escudriñó el rostro de su madre, buscando algún signo de comprensión.
– Supongo que es un error que cometemos la mayoría de los padres-dijo Rosamund con voz suave-. Esperamos que nuestros hijos sean como nosotros porque los hemos educado con nuestros valores. Y cuando un hijo interpreta esos valores de una manera distinta, nos enfadamos. -Sonrió a Philippa y le acarició el rostro con dulzura- Has luchado por lo que quieres con tanto fervor como yo luché por lo que deseaba. No te culpo por eso, mi niña. Te doy mi bendición, Philippa Meredith, aunque ahora esté triste por la decisión que has tomado. Eres el fruto del amor que sentí por tu padre y sería injusta con su memoria si obstaculizara tu felicidad.
– ¡Oh, gracias, mamá! -exclamó exultante de alegría.
– ¡Muy bien! Gracias a Dios, este penoso asunto ha tenido un final feliz, mis adorables criaturas -dijo lord Cambridge con un fingido suspiro de alivio-. ¡Por Dios, no podemos perder más tiempo! Hay que arreglar infinidad de detalles antes de mostrarnos en público. Banon necesita con urgencia renovar todo su guardarropa para presentarse en 'a corte, tendré que sacar las joyas de mis cofres. ¿Estás de acuerdo, Philippa? Seque tus hermosos vestidos están en la casa de Londres, pero ¿no te gustaría comprar tú también algún traje, cariño? Instruirás a mi sastre sobre la nueva moda masculina, que, sin duda, cambió mucho en los últimos años. Quiero honrar mi vieja reputación, no pisaré el palacio hasta no estar vestido como el más elegante de los caballeros. ¿Por qué no vienes con nosotros a Otterly, Philippa, y nos ayudas con los preparativos? Así, te sentirás más cerca de tu adorada corte, mis tierras quedan un poco más al sur que el inhóspito Friarsgate -acotó con malicia-. Rosamund, mi ángel, me siento eufórico como en los viejos tiempos, ¡no puedo dejar de pensar en las excitantes aventuras que nos aguardan!
Rosamund lanzó una carcajada.
– Ay, Tom, no sé si deba dejar a mis hijas en tus tiernas manos. Se divertirán demasiado y comenzarán a pensar que la vida es pura jarana y bellos vestidos.
– ¿Acaso no cuidé bien de ti? -le recordó Tom.
– Claro que sí, primo querido, no he conocido persona más buena y generosa que tú. Casi envidio a mis hijas por los momentos maravillosos que pasarán contigo. Casi -aclaró con una sonrisita. De pronto, había recuperado la alegría.
A Logan Hepburn no ofendieron en lo más mínimo las palabras de Rosamund, pues sabía que eran la pura verdad. Nadie la había cuidado con tanto cariño hasta que su primo apareció en su vida. Se querían como hermanos.
– Entonces, partiremos a Claven's Carn mañana y podrás descansar tranquila, amor mío, el futuro de Philippa está a salvo con Tom -anunció Logan.
Esa noche, la cena fue la más feliz en mucho tiempo. Philippa acaparó la conversación contando anécdotas graciosas de la corte. Banon hacía miles de preguntas que su madre, su hermana mayor o lord Cambridge contestaban alternadamente. Por tratarse de una ocasión tan especial, habían invitado a los pequeños Hepburn a comer en la mesa del gran salón. Jamie compartía su plato con uno de los perros de Thomas Bolton; mordía un poco y enseguida le ofrecía un bocado al animal, un mastín enorme de temperamento manso. Los mayores no paraban de reír ante la inocente conducta del chiquillo.
– ¡Oooh! Esa bestia podría devorárselo de un mordiscón -rió Maybel-. ¡Pero es tan dulce ver cómo el niño comparte su cena con el perro!
Sentada en su silla, Elizabeth Meredith observaba a la familia con curiosidad. Hacía tanto tiempo que no se oían risas en el salón y que toda familia no se reunía. Mañana todos se marcharían de nuevo y ella se quedaría sola. A veces acompañaba a su madre a Claven's Carn, pero, en general, prefería permanecer en Friarsgate. No le molestaba la soledad, Maybel y Edmund sabrían cuidarla muy bien. Además, retomaría las lecciones con el padre Mata. Bessie era mucho más rápida y despierta que sus hermanas, tanto que, decía el clérigo, muy pronto no sabría qué enseñarle. También seguiría aprendiendo alemán y holandés con Hans. En realidad, estaba contenta de que todos partieran y su vida volviera a la normalidad. No había llegado a hacer las paces con Philippa y sentía que ya no tenía nada en común con Banon. Eran hermanas de sangre solamente, no de espíritu.
Al día siguiente, el cielo amaneció despejado. Rosamund estaba lista para emprender el viaje a Claven's Carn desde la primera hora de la mañana.
– Todavía no tomaré ninguna decisión respecto de Friarsgate -le dijo a Philippa-. Sé que me dirás que no, pero tal vez cambies de opinión. Solo quiero que seas feliz, hija mía.
– No cambiaré de opinión, mamá. Sin embargo, me parece sensato que esperes un poco antes de tomar una decisión. Es una herencia valiosa para cualquiera que la reciba. Estoy muy contenta con la vida que he elegido. Recuerda siempre que te amo, mamá. -Philippa abrazó a su madre. Luego bajando el tono de voz, le susurró-: El tío Thomas tiene razón. ¿Podrías no concebir más hijos después de que nazca este?
Rosamund asintió.
– Te avisaré cuando llegue el momento. Si te casas, Philippa, trae a tu esposo para que lo conozca. Sé que Tom te ayudará a elegir muy bien.
– Lo haré, mamá -prometió.
Se dieron un último abrazo.
– Mi querida Banon -dijo a su segunda hija-, sigue los consejos de Thomas. Es un hombre sabio, mucho más sabio que tu hermana. Ella se cree la dueña de la verdad, pero no es así. Siempre consulta primero a tu tío.
– Sí, mamá -replicó Banon-. Yo no tengo los mismos deseos que Philippa. En la primavera regresaré a Otterly para cumplir con mis obligaciones; el tío Thomas dice que soy el ama perfecta -remató con orgullo.
– Y tiene razón. Avísame cuando vuelvas, hijita.
– Por supuesto, mamá -dijo Banon y abrazó a su madre-. Y tú avísame cuando nazca el bebé.
Rosamund asintió y miró a Bessie.
– ¿De veras no quieres acompañarme?