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– Gritarás de gozo y clamarás por más. -Acarició con su mano todo el corpiño, y se demoró en sus senos-. Ahora dime: "Sí, Crispin" -ordenó en voz baja pero firme.

– ¡No! ¡Te moleré a golpes!

– ¿Por qué?

– Porque…

– No hay ninguna razón, Philippa. Serás mía y yo seré tuyo.

– ¡Podría odiarte!

– Pero no lo harás -murmuró el conde-. Te ves muy hermosa cuando estás confundida.

– ¡Eres tan arrogante! -le espetó Philippa, un poco enfadada.

– Y tú eres irresistiblemente encantadora cuando estás confundida -repitió con una amplia sonrisa.

La barca se detuvo en el muelle del palacio y un lacayo ayudó a la joven a desembarcar.

– Debo reunirme con la reina -dijo con firmeza y se alejó del conde.

Él se quedó contemplándola. El encuentro le había resultado divertido. Sin embargo, pensaba mantenerse firme en su posición. Philippa era como una yegua que aún no había sido domada, pero él se encargaría de someterla a su voluntad. No se arrepentía de su decisión de desposarla. Estaba convencido de que la joven sería una excelente condesa de Witton. Entró en el palacio en busca de algunos caballeros con quienes jugar a las cartas y, para su sorpresa, se encontró con su hermana mayor deambulando por la galería.

– ¡Marjorie! ¿Qué estás haciendo aquí?

– Me enteré de que por fin contraerás matrimonio. Vine a Londres lo antes posible. ¿Quién es la muchacha y por qué diablos no me lo contaste? ¿Susanna sabe la noticia?

Crispin tomó las manos de su hermana y las besó.

– No tuve un minuto libre desde que tomé la decisión. Todo sucedió muy rápido.

– ¿Y quién es ella? Me dijeron que es una de las damas de honor de la reina.

– Se llama Philippa Meredith.

– ¿Meredith? ¿Meredith? No reconozco el nombre. ¿Cómo es su familia?

– Es mejor que nos sentemos -propuso el conde, y la condujo a un rincón de la galería donde había dos sillas-. Su padre era sir Owein Meredith; sirvió a los Tudor desde que era un niño hasta que la Venerable Margarita arregló su boda con la heredera de Friarsgate, Rosamund Bolton.

– ¿Bolton? Es un apellido del norte, Crispin. Son unos salvajes. ¿No podrías haber hallado algo mejor? -Lady Brent miró a su hermano con recelo. Era una mujer bellísima, de ojos celestes y cabello castaño-. Supongo que ofrecerá una dote extraordinaria para compensar sus falencias.

Crispin se echó a reír.

– Te sorprenderás cuando conozcas a Philippa. Su Alteza la adora y, en cuanto a la dote, es en extremo generosa, casi demasiado, e incluye Melville, hermana querida.

– ¡Oh! ¿Ese es el cebo con el que te atrajo la muchacha? No te culpo por querer ser dueño de Melville, pero ¿no podrías haberlo adquirido de otra manera y conseguirte una esposa mejor?

– No soy tan rico, Marjorie -le recordó el conde-. Además, no existe otra manera de conseguir esas tierras.

– ¡Ya veo! -rió Marjorie-. ¡Las estás pagando con creces, hermanito!

– Era hora de casarme, querida, y Philippa es adorable. Te agradará. Es refinada y se comporta como una perfecta dama de la corte.

– Me reservo mi opinión, Crispin. He pedido a Susanna que venga de Wiltshire. No puedes casarte hasta que las dos conozcamos a la novia.

– Te dije que la fecha de la boda es el 30 de este mes.

– ¿Y a qué se debe tanta prisa? ¿Acaso ya has dejado preñada a la jovencita? ¿Recurrió a esa sucia artimaña para atraparte?

Crispin lanzó una carcajada.

– Philippa es pura y casta, Marjorie. Decidimos contraer matrimonio con tanta prisa porque ella debe viajar con la reina a Francia este verano y la condición para que yo pudiera acompañarla era que nos casáramos. Recuerda que solo los más altos funcionarios pueden integrar la comitiva real. La reina aceptó porque es buena y generosa y detesta separar a una pareja de recién casados. Con suerte, estará encinta cuando regresemos y dentro de un año tendré un heredero. ¿Acaso no es eso lo que desean Susanna y tú?

– Desde luego que es mi deseo. Pero Susanna pensaba que, en caso de permanecer soltero, elegirías como heredero a su segundo hijo. Y, a decir verdad, tenía grandes esperanzas de que así lo hicieras.

– ¿Tú no querías que cediera mi título a tu hijo? -la provocó.

– Mi muchacho ya posee su propio título, no necesita otro. ¿Estás seguro de que la joven es fértil?

– Su madre ha tenido cinco varones y tres mujeres con dos de sus maridos.

– ¡Esa es una excelente noticia! Me siento un poco más tranquila ahora, querido Crispin.

– El rey será testigo del compromiso -agregó el conde para impresionarla aun más.

– ¡¿De veras?! Entonces es una muchacha muy importante.

– En realidad, no. Pero tanto el rey como la reina conocen a su madre desde la infancia y esa amistad se ha mantenido intacta a lo largo de los años. El tío de Philippa pidió su bendición a Sus Majestades y se la concedieron sin titubear.

– Bien, veo que no era necesario que viajara desde Devon, pero ya que estoy aquí me quedaré hasta la boda.

– ¿Dónde te hospedarás?

– Pensaba solicitar alojamiento en el palacio, Crispin.

– No me parece conveniente. Están todos alborotados por los preparativos del viaje a Francia y por la visita de Carlos V a fines de mayo. Te quedarás conmigo en la casa de lord Cambridge, el tío de Philippa. Es un caballero sumamente hospitalario, Marjorie. Susanna también se alojará allí.

– ¿Hay suficiente espacio para las dos?

– Hay espacio de sobra, y conociendo tu afición a la comida, hermanita, me complace informarte que el cocinero de Tom Bolton es una maravilla. Su amo siempre lo lleva a sus casas de Cumbria, Londres o Greenwich.

– Cuanto más me cuentas sobre esta jovencita, más me simpatiza. ¿Sus padres asistirán a la boda? Siento curiosidad por conocerlos.

– Sir Owein murió y la madre de Philippa acaba de dar a luz a gemelos. Pero te presentaré a una de sus hermanas, es la heredera de lord Cambridge y también se casará muy pronto con Robert Neville.

– Tal vez no resulte tan malo tu matrimonio, Crispin. Perdóname, debí confiar en tu juicio. Pero ahora que estoy aquí trataré de aprovechar al máximo mi estancia en Londres.

– Hoy a la noche le presentarás tus respetos a la reina y conocerás a Philippa. Después, te llevaré a la casa de Thomas Bolton. No sé si lord Cambridge vendrá hoy a la corte o no.

Thomas Bolton sí acudió a la corte ese día. En la antecámara de la reina se encontró con el conde de Witton y una mujer mayor. Lady Marjorie quedó fascinada con lord Cambridge cuando fueron presentados y él besó su mano con gracia.

– Es usted muy amable, milord.

– ¿Ya conoció a mi sobrina Philippa? -preguntó Tom sin soltar su mano.

– La veré en unos instantes -respondió con una expresión radiante en el rostro y atenta a su mano atrapada en la de lord Cambridge. ¡Qué hombre exquisito!

– Es una joven adorable, señora, y me atrevo a decir que será una excelente condesa.