– Es mucho dinero.
– Yo creo en el amor. El dinero no me importa.
Kane sacudió la cabeza.
– El dinero siempre importa.
– Eso que has dicho es cínico y triste.
– Soy realista.
– Nunca has estado casado, ¿verdad?
– Ya te he dicho que no me interesan las relaciones.
Lo que era más que triste, pensó Willow. Era trágico.
– Tienes que conectar con alguien.
– ¿Por qué?
– Porque todo el mundo lo hace. Somos la suma de nuestras experiencias, de nuestras relaciones. No me creo que seas totalmente feliz viviendo siempre solo.
– Lo soy, aunque tú no me creas.
– Kane, por favor. ¿Es que no quieres algo más?
Kane la sorprendió al acercarse a ella. Se acercó tanto que pudo sentir el calor de su cuerpo. Se acercó tanto que pudo ver el marrón y dorado de sus ojos. Se acercó tanto que empezó a derretirse.
– No lo vas a conseguir -dijo Kane en voz baja-. Puedes merodear por aquí tanto como quieras, pero no vas a cambiar nada.
– ¿Merodear? Yo no merodeo por ninguna parte.
– Llámalo como quieras, pero no vas a lograr tentarme. Esto se ha acabado. Nunca vamos a tener una relación. Pasamos una gran noche, quizá la mejor noche. Si tuviera que cambiar, lo haría por ti. Pero no va a ocurrir. No voy a permitirte la entrada en mi vida.
Willow abrió la boca; luego, la cerró. Kane seguía deseándola. Lo veía en sus ojos. El deseo seguía ahí, pero también su negativa a dejarla acercarse a él. Ella se sentía encantada y confusa.
– ¿Por qué no? -preguntó Willow-. ¿Por qué te dan tanto miedo las relaciones?
– Porque no me fío de nadie -contestó Kane-. Desde muy joven me di cuenta de que todos estamos solos. La única persona en quien confío es en mí mismo.
Kane estaba equivocado, muy equivocado. Pero Willow no sabía cómo convencerlo de lo contrario.
– ¿Qué te ha pasado? ¿Abusaron tus padres de ti? ¿Se te murió algún amigo?
La oscura mirada de Kane se clavó en la suya, y Willow tuvo la sensación de que lo que iba a oír no le iba a gustar.
– Cuando era pequeño vivía en la calle. Solo. Me uní a una banda para sobrevivir y la banda se convirtió en mi familia. A los dieciséis años, mi novia se enamoró de un chico de una banda rival. Mantuvo la relación en secreto. Para demostrar su lealtad a esa banda, me traicionó. Me metieron tres tiros y me dieron por muerto, y la causante fue la única persona a la que había amado.
– ¿Qué quieres decir con eso de que le dieron por muerto? -preguntó Marina mientras pasaba la cesta con los panecillos.
Willow agarró uno y ofreció otro a Julie, que lo rechazó.
– El novio de su novia disparó a Kane y se marchó, dejándolo ahí tirado. Alguien llamó a una ambulancia y logró sobrevivir -Willow aún no podía creer lo ocurrido, pero había visto las cicatrices en el cuerpo de Kane.
Las hermanas se habían reunido para almorzar cerca de la oficina de Julie. Era uno de esos días cálidos otoñales que a la gente que vivía en zonas donde nevaba le hacía pensar en trasladarse a Los Ángeles.
– Sé lo que estás pensando -le dijo Marina-. Estás pensando que puedes salvarlo.
– Ni se te ocurra -añadió Julie-. No se parece en nada a los otros que has salvado. Es un hombre peligroso.
Lo que lo hacía aún más atractivo, pensó Willow.
– Está solo. Creo que necesita a una mujer en su vida.
Marina miró a Julie y después sacudió la cabeza.
– Willow, a veces, los hombres dicen lo que realmente piensan. No quiere tener relaciones. No puedes cambiarlo.
– Pero si me dejara intentarlo estaría mucho mejor -contestó Willow.
Julie le tocó el brazo cariñosamente.
– Sabes que te quiero y que siempre te apoyaré, pero… ¿por qué te empeñas en hacerte daño a ti misma? Lo haces siempre.
– Soy así, no puedo remediarlo -declaró Willow-. Quiero cambiar las cosas. Quiero que un hombre me quiera y que desee pasar conmigo el resto de la vida. Kane puede ser ese hombre.
– Y también puede que te destroce el corazón -dijo Julie con ternura-. No me gustaría verte sufrir otra vez.
– Lo sé. Pero esta vez es diferente.
– ¿Lo es? -preguntó Julie-. ¿En qué es diferente? No, espera, no contestes. ¿Se te ha ocurrido cuestionarte por qué te enamoras de hombres que no te corresponden? ¿No será porque tienes miedo de enamorarte? Dices que quieres un amor eterno, pero tienes la tendencia a asegurarte de que eso no ocurra.
Willow miró a Julie y luego a Marina.
– Yo no hago eso.
Marina suspiró.
– Lo siento, pero estoy de acuerdo con Julie. Evitas a los hombres normales, a los hombres que quieren casarse y tener hijos.
Willow abrió la boca para luego cerrarla. Quería decir a sus hermanas que estaban equivocadas. Ella no hacía eso… aunque quizá sí.
De repente, recordó un incidente en su adolescencia. Estaba en su cuarto arreglándose para salir con un chico cuando entró su padre. Él no pasaba mucho en casa; por lo tanto, cuando estaba allí, tanto ella como sus hermanas estaban encantadas. Willow había dado media vuelta y había dejado el cepillo del pelo en la cómoda.
– ¿Qué te parece, papá? ¿Estoy guapa?
Su padre se la había quedado mirando durante un tiempo y luego contestó:
– Nunca serás tan lista ni tan guapa como tus hermanas, pero estoy seguro de que acabarás encontrando a alguien que se haga cargo de ti. Pero no sueñes con un príncipe azul, eso es todo.
Las palabras de su padre se le habían clavado en el alma. Había salido con su amigo, pero no recordaba nada de aquella noche, las palabras de su padre no dejaron de rondarle en la cabeza.
Siempre había sabido que Marina y Julie eran más guapas que ella y que tenía que estudiar más que sus hermanas para conseguir peores notas que ellas, pero nunca le había dado importancia. Hasta ese momento, se había considerado especial.
Pero si su propio padre no lo creía, quizá no lo fuera. Desde entonces, jamás se volvió a sentir especial… hasta la noche que pasó con Kane.
– Willow, ¿te pasa algo? -preguntó Marina inclinándose hacia ella.
– No, estoy bien -Willow respiró profundamente-. Tenéis razón. Creo que evito a los hombres normales porque me da miedo enamorarme y ser rechazada. ¿En qué estaba pensando? No voy a cambiar a Kane. Él no quiere tener nada que ver conmigo y voy a dejarlo en paz. Es lo mejor.
Julie se mordió el labio inferior.
– ¿Te encuentras bien? No era mi intención herir tus sentimientos.
– No lo has hecho. Estás preocupada por mí y te lo agradezco.
– Te quiero -dijo Julie con sinceridad.
– Y yo también te quiero -añadió Marina.
Willow reconoció el afecto de sus hermanas y se sintió algo mejor. Siempre podía contar con ellas. En cuanto a Kane, iba a olvidarlo. Él no la quería en su vida, se lo había dejado muy claro.
Quizá hubiera llegado el momento de dejar de querer imposibles y plantar los pies firmemente en la tierra. Quizá debiera buscarse un hombre normal. Pero… ¿cómo era un hombre normal exactamente?
Capítulo 5
Kane entró en la casa y oyó el maullido de las crías, lo que le pareció extraño ya que, normalmente, no hacían ningún ruido. Dejó el portafolios en una silla de la cocina, salió al cuarto de estar y vio a las crías en la caja, pero no a la madre.
Buscó por toda la casa, pero no había rastro de la gata. Pero la ventana que había dejado entreabierta para que se ventilara la casa estaba más abierta y la rejilla estaba fuera, en el suelo. La gata se había marchado.
Lanzó una maldición y miró la caja con las crías. ¿Habría abandonado a su familia? No necesitaba más problemas, pensó mientras agarraba el teléfono, y fue cuando se dio cuenta de que no tenía su número de teléfono.