Выбрать главу

Tres minutos más tarde estaba marcando. Sus programas de seguridad, junto con un buen ordenador y conexión de Internet, le permitían encontrar a cualquier persona en cualquier parte del mundo.

– ¿Sí?

Kane frunció el ceño. La voz no le resultaba familiar.

– ¿Willow?

Oyó un sonido nasal seguido de un tembloroso:

– Sí.

Algo le pasaba. No quería saberlo, pero sabía que debía preguntar, era lo correcto. Al demonio, pensó unos segundos más tarde.

– Soy Kane.

Willow emitió un sonido semejante a un sollozo.

– ¿Qué pasa? -preguntó ella con voz espesa, una voz que a él le pareció de llanto-. No me llamarías si no te pasara algo.

Willow había dicho la verdad y eso le gustaba.

– La gata se ha marchado.

– ¿Jazmín?

– Sí, Jazmín. He dejado la ventana abierta para que entrara aire y la gata ha conseguido tirar la rejilla y se ha escapado. Las crías no hacen más que maullar y yo no sé qué hacer.

– No dejar la ventana abierta es lo mejor que podías haber hecho -dijo ella con voz queda-. Ahora mismo voy.

Willow hizo lo que pudo por recuperar la compostura, no quería que Kane pensase que había llorado por él. No lo había hecho. Sus problemas no tenían nada que ver con Kane. Pero los hombres eran tan arrogantes que seguro que era lo primero que él pensaría.

Aparcó el coche y, con el último pañuelo de papel que le quedaba, se secó las lágrimas. Luego, se sonó la nariz y tomó aire. Prefirió no pensar en su aspecto. Lo importante era encontrar a Jazmín.

Salió del coche, lista para llamar a la gata; pero antes de poder pronunciar una palabra, Jazmín salió de entre unos arbustos y maulló.

Willow se agachó y le acarició el lomo.

– ¿Necesitabas pasar un rato a solas? -le preguntó Willow-. ¿Te estaban cansando tus hijos?

Jazmín volvió a maullar y se frotó contra ella. La puerta de la casa se abrió.

Willow se enderezó y se preparó para recibir el impacto de la presencia de Kane. Ese hombre era muy guapo. Era un hombre alto, fuerte y parecía dispuesto a enfrentarse al mundo.

– Ha vuelto -dijo Willow señalando a Jazmín-. Creo que sólo quería estar sola un rato. ¿Has intentado abrir la puerta y llamarla?

– Ah, no. No se me había ocurrido. No tengo práctica con los animales domésticos.

– Eso es evidente.

Kane la miró, luego a la gata y, una vez más, a ella. A Willow se le ocurrió pensar que se sentía algo estúpido. Quizá no estuviera bien, pero eso la hacía sentirse mejor.

– Te sugeriría que sujetaras bien las rejillas. Además, no estaría mal que dejaras salir a la gata todas las mañanas un rato. Debe de ser agotador cuidar de tres gatitos.

– Está bien, lo haré. Gracias.

Kane se la quedó mirando. Willow no sabía qué era lo que él estaba pensando y tampoco le importaba mucho en ese momento. Estaba sumamente triste, le habían dado la noticia sin previo aviso.

– ¿Quieres entrar?

– ¿Queda alguna pasta?

Kane asintió.

– Está bien -quizá lo ayudara tomar un poco de chocolate.

Willow entró en la casa. Jazmín también entró y se fue a la caja, con sus crías.

– Siéntate -dijo Kane indicando el sofá.

Willow se sentó. Le resultaba extraño estar allí otra vez, se había jurado a sí misma no volver a verlo. Aunque le gustaba ver el cuerpo de ese hombre, no pudo evitar pensar que aquél era otro lugar en el que la habían rechazado.

Kane le llevó una bandeja con pastas y una botella de agua.

A pesar de la presión que sentía en el pecho, Willow lo miró y sonrió.

– ¿Pastas y agua?

– Lo siento, no tengo nada de bebida.

– No te preocupes.

Mientras hablaba, una lágrima le resbaló por la mejilla. Willow tuvo miedo de echarse a llorar y tragó saliva.

– ¿Tienes pañuelos de papel? -preguntó ella.

– Sí, ahora te los traigo.

Kane se marchó y volvió inmediatamente con una caja de pañuelos de papel. Willow agarró un par de pañuelos y se secó las lágrimas.

– No te asustes, no lloro por ti -explicó Willow-. He perdido mi trabajo. No sabía nada, no me habían avisado. Yo creía que todo iba bien. De repente, me han llamado para decirme que ya no requieren mis servicios. Mucha gente les escribió diciéndoles que mi cómic no tenía gracia o que no lo entendían.

Willow respiró profundamente y lo miró. Kane seguía de pie junto al sofá, como si no supiera qué hacer.

– Las protagonistas eran tres chicas calabazas. Eran amigas, salían juntas e iban de compras. Vivían en una granja, aunque no era una auténtica granja. Había un centro comercial y un restaurante. Salían con otras verduras. Era muy gracioso.

Willow bajó la cabeza y continuó llorando.

– ¿Cómo es posible que la gente no le viera la gracia? Además, trabajaba mucho -eso era lo que más le molestaba, lo mucho que había dado de sí misma en el trabajo.

– ¿No puedes vender tu viñeta en algún otro sitio? -le preguntó Kane.

– Creo que no. Se trataba de una revista de horticultura semanal. Las chicas calabaza eran de cultivo biológico, llevaban un estilo de vida holístico. Eran muy espirituales.

– ¿Las calabazas?

Willow asintió.

– No ganaba mucho dinero, no era una revista de gran tirada. Pero era un trabajo. Con el dinero que me daba la viñeta y con la venta de velas conseguía vivir.

– ¿Vendes velas?

– Sí -Willow contuvo un sollozo-. Ya sé que no soy como mis hermanas, pero me gustaba mi vida. Era una vida de poca cosa, pero me gustaba. Tenía mis velas y a mis chicas. Pero ahora ya no tengo a las chicas y no sé qué voy a hacer. Además, me dijeron que no tenía gracia. Adiós. Sin más. Aunque no les ha importado todo lo que he trabajado. ¿Tienes idea de las horas que me llevaba hacer la viñeta a la semana? Muchas.

Kane se sentó en el sofá y la miró.

– Lo siento.

– Gracias. Y no se trata de ti, está todo lo demás. Hace un par de días fui a comer con mis hermanas. Me dijeron que evitaba a los hombres normales porque tenía miedo de enamorarme, y creo que tenían razón. Soy una fracasada.

– No eres una fracasada, estás pasando por un mal momento.

Eso casi la hizo reír.

– ¿Un mal momento? Mi vida profesional está acabada. ¿Sabías que mi hermana Julie ha sacado su licenciatura en derecho a la primera? Ahora trabaja para una empresa jurídica internacional y pronto la harán socia de la empresa. Marina, mi hermana pequeña, también es muy lista; terminó el bachillerato a los quince años y le dieron una beca para estudiar en la universidad. Está licenciada en química y en física. ¿Qué te parece? ¿Y sabes qué está haciendo ahora?

Willow lo miró. Lo veía algo borroso por las lágrimas.

– ¿Lo sabes? -insistió.

Kane negó con la cabeza.

– Ahora está aprendiendo lenguaje por señas, para sordos. Quiere compensar y dar algo a la comunidad por haber hecho los estudios gratis. Es una buena persona. Y yo ni siquiera puedo vender una viñeta sobre calabazas. Mis dos hermanas son listas y guapas, yo no soy nada.

Kane se sintió como si hubiera descendido a los infiernos. El sufrimiento de Willow lo hacía sentirse incómodo y no tenía idea de qué decirle. Lo único que se le ocurrió fue:

– Eres guapa.

– Vamos, por favor.

– Lo digo en serio. Eres muy atractiva. Te deseaba, ¿o ya no te acuerdas?

Willow volvió su hinchado rostro a él, los ojos rojos.

– Me deseabas, en pasado. Una noche. Dijiste que eso era todo lo que habría entre los dos y tenías razón. Sólo valgo para una noche, pero no para volver a hacer que me desees.

¿No habría sido mejor que Willow le hubiera pegado un tiro? Le habría dolido menos, pensó Kane.

– No te preocupes, yo ya no quiero nada de ti -declaró Willow-. No me interesa el sexo por compasión.