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– Eres muy obstinada.

Willow se le acercó y le puso las manos en el pecho.

– Eres un tipo duro. Podrías mantenerme alejada de ti si realmente quisieras.

Kane suspiró.

– Willow, no hagas una montaña de un grano de arena.

– Deja de decirme eso. Me invitas con una mano y con la otra me apartas -Willow respiró profundamente para darse ánimos-. Estamos saliendo juntos. Tú puedes llamarlo como quieras, pero la verdad es ésa. Somos una pareja. Tú quieres seguir viéndome y yo quiero seguir viéndote. Eso es salir juntos. Acéptalo.

La expresión de los ojos de Kane endureció, pero no se apartó de ella. Entonces, le cubrió las manos con las suyas y se las apartó del cuerpo.

– Tengo mis motivos para no querer decir que salgo contigo -dijo Kane-. Salir con alguien implica fiarse de alguien, y yo no me fío de nadie. Y no voy a cambiar.

Kane estaba equivocado, pensó ella con tristeza. A pesar de negarlo, Kane se fiaba de ella; de lo contrario, nunca le habría dado las llaves de su casa.

Y luego estaba lo del regalo de Nueva York y la comida en la nevera. ¿Y no estaba dispuesto a cambiar? Lo estaba haciendo.

Pero en vez de decirle eso, Willow murmuró:

– No te preocupes, salir conmigo es algo muy simple. Sólo hay unas cuantas condiciones y tú, siendo un tipo listo, las entenderás sin problema alguno.

Kane se la quedó mirando fijamente.

– ¿Qué condiciones?

– En primer lugar, si dices que me vas a llamar, quiero que me llames. También que seas puntual y que no salgas con ninguna otra.

Kane, que tenía las manos de ella en las suyas, las acarició.

– No tengo interés en salir con otra.

Willow casi se deshizo.

– Me alegro. Bueno, a ver qué más… Ah, sí, halagos. Siempre me han gustado los halagos.

– ¿Y los regalos? -preguntó Kane.

– No son necesarios. Pero no diría que no a un regalo -Willow sonrió traviesamente-. En realidad, no creo que diga que no a nada que venga de ti.

Los ojos de Kane se ensombrecieron de emoción.

– No se me dan bien estas cosas, Willow. Estás pidiendo demasiado.

– Tengo fe en ti.

– ¿Y si sale mal?

– ¿Por qué pensar lo peor? ¿Y si sale bien?

Kane le soltó las manos y le acarició el rostro.

– Eres una optimista.

– Es parte de mi encanto.

– Sí, lo es -Kane la besó-. Quédate aquí, no te muevas.

Kane salió de la cocina. Willow sirvió dos tazas de café y se quedó esperando a que volviera.

Cuando Kane regresó a la cocina, tenía en la mano una tarjeta.

– Este es mi teléfono en el trabajo. Te he escrito el número del móvil en la parte de atrás de la tarjeta.

Willow sabía lo que Kane le estaba ofreciendo: acceso a su mundo. Acceso a él. Era un gran paso por parte de Kane.

A cambio, ella le entregaba su corazón.

A última hora de la mañana del domingo, Willow se encontró delante de la segunda casa más grande que había visto en su vida. Al menos tenía que haber tres jardineros.

Marina la tomó del brazo.

– Bueno, ¿qué te parece?

– Es maravillosa. No puedo creer que alguien de mi familia viva aquí. La casa de Todd es más grande, pero como no es familia, no cuenta. ¿Crees que tiene criados?

– Estoy segura de ello.

– Creo que no me gustaría tener criados. Me gusta ir y venir sin que nadie me controle.

Julie apareció en ese momento.

– Perdonad que llegue tarde. Estaba ocupada… y he perdido la noción del tiempo.

Willow miró a Marina.

– Creo que estaba con Ryan, haciendo… ya sabes.

– Sí, claro.

Julie se alisó la falda del vestido.

– No os estoy oyendo. Bueno, vamos a ver qué quiere nuestra abuela.

Mientras se acercaban a la puerta, Marina suspiró.

– Estás viendo a Kane, ¿verdad?

Willow sonrió.

– Sí. Es oficial. Somos una pareja.

– Estupendo. Así que la única que está sola soy yo. Es algo deprimente.

Julie dio a Marina una palmada en el brazo.

– Tienes a Todd.

– Vayas, gracias.

Las tres se echaron a reír. Por fin, Willow llamó al timbre.

– ¿Tiene criada? -preguntó Marina en voz baja.

– Y con uniforme -contestó Julie en un susurro-. Te va a encantar.

No había sólo una criada, había todo un equipo. Una persona para abrirles la puerta y acompañarlas, otra para llevarles bebidas y una tercera para servirles la comida.

Willow hizo lo posible por centrarse en la comida y en la conversación, pero la belleza del «desayunador» lo estaba distrayendo.

– Este cuarto tiene más luz y es menos formal que el comedor -dijo su abuela Ruth al conducirlas a la estancia.

Seis ventanales daban a un hermoso jardín estilo inglés. Había tres candelabros de cristal, una mesa y dos muebles de bufé a lo largo de una pared. La alfombra era antigua y, probablemente, china.

– ¿Qué tal los preparativos para la boda? -preguntó Ruth mientras una criada servía los platos de la ensalada.

Julie pareció sorprendida.

– Ah, bien. Bueno, la verdad es que no hemos hecho demasiados planes.

– ¿Vais a esperar a que nazca el niño? -preguntó Ruth.

– No, pero el trabajo me ha tenido muy ocupada -contestó Ruth acariciándose el vientre.

– Y también Ryan -bromeó Marina.

Ruth se aclaró la garganta.

– Para mí, sería un honor que consideraseis la posibilidad de celebrar la boda aquí. El jardín es muy bonito, incluso en esta época del año, y es lo suficientemente grande para montar una o dos carpas. O, dependiendo del número de invitados, se podría celebrar dentro de la casa. Hay un salón de fiestas enorme en el tercer piso; aunque nunca subo, es muy bonito. Sé de unas cuantas empresas que organizaban bodas que tiene muy buena reputación.

Willow sabía que aquella casa no era del estilo de Julie, pero que a su hermana podría gustarle la invitación. Además, era una oportunidad que sólo se presentaba una vez en la vida.

Julie sonrió a su abuela.

– Tendría que consultarlo con Ryan. Si a él le parece bien, podríamos celebrar la boda aquí.

– Maravilloso. Tú te encargarías de todo. Te prometo que no interferiré para nada, a excepción de pagar los costes.

– No, no es necesario que hagas eso -dijo Julie rápidamente-. Queremos pagar nosotros.

– Eres mi nieta y él es mi sobrino-nieto. Somos de la familia, querida. Será mi regalo de boda.

Marina se inclinó sobre Willow.

– ¿Crees que nos compraría un coche nuevo a cada una? -preguntó Marina en un susurro.

Willow sonrió maliciosamente.

– Pregúntaselo.

Ruth miró a Willow.

– ¿Qué tal tu novio, Kane?

– Ah, bien -Willow no comprendía cómo su abuela sabía de Kane. Quizá Todd o Ryan lo hubieran mencionado.

– Un joven interesante -dijo Ruth-. Peligroso, pero excitante y atractivo.

Willow estuvo a punto de atragantarse con la lechuga. ¿Había dicho su abuela, una mujer de sesenta y tantos años, que Kane era atractivo?

– Y tiene bastante dinero -añadió Ruth-. Muchas e inteligentes inversiones.

Willow agrandó los ojos.

– ¿Cómo lo sabes?

– Me lo ha dicho Todd. No me ha dicho exactamente cuánto, pero sí que no necesita trabajar, lo hace porque quiere.

Willow no estaba de acuerdo. Al margen del dinero que tuviera, Kane no pensaba que fuera suficiente.

– Parece un hombre muy responsable -continuó Ruth-. Una excelente cualidad. Aunque es algo individualista y solitario. Tendrás que tenerlo en cuenta. Algunos hombres pueden cambiar, otros no. Asegúrate de que te entrega el corazón antes de entregárselo tú a él.

«Un consejo excelente», pensó Willow. Desgraciadamente, lo recibía con un mes de retraso. Kane ya estaba en posesión de su corazón, lo estuvo desde el momento en que ella se rompió el tobillo.