Julie se inclinó hacia su abuela.
– ¿Así es como te mantienes al margen de las vidas de los demás? -preguntó Julie con una sonrisa.
– Oh, no. Me estoy metiendo en vuestras vidas, ¿verdad? -Ruth suspiró-. Es una mala costumbre mía. Dejaré de hacerlo después de una cosa más que aún me queda por hacer.
– ¿Qué es? -preguntó Julie tras lanzar una carcajada.
Ruth se volvió a Marina.
– Me gustaría que conocieras a Todd. Sé que tienes motivos para no estar entusiasmada con la idea; por lo tanto, incluso estoy dispuesta a retirar la oferta de dinero, pero… hazme ese favor.
Marina miró a sus hermanas; después, clavó los ojos en Ruth de nuevo.
– Está bien, lo conoceré; pero sólo si la oferta de dinero sigue en pie. La promesa de una fortuna lo hace todo más interesante.
– ¿Estás segura de eso? -preguntó Julie-. ¿Y si te gustara? El dinero sería un impedimento. Créeme, es una complicación.
– Vamos, por favor. No te ofendas, abuela, pero… ¿qué posibilidades hay de que eso ocurra? Dudo que Todd sea mi tipo. Lo conoceré por darte el gusto, pero no te hagas ilusiones.
– Estás tentando al destino -murmuró Willow.
– Me arriesgaré -dijo Marina-. ¿Qué posibilidades hay de que Todd Aston III sea el hombre de mi vida?
– Desgraciadamente, Marina tiene razón -dijo Ruth-. No obstante, quiero seguir soñando. Es una cuestión de familia. Ah, y hablando de familia, voy a conocer a vuestro padre la semana que viene. Tengo muchas ganas.
– Yo también -dijo Marina.
Julie pareció disgustada; por su parte, Willow se preguntó qué tendría que decirle esta vez.
Más tarde, después del almuerzo, las tres hermanas se marcharon. Cuando llegaron a sus respectivos coches, Marina se volvió hacia Julie.
– ¿En serio vas a considerar la posibilidad de celebrar tu boda aquí?
Julie sonrió traviesamente.
– Sí, claro. Ryan adora a Ruth, le gustará la idea. Y estoy segura de que Ruth conoce a las mejores empresas para organizar bodas de la zona, lo que facilitará las cosas. No voy a dejarle que se encargue de todos los gastos; pero, por lo demás, me parece una buena idea. ¿A ti no?
– Me gusta la idea -admitió Marina-. La casa es maravillosa y, además, a la abuela le haría feliz. Sí, ¿por qué no?
– Willow, ¿tú qué opinas? -preguntó Julie.
– A mí también me parece una buena idea.
– Hablando de otra osa -dijo Marina mirando a Julie-. ¿Te molesta que papá vuelva a casa?
Julie se encogió de hombros.
– No lo sé, supongo que no importa. He hablado de eso con Ryan y me ha ayudado bastante. Mamá lo quiere. Puede que yo no comprenda por qué, pero tengo que respetarlos. Papá es su marido y es nuestro padre; y aunque nos parezca un egoísta, es parte de la familia.
Marina sonrió.
– Yo, personalmente, estoy deseando verlo.
– Porque siempre fuiste su preferida -dijo Julie.
– Nos llevamos bien. Estoy de acuerdo en que la vida habría sido más fácil si hubiera sido un padre normal que estuviera en casa, pero no es así. Yo he aceptado siempre cómo es papá y disfruto su compañía cuando está aquí.
– En ese caso, debes de ser mejor persona que yo -dijo Julie con un suspiro-. Bueno, tengo que marcharme ya, Ryan me está esperando.
Julie se despidió de sus hermanas y se dirigió a su coche. Marina se volvió hacia Willow.
– Supongo que querrás ir a ver a Kane.
– Sí.
– Bueno, ahora las dos tenéis novio. Supongo que tendré que buscarme uno también.
– Tienes a Todd.
Marina se echó a reír.
– Sí, claro -Marina dio un abrazo a su hermana-. Bueno, te veré en casa de mamá.
– Ahí estaré.
Marina se marchó.
Willow se subió en su coche y lo puso en marcha.
Ahora que estaba sola, no tenía por qué seguir fingiendo que le hacía ilusión ver a su padre. Lo cierto era que, en secreto, siempre había temido las visitas de su progenitor. Por mucho que hiciera ella, su padre siempre la había considerado una fracasada. Y aún seguía doliéndole.
Capítulo 10
Por la tarde, Willow cambió de postura en el asiento del Mercedes de Kane, tratando de combatir el ataque de náuseas y preguntándose si desaparecería alguna vez el nudo que sentía en el estómago.
– Estás muy callada -comentó él mientras llevaba el coche al carril de la izquierda-. ¿Te pasa algo?
– No, estoy bien. Es decir, no estoy bien, pero tampoco estoy fatal. Medio fatal. Esto es un error. ¿Por qué vamos a hacerlo? No deberíamos hacerlo. Debería haber dicho que no o que los dos teníamos cosas que hacer o que tú estabas ocupado. Pedirte que vinieras conmigo ha sido un error.
Willow se mordió el labio, suspiró y añadió:
– No lo digo en plan mal.
– No, claro que no. Lo tomaré como un cumplido.
Eso la hizo sonreír.
– No lo digo por ti, sino por mí. Estoy nerviosa. Además, a ti no te gusta esto de las familias. ¿Por qué has dicho que sí?
Kane tomó la salida de la autopista.
– Porque me lo pediste y para ti es importante.
En otras circunstancias, las palabras de Kane le habrían hecho mucha ilusión. Pero no ese día. Iba a ser un desastre.
– Se trata de mi padre -admitió Willow-. Ha vuelto, lo que es bueno, pero también es… no sé, estoy algo confusa.
– Los padres tienen ese efecto en los hijos.
– ¿Te acuerdas tú del tuyo? -preguntó ella.
Kane se encogió de hombros.
– A mí padre no lo conocí. No sé si mi madre sabía quién era. De ella me acuerdo algo, pero casi siempre estaba fuera de casa. Murió cuando yo tenía ocho años.
– ¿Dónde estaban los de los Servicios Sociales? -preguntó Willow-. ¿Por qué no se encargaron de ti?
– Creo que no sabían nada de mí. Cuando mi madre murió, me quedé en la calle. En realidad, había vivido en la calle la mayor parte del tiempo, ya era una especie de mascota para algunos miembros de la banda. No me costó mucho que me aceptaran. Además, les era útil; les hacía recados, como llevar drogas de un sitio a otro y cobrar.
A Willow aquello le sonó a chino.
– ¿No ibas al colegio?
– Dejé el colegio después de la escuela primaria.
– No lo entiendo, eres una persona con estudios.
– Estudié en el ejército. Luego, todo el tiempo libre que tenía lo pasaba leyendo. Fundamentalmente, lo que sé lo estudié yo solo.
Willow temió que las lágrimas afloraran a sus ojos. No quería llorar. Por lo tanto, respiró profundamente y cambió de tema de conversación.
– Los gatitos están creciendo mucho -dijo-. Van a necesitar una caja más grande.
– Compraré una esta semana.
Por fin, llegaron a la casa de Naomi.
– Bueno, ya hemos llegado -dijo Willow con la esperanza de parecer más animada de lo que estaba.
Entraron en la casa. Eran los últimos en llegar, los demás ya estaban allí. Su padre, como de costumbre, se hallaba en el centro de un grupo.
Estaba igual que siempre, pensó Willow. Aún guapo y rubio, moreno y con esos ojos azules permanentemente impregnados de buen humor.
– Usted debe de ser Kane -dijo Jack Nelson con una sonrisa-. He oído hablar mucho de usted.
Los dos hombres se dieron la mano.
– ¿Cómo está mi Willow? -preguntó Jack.
– Estoy bien, papá -respondió ella dándole un abrazo.
Abrazada a su padre, Willow sintió una mezcla de placer y aprensión. Luego, se apartó de él, pero su padre le puso un brazo sobre los hombros.
– Así es como debe ser, de nuevo con mis chicas -dijo Jack.
Willow se separó de él con decisión y se acercó a su madre.
– ¿Qué tal estás? -preguntó Willow, aunque veía felicidad en el rostro de su madre.
– Maravillosamente bien. Estoy contenta de tenerlo en casa.
Willow asintió. Vio a Kane hablando con Ryan.