Выбрать главу

— Como ven ustedes — concluyó Trujánov —, aunque la expedición no se propone llegar al Polo Norte, sino únicamente investigar un supuesto continente al Norte del estrecho de Bering, también esta misión es bastante difícil. En el mejor de los casos, volveremos a Rusia muy entrado el otoño de este año, posiblemente sin haber visto siquiera la tierra que buscamos; pero lo más probable es que hayamos de invernar en los hielos, en el barco o en el continente, y volver dentro de un año o dos.. En el peor de los casos, podemos perecer, cosa que cada uno de nosotros debe tener en cuenta pana dejar sus asuntos en la debida forma.

Después de una pausa, durante la cual cada uno de los oyentes pudo reflexionar en el asunto, Trujánov añadió:

— Si cualquiera de ustedes, una vez explicado ahora el plan de la expedición, considera imposible tomar parte en ella, le ruego de todas formas que no hable con nadie de nuestros propósitos hasta principios de mayo.

— Si no me equivoco — observó Kashtánov— ha dicho usted al hablar de la expedición de los trineos: «La desembarcaremos en la orilla o en el hielo». Acaso no piensa usted participar en la exploración del continente desconocido, Nikolái Innokéntievich?

— Desgraciadamente, no, Piotr Ivánovich. Iré con ustedes en — el barco y en él me quedaré, porque apenas puedo caminar. Tengo una pierna amputada por debajo de la rodilla: me la rompí con tan mala suerte durante una ascensión por los Sayán que he quedado inválido y sólo sirvo para un régimen sedentario de vida.

— Entonces, ¿quién irá en la expedición de los trineos?

— Todos los presentes menos el capitán y yo, y también uno o dos hombres de Kamchatka o de Chukotka, es decir, de cinco a seis personas. La investigación de los tres reinos de la naturaleza estará asegurada y, aparte de estudiar los fenómenos atmosféricos, el meteorólogo se encarga de determinar las longitudes y las latitudes. ¿No es cierto, Iván Andréievich?

— Muy justo. Tengo bastante — experiencia — en este apecto— contestó Borovói.

— No pido una respuesta inmediata en lo que se refiere a tomar parte en la expedición — prosiguió Trujánov-. Que cada cual reflexione tranquilamente a solas en mi propuesta.

— Cuándo debemos dar la contestación definitiva? — preguntó Pápochkin.

— Dentro de una semana a esta misma hora. Desgraciadamente no puedo concederles un plazo más largo pana reflexionar, ya que, en caso de que alguno de ustedes no acceda, habré de buscar otro especialista que le sustituya y afines de enero debo volver a Siberia para dejar arreglados los asuntos de mi observatorio, que abandono por largo plazo.

Al cabo de una semana, las mismas personas se reunieron a la misma hora en la habitación de Trujánov. Faltaba el capitán, que había salido ya a hacerse cargo del barco. Ninguno de los hombres de ciencia renunció a tomar parte en la expedición, demasiado seductora a pesar de las privaciones y los peligros que auguraba. Trujánov estaba entusiasmado y observó que aquella unanimidad y aquella ausencia de vacilaciones garantizaba de anternano el buen éxito de la empresa. El plan volvió a ser debatido, y cada uno de los participantes hizo las observaciones de su especialidad acerca de los equipos científicos y personales necesarios.

Al día siguiente, todos regresaron a sus lugares de residencia para prepararse y poner en regla sus asuntos.

* Ahora se llama Tierra del Norte.

** En el Norte de Siberia se llama así el pescado seco, fundamentalmente del género de los salmónidos, que los habitantes preparan de antemano para alimentarse en invierno, ellos y sus perros.

Capítulo III

EN MARCHA

El 20 de abril salieron de Moscú juntos, en el expreso de Siberia, el profesor Kashtánov, el zoólogo Pápochkin, el meteorólogo Borovói y el médico Gromeko que, procedentes de distintos puntos, habían decidido reunirse en Moscú. Diez días después llegaban a la estación de Vladivostok.

En el hotel señalado de antemano nuestros viajeros encontraron ya a Trujánov, llegado una semana antes para hacer diferentes compras y recibir los artículos encargados. Al día siguiente, primero de mayo, los cinco fueron a recibir, cuando atracaba en el puerto, al barcoEstrella Polar, desde cuyo puente les sonreía el rostro atezado del capitán.

Durante tres días se procedió al embarque de carbón, lubrificantes, provisiones de boca, diferentes objetos del equipo científico y el equipaje personal de los miembros de la expedición que, por su parte, embarcaron al tercer día.

El 4 de mayo por la mañana todo estaba listo, las formalidades aduaneras terminadas, el equipaje y los pasajeros en sus puestos.

Cortando suavemente las olas de la bahía Zolotói Reg, elEstrella Polardobló al mediodía el cabo Oslínie Ushi y, por delante de la isla Russki, se dirigió hacia el Este. Desde el puente del capitán, los cinco viajeros se despedían con la mirada de la ciudad que desaparecía a lo lejos, extendida en anfiteatro por los montes, detrás de la verde bahía. En el fondo del alma cada uno se preguntaba involuntariamente: ¿Volveré yo a ver algún día estas orillas y mi Patria? Y todos sentían cierta tristeza. Pero la — fresca brisa marina y el ligero balanceo que comenzó poco ¡después de salir de la bahía ahuyentaron pronto los recuerdos de tierra.

Se escuchó el gong que llamaba al desayuno y los viajeros descendieron a la sala de oficiales después de lanzar unja última mirada a la negra franja de tierra patria que quedaba atrás.

Después del desayuno todos volvieron a cubierta para contemplar la negra masa de la isla de Askold, último trozo de tierra patria hasta llegar — a Kamchatka. Pasada la isla, elEstrella Polarviró hacia oriente. El viento había amainado y el barco cortaba suavemente las olas azules del mar del Jiapón, que se extendía al Sur y al Este. Unicamente al Norte, a una distancia de quince a veinte kilómetros, corría la línea oscura de la orilla de Ussurí. Al ponerse el sol también esta línea desapareció rápidamente detrás del cabo Povorotni.

El barco viró bruscamente hacia el Nordeste.

— ¿A qué puerto nos dirijimos?

— A ninguno, si no nos obliga alguna fuerte tormenta. Pero el barómetro está alto y no se prevé ninguna tormenta hasta las Kuriles.

— ¿Y una vez allí?

— Una vez allí, el frío mar de Ojotsk nos dará probablemente algún disgusto. Este odioso rincón del Océano Pacífico siempre prepara alguna encerrona a los barcos que se dirigen hacia Kamchatka. Las tempestades repentinas, las nieblas, la lluvia y la nieve son allí constantes, sobre todo en primavera y otoño. Ahora que a nosotros, nos servirá para prepararnos a las condiciones polares.