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— Y además muy correcto, a pesar de la dura vida que ha llevado en lugares perdidos y poco habitados — observó Kashtánov.

— Conoce la lengua esquimal, lo que podría servirnos en la tierra que buscamos, ya que, si está habitada, lo estará por esquimales — añadió Gromeko.

— Quizá le proponga, efectivamente, con la aprobación de todos ustedes, tomar parte en nuestra expedición — acabó diciendo Trujánov-. O, mejor aún, esperaré unos días. Como de aquí no se puede marchar, iremos conociéndole mejor.

A la mañana siguiente, elEstrella Polarse apartó de su curso, a petición de Makshéiev, para dirigirse hacia la gran bahía de San Lavrenti, en cuya orilla septentrional se encontraba el yacimiento de oro. Quería. recoger su modesto ajuar y, además, propuso a Trujánov desmontar y llevarse la pequeña casita que tenía allí y que podía servir a la expedición para invernar en la tierra que buscaba. Dicha casita, con su despensa, estaba hecha de pedazos cuidadosamente ensamblados, de manera que podía ser desmontada en unas horas y cargada en el barco. ElEstrella Polaratracó en la orilla y la tripulación y los viajeros pusieron manos a la obra. Al mediodía, la casita estaba ya cargada en cubierta y el barco reanudó su camino hacia el Norte.

Capítulo VI

EN BUSCA DE LA TIERRA DESCONOCIDA

Muy avanzada la tarde, cuando el sol permanente hacía rodar ya su globo rojo por el horizonte septentrional, elEstrella Polarsalió del estrecho de Bering al Océano Glacial.

Lejos, a poniente, se divisaba el extremo Nordoriental de Asia, el cabo de Dézhnev, en cuyas vertientes abruptas lanzaban reflejos purpúreos los múltiples campos de nieve iluminados por el sol. Los viajeros enviaron un último saludo a aquella orilla desapacible e inhabitada que, de todas maneras, formaba parte de la tierra patria.

Al Este podía distinguirse todavía, envuelto en una niebla ligera; el cabo del Príncipe de Gales, que había quedado ya atrás. Por delante, el mar estaba casi limpio de hielo. Durante los últimos tiempos habían dominado los vientos del Sur que, con la corriente tibia que pasa a lo largo de la orilla americana, habían empujado la mayor parte de los hielos hacia el Norte, circunstancia muy favorable para la navegación ulterior.

A la mañana siguiente, cuando los viajeros subieron a cubierta, no se veía ya tierra a Occidente. Al Este, la tierra continuaba visible: eran las costas de Alaska con sus rocosos cabos de Lisburne y de Hope, que limitan al Norte el golfo de Kotzebue.

El viento favorecía la marcha y, desplegadas las velas, elEstrella Polarbogaba por las olas como una enorme gaviota. De vez en cuando se cruzaban con campos de hielo y pequeños icebergs que, con un suave balanceo, flotaban lentamente, empujados por el viento, hacia el Nordeste.

Cuando las orillas de Alaska empezaron a desaparecer en el horizonte, Makshéiev, de pie junto a la borda con los demás pasajeros, gritó:

— ¡Adiós, antigua tierra rusa, tesoro regalado a los americanos!

— ¿Por qué? — sorprendióse Borovói-. Si no recuerdo mal, nuestro gobierno vendió a los Estados Unidos esta triste tierra.

— Sí, la vendió por siete millones de dólares. Pero, sabe usted cuánto llevan sacado ya los yanquis de esta triste tierra?

— Hombre, pues otro tanto o quizá el doble.

— ¡Qué equivocado está usted! Solamente en oro llevan sacados de Alaska doscientos millones de dólares. Pero, además del oro, sin agotar todavía enteramente, hay allí plata, cobre, estaño y hulla que empiezan ya a extraer. Luego, las pieles, los grandes bosques que bordean el Yukón. Están construyendo un ferrocarril. Por el Yukón navegan vapores.

— ¿Para qué lamentarnos? — observó Trujánov-. De haberla tenido nosotros, Alaska habría continuado en el mismo estado primitivo que la tierra de Chukotka, donde también hay oro y carbón, y pieles, sin que se saque ningún provecho de ella.

— Eso es de momento — objetó Kashtánov-. El libre desarrollo de Rusia está sofocado por la autocracia. Pero, si cambia el gobierno, quizá,empecemos a trabajar en gran escala.

A la mañana siguiente no se veía ya la fierra. y elEstrella Polarnavegaba a velocidad reducida sobre un mar que parecía infinito a pesar de los témpanos que blanqueaban por todas partes. Una niebla espesa flotaba en el horizonte. El viento había amainado, a veces nevaba a grandes copos y entonces el horizonte se reducía rápidamente y el barco aminoraba la marcha. La temperatura del aire era sólo de 0,5 sobre cero. Hacia el mediodía asomó el sol y permitió determinar la latitud, que era de 70 3. De esta manera, gracias al viento propicio y a encontrar.el mar casi libre, elEstrella Polarhabía recorrido en treinta y seis horas una tercera parte de la distancia entre el estrecho de Bering y la costa de la tierra que buscaba.

Estas condiciones favorables se mantuvieron los dos días siguientes y los viajeros se encontraron ya a 73 39 de latitud. Pero al concluir el cuarto día de navegación por el mar de Beaufort, los hielos empezaron a multiplicarse rápidamente y el barco tuvo ya que maniobrar a marcha reducida por los estrechos pasadizos que dejaban los campos de hielo.

Durante todo este tiempo no se habían cruzado con ningún barco: probablemente la estación era todavía demasiado temprana para los balleneros. Comprobado este hecho, Trujánov dijo a Makshéiev:

— Como ve usted, Yákov Grigórievich, no hemos encontrado a ningún ballenero y, quiera que no, habrá de quedarse en elEstrella Polarcomo invitado mío. O quizá prefiera usted participar en la expedición de trineos si encontramos la tierra que buscamos.

— Por muy agradable que sea su compañía — contestó Makshéiev —, me resultaría desde luego penoso estarme seis meses o quizá un año en el barco, sin hacer nada, en medio de los hielos. En cambio participaré con mucho gusto en la expedición y, me parece, podré serle de algún provecho. Tengo experiencia de las marchas en esquís y en trineos de perros y me encargo de cuidarlos a medias con Igolkin. También puedo preparar la comida, levantar cartas y ayudar al profesor Kashtánov en sus observaciones geológicas. Como ingeniero de minas, algo entiendo de Geología.

— En tal caso, considero resuelto el asunto y me alegro mucho de que la expedición cuente con otro miembro, hombre enérgico y experto — concluyó Trujánov.

Las condíciones de la participación de Makshéiev quedaron fijadas muy rápidamente y, por la tarde, enseñó a Kashtánov una colección de minerales de Alaska y de Chukotka que habla recogido en su campamento.

El profesor la estudió con gran interés y se convenció de que Makshéiev poseía conocimientos profundos que podían hacer de él un buen auxiliar en el trabajo.

Por la noche tuvieron que permanecer varias horas en el mismo sitio. Con calma chicha, la niebla se había espesado hasta el punto de que no se veía nada a diez pasos de distancia, como si todo estuviese sumido en un baño de leche. ElEstrella Polarse detuvo junto a un gran campo de hielo y todos durmieron tranquilamente menos los marineros de cuarto.

Por la mañana, la niebla empezó a disiparse ligeramente, arremolinándose bajo el soplo de una brisa del Norte. Se hicieron los preparativos para continuar la navegación vegetación. El viento refrescó pronto, la niebla fué desapareciendo empujada hacia el Sur y los campos de hielo, después de algunos crujidos, también se pusieron en movimiento.

Por delante se abría un espacio bastante libre y, con la máquina a toda presión, el volvió a poner rumbo Nordeste, aunque lentamente para evitar choques con los hielos y para tener la posibilidad de detenerse en el momento preciso o de virar hacia uno u otro lado.