Выбрать главу

Holly hizo un mohín y fingió enfurruñarse. Leo se echó a reír.

– Treinta años y sigues comportándote como una cría. ¿Adónde vas a ir esta noche? -inquirió Leo.

– Oh, no pienso hacer ninguna locura. Sólo quiero pasar una velada tranquila con mis amigas.

– Eso fue lo que yo dije cuando cumplí los cincuenta. ¿Quiénes seréis?

– Sharon, Ciara, Abbey y Denise; hace siglos que no la veo -contestó Holly.

– Ciara está aquí? -preguntó Leo.

– Sí, y lleva el pelo teñido de rosa.

– ¡Dios nos asista! Se mantendrá alejada de mí si sabe lo que le conviene. Muy bien, doña Holly, estás fabulosa, serás la reina de la fiesta. ¡Pásalo bien!

Holly salió de su ensoñación y volvió la vista hacia su reflejo en el espejo del dormitorio. No se sentía como una treíntañera. Aunque a decir verdad, ¿cómo se suponía que debía sentirse una a los treinta? Cuando era más joven, los treinta le parecían muy remotos, pensaba que una mujer de esa edad sería sabia y sensata, que estaría bien establecida en la vida con un marido, hijos y una profesión. Ella no tenía ninguna de esas cosas. Seguía sintiéndose tan despistada como cuando tenía veinte años, sólo que con unas cuantas canas más y patas de gallo alrededor de los ojos. Se sentó en el borde de la cama y siguió contemplándose. No acababa de ver nada especial en el hecho de cumplir treinta años que mereciera ser celebrado.

Sonó el timbre de la puerta y acertó a oír el parloteo y las risas de las chicas en la calle. Intentó animarse, respiró hondo y pegó una sonrisa a su rostro.

– ¡Felicidades! -gritaron todas al unísono.

Al ver sus rostros alegres, de inmediato le contagiaron su entusiasmo. Las hizo pasar al salón y saludó con la mano a la cámara que sostenía Declan.

– ¡No, Holly, tienes que hacer como si él no estuviera! -le advirtió Declan entre dientes, asiendo a Holly del brazo para llevarla hasta el sofá, donde todas la rodearon y le presentaron sus regalos.

– ¡Abre el mío primero! -exclamó Ciara, apartando a Sharon de un empujón tan fuerte que ésta perdió el equilibrio y se cayó del sofá. Horrorizada e inmóvil, Sharon no supo cómo reaccionar, hasta que por fin se echó a reír.

– Muy bien, un poco de calma, chicas -dijo la voz de la razón (Abbey), procurando aplacar la histeria de Sharon-. Creo que primero habría que abrir las burbujas y luego los regalos.

– Vale, pero sólo si abre el mío primero -insistió Ciara con un mohín.

– Ciara, prometo abrir el tuyo primero -le aseguró Holly como si se estuviera dirigiendo a una niña.

Abbey echó a correr hacia la cocina y regresó con una bandeja llena de copas de champán.

– ¿Quién quiere un poco de champán, queridas?

Las copas eran un regalo de boda y una de ellas llevaba grabados los nombres de Gerry y Holly, pero Abbey tuvo la delicadeza de no incluirla en la bandeja. -Venga, Holly, haz los honores -propuso Abbey, tendiéndole la botella. Todas corrieron a buscar refugio agachándose detrás del sofá mientras Holly comenzaba a sacar el corcho.

– ¡Eh, que no lo hago tan mal! -protestó Holly.

– Claro, a estas alturas ya es una profesional consumada -dijo Sharon con sarcasmo, asomándose desde detrás del sofá con un cojín en la cabeza. Cuando saltó el tapón, las chicas gritaron entusiasmadas y salieron a gatas de sus escondites.

– Esto es música celestial -dijo Denise de manera histriónica llevándose una mano al corazón.

– ¡Venga, ahora abre mi regalo! -volvió a exclamar Ciara.

– ¡Ciara! -gritaron las demás.

– Después del brindis -agregó Sharon. Todas alzaron su copa.

– Bien, por la mejor amiga del mundo entero, que ha pasado un año difícil pero que en todo momento ha demostrado ser la persona más valiente y fuerte que he conocido jamás. Es una inspiración para todas nosotras. ¡Que sea feliz los próximos treinta años de su vida! ¡Por Holly!

– ¡Por Holly! -corearon todas, los ojos llenos de lágrimas mientras tomaban un sorbo de champán, a excepción de Ciara, por supuesto, que se bebió la copa de un trago en su afán por dar su regalo a Holly la primera.

– Primero tienes que ponerte esta diadema porque esta noche eres nuestra princesa y, segundo, ¡aquí tienes mi regalo!

Las chicas ayudaron a Holly a ponerse la centelleante diadema que, por fortuna, combinaba de perlas con su reluciente corsé negro. En ese momento, rodeada por sus amigas, efectivamente se sintió como una princesa.

Holly retiró con cuidado el celofán del paquete primorosamente envuelto.

– ¡Oh, rompe el papel de una vez! -la instó Abbey para sorpresa de las demás.

Holly miró la caja que había dentro, un tanto confusa. -¿Qué es? -preguntó.

– ¡Léelo! -exclamó Ciara con nerviosismo. Holly comenzó a leer lo que ponía en la caja.

– Veamos, funciona con pilas y es… ¡Oh, Dios mío! ¡Ciara! ¡Eres una sinvergüenza!

Holly y sus amigas se echaron a reír como histéricas.

– Bueno, desde luego voy a necesitarlo -bromeó Holly, levantando la caja para mostrarla a la cámara.

Declan pareció a punto de vomitar.

– ¿Te gusta? -preguntó Ciara, ansiando su aprobación-. Quería dártelo en la cena de bienvenida, pero luego pensé que no era el mejor momento… -¡Pues menos mal que lo guardaste hasta hoy! -dijo Holly, abrazando a su hermana.

– Muy bien, ahora el mío -decidió Abbey, poniendo su paquete en el regazo de Holly-. Es de parte mía y de Jack, ¡así que no esperes nada parecido al de Ciara!

– La verdad es que me preocuparía si Jack me regalara algo como eso -dijo Holly, abriendo el regalo de Abbey-. ¡Oh, Abbey, es precioso! -exclamó, alzando el magnífico álbum de fotos con las tapas plateadas.

– Para tus nuevos recuerdos -susurró Abbey.

– Oh, es perfecto -dijo Holly, rodeando a Abbey con el brazo y estrechándola.

– Bueno, el mío no es tan sentimental, pero como mujeres que somos estoy convencida de que sabrás apreciarlo -dijo Denise, tendiéndole un sobre. -¡Fantástico! Siempre he querido ir allí --exclamó Holly al abrirlo-. «¡Un fin de semana de mimos en la clínica balneario Haveds!»

– Por Dios, parece que te hayan propuesto una cita a ciegas -bromeó Sharon.

– Avísanos cuando tengas intención de ir. Es válido durante un año, así que todas podríamos hacer una reserva para las mismas fechas. ¡Será como ir de vacaciones! -propuso Denise.

– ¡Qué buena idea, Denise, gracias!

– Por último, pero no por eso menos importante, aquí tienes el mío -dijo Sharon.

Holly le guiñó el ojo. Sharon jugueteó con las manos mientras escrutaba el rostro de Holly para ver su reacción. Era un gran marco de plata con una fotografía de Sharon, Denise y Holly en el baile de Navidad de hacía dos años. -¡Llevo puesto mi vestido caro de color blanco! -bromeó Holly. -Antes de que se echara a perder -puntualizó Sharon.

– ¡Dios, ni siquiera recuerdo que nos hiciéramos fotos! -confesó Holly.

– Pues yo ni siquiera recuerdo haber estado allí -murmuró Denise. Holly siguió contemplando la fotografía con expresión triste mientras se acercaba a la chimenea.

Aquél había sido el último baile al que habían ido ella y Gerry, pues éste ya estaba demasiado enfermo para asistir al del año pasado.

– Bueno, esto va a ocupar el lugar de honor-anunció Holly, poniendo el retrato sobre la repisa de la chimenea junto a la foto de su boda. -¡Venga, chicas, ya es hora de beber como Dios manda! -vociferó Ciara, y todas se apresuraron de nuevo a esconderse para protegerse del siguiente tapón.