Llamó al timbre por cuarta vez sin que nadie le abriera. Sabía que había alguien en casa, puesto que las ventanas de los dormitorios de arriba estaban abiertas de par en par. Sus padres siempre las cerraban cuando salían de casa, y más aún con una multitud de desconocidos deambulando por el vecindario. Avanzó por el césped hasta la ventana del salón y pegó la cara al cristal para ver si había algún signo de vida. justo cuando estaba a punto de darse por vencida y bajar a dar un paseo por la playa oyó una discusión a gritos entre Declan y Ciara. -
¡CIARA, ABRE LA MALDITA PUERTA!
– ¡TE HE DICHO QUE NO! ¡ESTOY OCUPADA!
Holly volvió a llamar al timbre para añadir leña al fuego. -¡DECLAN! -Aquél fue un grito espeluznante. -¡ÁBRELA TÚ, PEREZOSA!
– ¡jA! ¿QUE YO SOY PEREZOSA? Holly sacó el móvil y llamó a la casa.
– ¡CIARA, CONTESTA AL TELÉFONO! -¡NO!
– Oh, por el amor de Dios -rogó Holly en voz alta antes de colgar. Marcó el número del móvil de Declan.
– ¿Sí?
– Declan, abre la maldita puerta de una puta vez o la derribo de una patada -ordenó Holly.
– Oh, lo siento, Holly, creía que había abierto Ciara -mintió.
Declan abrió la puerta en calzoncillos y Holly entró hecha una furia. -¡Jesús! Espero que no montéis este número cada vez que suena el timbre. Declan se encogió de hombros sin comprometerse.
– Papá y mamá han salido -dijo dirigiéndose hacia la escalera. -Eh, ¿adónde crees que vas?
– Vuelvo a la cama.
– Te equivocas -dijo Holly con voz serena-. Vas a sentarte aquí conmigo y vamos a tener una larga charla sobre «Las chicas y la ciudad».
– No -replicó Declan-. ¿Tiene que ser ahora? Estoy muy cansado. Se frotó los ojos con los puños. Holly no se apiadó.
– Declan, son las dos de la tarde. ¿Cómo es posible que aún estés cansado? -Porque sólo hace unas horas que he vuelto a casa -contestó Declan descaradamente, guiñándole un ojo. Ahora sí que Holly no sintió la más mínima compasión, estaba simple y llanamente celosa.
– ¡Siéntate! -le ordenó, señalando el sofá.
Declan arrastró su agotado cuerpo hasta el sofá. Se desplomó y se tendió ocupándolo por entero, sin dejarle sitio a Holly. Ésta puso los ojos en blanco y acercó el sillón de su padre hacia el sofá de Declan.
– Es como si estuviera en el loquero. -Declan se echó a reír, cruzando los brazos debajo de la cabeza y levantando la vista hacia ella desde el sofá.
– Estupendo, porque pienso ametrallarte los sesos.
Declan volvió a quejarse.
– Venga, Holly, ¿es necesario? Ya hablamos sobre esto la otra noche.
– ¿De verdad creíste que aquello era todo lo que tenía que decir? «Ay, lo siento, Declan, pero no me ha gustado la manera en que nos has humillado públicamente a mí y a mis amigas, ¿nos vemos la semana que viene?»
– Es obvio que no.
– Vamos, Declan -agregó Holly, suavizando el tono-. Sólo quiero comprender por qué pensaste que sería tan buena idea no decirme que nos estabas filmando.
– Pero si ya lo sabías -dijo Declan a la defensiva.
– ¡Para un documental sobre la vida nocturna de Dublín! -replicó Holly, alzando la voz contrariada con su hermano.
– Y fue sobre la vida nocturna -se burló Declan.
– Vaya, veo que te crees muy listo -le espetó Holly, y Declan dejó de reír. Holly contó hasta diez y respiró lentamente para dominar los deseos de sacudirle-. Ahora en serio, Declan -prosiguió en un susurro-, ¿no crees que ya tengo bastante con lo que estoy pasando ahora mismo como para preocuparme de esto también? ¿Y sin siquiera preguntármelo? ¡Te juro por mi vida que no entiendo por qué lo has hecho!
Declan se sentó en el sofá y, para variar, se puso serio.
– Ya lo sé, Holly, ya sé que has pasado por un infierno, pero pensé que esto te animaría. No mentí cuando dije que iba a filmar el club, porque eso era lo que tenía planeado hacer. Pero cuando llevé las cintas a la facultad para editarlas, todos dijeron que era tan divertido que no podía dejar de mostrárselo a la gente.
– Ya, pero es que salió por televisión, Declan.
– No sabía que ése era el premio, de verdad -dijo Declan, abriendo los ojos desorbitadamente-. ¡Nadie lo sabía, ni siquiera mis profesores! ¿Cómo iba a negarme después de ganar?
Holly se dio por vencida y se mesó el pelo.
– De verdad que creí que te gustaría. -Declan sonrió-. Incluso lo consulté con Ciara y hasta ella dijo que te gustaría. Siento haberte ofendido -murmuró finalmente.
Holly no paró de asentir con la cabeza mientras Declan le daba explicaciones, comprendiendo que sus intenciones habían sido buenas aunque equivocadas. De pronto dejó de moverse. ¿Qué acababa de decir? Se irguió en el asiento con expresión alerta.
– Declan, ¿has dicho que Ciara sabía lo que había en la cinta?
Declan se quedó inmóvil y se devanó los sesos, buscando la manera de deshacer el entuerto. Como no se le ocurrió nada, volvió a tirarse en el sofá y se tapó la cabeza con un cojín, consciente de que acababa de desencadenar la Ter cera Guerra Mundial.
– ¡No le digas nada, Holly! ¡Me matará! -musitó desde debajo del cojín. Holly saltó del sillón y subió echa una furia por la escalera, pisando con fuerza los escalones para que Ciara supiera que estaba muy enfadada. Mientras subía, fue gritándole y aporreó la puerta de su dormitorio.
– ¡No entres! -suplicó Ciara desde dentro.
– ¡Te has metido en un buen lío, Ciara! -exclamó Holly. Abrió la puerta e irrumpió en la habitación con expresión aterradora.
– ¡Te he dicho que no entraras! -gimoteó Ciara.
Holly se disponía a gritar toda clase de insultos a su hermana, pero se contuvo al ver a Ciara sentada en el suelo con lo que le pareció un álbum de fotos en el regazo y lágrimas rodándole por las mejillas.
CAPÍTULO 21
– ¿Qué te pasa, Ciara? -preguntó Holly con dulzura a su hermana menor. Holly estaba preocupada, no recordaba la última vez que la había visto llorar. En realidad, ni siquiera sabía que Ciara fuese capaz de llorar. Fuera cual fuese el motivo que había hecho que a su hermana se le saltaran las lágrimas, tenía que tratarse de algo grave.
– No me pasa nada -dijo Ciara, cerrando de golpe el álbum de fotos y metiéndolo debajo de la cama. Parecía avergonzada de que la hubiesen sorprendido llorando y se enjugó la cara de cualquier manera, procurando dar la impresión de que no le importaba.
En el salón, Declan sacó la cabeza de debajo del cojín. Reinaba un silencio inquietante en el piso de arriba; confió en que no hubiesen cometido alguna estupidez. Subió de puntillas y escuchó detrás de la puerta.
– Claro que te pasa algo -replicó Holly, cruzando la habitación para sentarse junto a su hermana en el suelo. No estaba segura de cómo manejar aquella situación. Se trataba de un intercambio de papeles, pues desde niñas siempre era Holly la que lloraba. Se suponía que Ciara era la fuerte.