El señor Feeney fue asintiendo con la cabeza.
– Pero en realidad nunca ha trabajado en una revista o periódico o algo por el estilo…
Holly también asintió, devanándose los sesos en busca de algo que decir.
– Durante un tiempo me encargué de publicar un boletín informativo para la empresa en la que trabajaba… -Siguió divagando un buen rato, aferrándose a cualquier cosa más o menos relacionada con aquel ámbito de trabajo, y se dio cuenta de que estaba resultando bastante patética.
El señor Feeney fue demasiado cortés como para interrumpirla mientras le refería todos los trabajos que había tenido y exageraba cualquier detalle que pudiera guardar alguna relación con la publicidad o los medios de comunicación. Finalmente dejó de hablar, harta de oír su propia voz, y entrecruzó los dedos nerviosamente en el regazo. No estaba cualificada para el empleo y lo sabía, pero también sabía que sería capaz de hacerlo bien si él le daba la oportunidad.
El señor Feeney se quitó las gafas.
– Entendido. Bien, Holly, veo que cuenta con una dilatada experiencia en muy diversos campos, pero también he advertido que nunca ha permanecido en un mismo puesto durante mas de nueve meses…
– Estaba buscando el empleo adecuado para mí -interrumpió Holly con su seguridad hecha añicos.
– ¿Y cómo sé que no va a abandonarme dentro de unos meses? -preguntó sonriente, aunque Holly tuvo claro que hablaba en serio.
– Porque este empleo es adecuado para mí -dijo muy seria. Holly suspiró al percibir que sus probabilidades de éxito se le estaban escapando entre los dedos, aunque no estaba dispuesta a darse por vencida tan fácilmente-. Señor Feeney -dijo adelantándose hasta el borde de la silla-, soy una trabajadora aplicada. Cuando algo me gusta, me entrego al cien por cien y me comprometo sin reservas. Soy una persona capaz y estoy más que dispuesta a aprender lo que no sé, de modo que pueda dar lo mejor de mí misma en beneficio mío, suyo y de la empresa. Si deposita su confianza en mí, le prometo que no le defraudaré. -Se detuvo justo antes de ponerse de rodillas y suplicar por el maldito empleo. Se ruborizó al darse cuenta de lo que había estado a punto de hacer.
– Muy bien, creo que es un buen comentario con el que dar por concluida la entrevista-dijo el señor Feeney, sonriéndole. Se puso de pie y le tendió la mano-. Le agradezco mucho que haya venido. No tardará en tener noticias nuestras.
Holly le estrechó la mano y le dio las gracias en voz baja, recogió el bolso del suelo y notó que el señor Feeney la miraba mientras se dirigía a la puerta. justo antes de cruzar el umbral se volvió hacia él y dijo:
– Señor Feeney, me aseguraré de que su secretaria le traiga una buena taza de té recién hecho. Le hará mucho bien.
Sonrió y cerró la puerta, amortiguando las carcajadas del señor Feeney. La secretaria simpática enarcó las cejas cuando Holly pasó por delante de ella y los demás aspirantes se preguntaron qué habría dicho aquella señora para que el entrevistador se riera de aquel modo. Holly sonrió al oír que el señor Feeney seguía riendo y salió al aire fresco de la calle.
Holly decidió pasar a ver a Ciara en el trabajo, donde podría almorzar algo. Dobló la esquina, entró en el pub Hogan's y buscó una mesa libre. El pub estaba atestado de gente elegantemente vestida que había acudido a almorzar desde el trabajo e incluso había quien se tomaba unas cervezas a hurtadillas antes de regresar a la oficina. Holly encontró una mesa pequeña en un rincón y se sentó.
– ¡Perdone! -llamó levantando la voz y chasqueando los dedos en alto-. ¿Es posible que alguien me atienda, por favor?
Los ocupantes de las mesas vecinas la miraron con desdén por ser tan grosera con el servicio, pero Holly siguió chasqueando los dedos.
– ¡Eh, aquí! -gritó.
Ciara se volvió con cara de pocos amigos y sonrió al ver a su hermana. Jesús, he estado a punto de darte un bofetón. -Se acercó a la mesa, sonriendo.
– Espero que no les digas esas cosas a todos tus clientes -bromeó Holly.
– A todos no -contestó Ciara muy seria-. ¿Vas a almorzar aquí hoy? Holly asintió con la cabeza.
– Mamá me contó que trabajabas a la hora del almuerzo. Pensaba que estarías en el club de arriba.
Ciara puso los ojos en blanco.
– Ese hombre me hace trabajar de sol a sol, me trata como a una esclava -protestó Ciara.
– ¿He oído mencionar mi nombre? -Daniel apareció riendo detrás de ella.
El rostro de Ciara palideció al darse cuenta de que la había oído.
– No, qué va… Estaba hablando de Mathew -balbuceó-. Me tiene despierta toda la noche, soy como su esclava sexual… -Se interrumpió y se dirigió a la barra en busca de un bloc y un bolígrafo.
– Siento haber preguntado -dijo Daniel, mirando a Ciara un tanto apabullado-. ¿Te importa que me siente? -preguntó a Holly.
– Sí -bromeó Holly, y le ofreció un taburete-. Veamos, ¿qué se puede comer aquí? -preguntó echando un vistazo a la carta mientras Ciara regresaba con el bolígrafo. Ésta movió los labios articulando la palabra «nada» detrás de Daniel, y Holly soltó una risita.
– Tostado especial es mi sándwich favorito -sugirió Daniel, y Ciara negó enérgicamente con la cabeza. Saltaba a la vista que a Ciara no le gustaba mucho el tostado especial-. ¿Qué pretendes, Ciara? -le preguntó Daniel, sorprendiéndola de nuevo infraganti.
– Oh, es que… Holly es alérgica a la cebolla -farfulló Ciara. Aquello fue una novedad para la propia Holly.
– Sí… hace que la cabeza… se me hinche-improvisó Holly, e hinchó los carrillos-. Las cebollas son algo terrible. Fatal, de hecho. Cualquier día me matarán.
Ciara puso los ojos en blanco y fulminó a su hermana con la mirada porque, para variar, sacaba las cosas de quicio.
– Muy bien, pues entonces tómalo sin cebolla -sugirió Daniel, y Holly aceptó.
Ciara se metió los dedos en la boca y fingió que vomitaba mientras se alejaba.
– Vas muy elegante -comentó Daniel, fijándose en su atuendo.
– Sí, bueno, ésa es la impresión que quería dar. Acabo de tener una entrevista de trabajo -dijo Holly, y torció el gesto al recordarlo.
– Ah, claro. -Daniel sonrió e hizo una mueca-. ¿Acaso no ha ido bien? Holly negó con la cabeza.
– Bueno, digamos que tengo que comprarme un traje más elegante. No cuento con que me llamen pronto.
– No te preocupes, mujer-dijo Daniel, sonriendo-. Tendrás un montón de oportunidades. Aún tengo libre el puesto de arriba si te interesa. -Creía que le habías dado ese trabajo a Ciara. ¿Por qué está trabajando aquí abajo ahora? -preguntó Holly.
Daniel hizo una mueca.
– Holly, ya conoces a ta hermana. Tuvimos un problemilla.
– ¡Dios mío! -dijo Holly-. ¿Qué ha hecho esta vez?
– Un tipo le dijo algo en la barra que no le gustó, así que le sirvió la jarra de cerveza y acto seguido se la vació en la cabeza.
– ¡Oh, no! -exclamó Holly con un grito ahogado-. ¡Me sorprende que no la despidieras!
– No podía hacerle algo así a un miembro de la familia Kennedy, ¿no crees? -Sonrió-. Además, ¿cómo iba yo a ser capaz de mirarte otra vez a la cara?
– Exacto -dijo Holly, sonriendo-. Puede que seas mi amigo pero «tienes que respetar a la familia».
Ciara puso ceño a su hermana al llegar con el plato de comida.
– Es la peor imitación del Padrino que he oído en mi vida. Bon appétit -agregó con sarcasmo, dejando el plato en la mesa bruscamente antes de girar en redondo.