Sí, aquél era muy distinto de sus empleos anteriores, pero lo cierto era que lo disfrutaba minuto a minuto.
– Vamos a ver, Ciara, ¿seguro que llevas el pasaporte? -preguntó la madre de Holly a su hija menor por tercera vez desde que habían salido de casa.
– Sí, mamá -respondió Ciara-. Te lo he dicho un millón de veces, lo llevo aquí.
– Enséñamelo -ordenó Elizabeth, volviéndose en el asiento del pasajero.
– ¡No! No pienso enseñártelo. Tendrías que aceptar mi palabra, ya no soy una niña, ¿sabes?
Declan soltó un bufido y Ciara le arreó un codazo en las costillas. -Tú cállate.
– Ciara, enséñale el pasaporte a mamá para que se quede tranquila -dijo Holly cansinamente.
– ¡Muy bien! -vociferó Ciara, poniéndose el bolso en el regazo-. Aquí está. Mira, mamá… No, espera, en realidad no está aquí… No, en realidad puede que lo metiera aquí… ¡Oh, mierda!
– Cielo santo, Clara -gruñó el padre de Holly, frenando en seco para dar media vuelta.
– ¿Qué pasa? -replicó Ciara a la defensiva-. Lo metí aquí, papá, alguien tiene que haberlo cogido -refunfuñó vaciando el contenido del bolso. Joder, Ciara -se quejó Holly al caerle unas bragas en la cara. -Bah, cállate de una vez -le espetó Clara- No vas a tener que aguantarme durante mucho tiempo.
Todos los ocupantes del coche guardaron silencio al darse cuenta de que era verdad. Sólo Dios sabía cuánto tiempo estaría Ciara en Australia y sin duda iban a echarla de menos, por más escandalosa e irritante que fuera.
Holly iba apretujada contra la ventanilla del asiento trasero junto con Declan y Ciara. Richard llevaba a Mathew y a Jack (haciendo caso omiso de las protestas de éste) y probablemente ya habían llegado al aeropuerto a aquellas alturas. Era la segunda vez que regresaban a casa, dado que Clara había olvidado el aro de la suerte que se colgaba en la nariz y había exigido a su padre que diera media vuelta.
Finalmente llegaron al aeropuerto una hora después de haber salido cuando el trayecto no solía llevar más de veinte minutos.
– Por Dios, ¿qué os ha retrasado tanto? -se quejó Jack a Holly cuando por fin entraron en el aeropuerto con cara de pocos amigos-. He pasado todo este rato a solas con Dick.
– Corta el rollo, Jack -dijo Holly-, tampoco hay para tanto.
– Vaya, veo que has cambiado de onda -bromeó Jack, fingiéndose sorprendido.
– En absoluto, es sólo que cantas la canción que no toca-replicó Holly, y fue a reunirse con Richard que estaba solo viendo la vida pasar.
– Cielo, ponte en contacto más a menudo esta vez, ¿de acuerdo? -pidió Elizabeth a su hija, abrazándola llorosa.
– Claro que sí, mamá. No llores, por favor, que no quiero llorar yo también.
A Holly se le hizo un nudo en la garganta y tuvo que esforzarse para contener las lágrimas. Ciara le había hecho mucha compañía durante los últimos meses y siempre había conseguido animarla cuando pensaba que su vida no podía ir peor. Añoraría a su hermana, pero comprendía que Ciara tenía que estar con Mathew. Era un buen tipo y se alegraba de que se hubiesen encontrado.
– Cuida de mi hermana-dijo Holly, poniéndose de puntillas para abrazar al imponente Mathew.
– No te preocupes, está en buenas manos-contestó Mathew, sonriendo.
– Te ocuparás de ella, ¿verdad? -Frank le dio una palmada en el hombro y sonrió. Mathew era lo bastante inteligente como para darse cuenta de que aquello era más una advertencia que una pregunta y le contestó de forma muy convincente.
– Adiós, Richard -dijo Ciara, dándole un fuerte abrazo-. Mantente alejado de la bruja de Meredith. Eres demasiado bueno para ella. -Clara se volvió hacia Declan-. Ven a vernos cuando quieras, Dec. Podrás hacer una película o lo que sea sobre mí -dijo muy seria al benjamín de la familia, y le dio un fuerte abrazo.
– Jack, cuida de mi hermana mayor-dijo sonriendo a Holly-. Uuuuy, cuánto voy a echarte de menos. -Apenada estrechó a Holly con fuerza.
– Yo también -respondió Holly con voz temblorosa.
– Bueno, me largo antes de que me contagiéis la depresión y me eche a llorar -dijo tratando de parecer contenta.
– No sigas haciendo esos saltos con cuerda, Ciara. Son muy peligrosos -dijo Frank con aire preocupado.
– ¡Se llama puenting, papá! -Ciara rió y besó a sus padres en la mejilla una vez más-. Descuida, seguro que descubro algo nuevo para probar -bromeó.
Holly guardó silencio junto a su familia, observando a Ciara y Mathew mientras éstos se alejaban cogidos de la mano. Incluso Declan tenía los ojos llorosos, aunque fingió que se debía a un estornudo.
– Levanta la vista a las luces, Declan. -Jack cogió a su hermano por los hombros-. Dicen que eso ayuda a estornudar.
Declan levantó la vista al techo y así evitó ver cómo se marchaba su hermana. Frank cogió a su mujer por la cintura mientras ésta se despedía con la mano sin cesar, las mejillas bañadas en lágrimas.
Todos rompieron a reír al dispararse la alarma cuando Ciara pasó el control de seguridad y le ordenaron que vaciara los bolsillos antes de cachearla.
– Cada puñetera vez -bromeó Jack-. Es asombroso que le permitieran entrar en el país.
Volvieron a despedirse con la mano mientras Ciara y Mathew se alejaban hasta que el pelo rosa se perdió de vista entre la multitud.
– Muy bien -dijo Elizabeth, enjugándose las lágrimas-. ¿Por qué el resto de mis hijos no se viene a casa y almorzamos todos juntos?
Todos aceptaron al ver lo alterada que estaba su madre.
– Esta vez te dejo ir con Richard -dijo Jack con picardía a Holly y se marchó con el resto de la familia, dejándolos allí, un tanto desconcertados.
– ¿Qué tal tu primera semana en el trabajo, cariño? -preguntó Elizabeth a Holly mientras todos almorzaban en la casa familiar.
– Me encanta, mamá -dijo Holly y sus ojos se iluminaron-. Es mucho más interesante y motivador que cualquiera de los otros empleos que he tenido, y todo el personal es muy simpático. Hay muy buen ambiente -agregó llena de felicidad.
– A la larga eso es lo más importante, ¿verdad? -dijo Frank, complacido-. ¿Cómo es tu jefe?
– Un encanto. Me recuerda mucho a ti, papá. Cada vez que lo veo me vienen ganas de darle un abrazo y un beso.
– Eso suena a acoso sexual en el trabajo -bromeó Declan, y Jack se rió por lo bajo.
Holly puso los ojos en blanco.
– Vas a hacer otro documental este año, Declan? -preguntó Jack.
– Sí, sobre la falta de vivienda-contestó él con la boca llena. -Declan -reconvino Elizabeth, arrugando la nariz-, no hables con la boca llena.
– Perdón -dijo Declan y escupió la comida al plato.
Jack rompió a reír y por poco se atraganta con la comida mientras el resto de la familia apartó la vista de Declan con asco.
– ¿Qué has dicho que estabas haciendo, hijo? -preguntó Frank para evitar una discusión familiar.
– Estoy haciendo un documental sobre las personas sin techo para la facultad.
– Ah, muy bien -respondió antes de retirarse a su universo particular. -¿A qué miembro de la familia vas a usar como sujeto esta vez? A Richard? -inquirió Jack maliciosamente.
Holly golpeó el plato con los cubiertos.
– Eso no tiene gracia, tío -dijo Declan con tono muy serio, sorprendiendo a Holly.
– ¿Por qué estáis todos tan susceptibles últimamente? -preguntó Jack, mirando alrededor-. Sólo ha sido una broma.
– Muy poco graciosa, Jack-dijo Elizabeth severamente.