Cuando Manolito entró, Sergio arremetió y aferró a Luiz por la garganta, cerrando las fuertes mandíbulas y desgarrando. El otro macho saltó a la espalda de Luiz, pero antes de que pudiera aterrizar, el cazador lo agarró del cuello, sorprendiendo al cambiante cuando fue lanzado hacia atrás bruscamente. Manolito apretó fuerte, sus rasgos marcados con líneas duras y despiadadas, los ojos sin emociones. Se oyó un crujido audible y el hombre-jaguar se desplomó en el suelo, con la lengua fuera de la boca, su respiración cesó instantáneamente.
Manolito levantó la cabeza y miró a Sergio, la muerte se arremolinaba en las profundidades oscuras de su mirada. Sergio dejó caer a Luiz y saltando, atravesó la puerta con estrépito y corrió hacia la seguridad de la selva.
Jasmine a duras penas pudo apartarse de su camino cuando pasó corriendo. Se quedó en la puerta, con un brazo alrededor de cintura de MaryAnn para ofrecerle apoyo mientras entraban. Soltó un pequeño grito cuando vio a Solange y corrió a su lado, dejándose caer de rodillas para presionar fuerte con la mano sobre la sangre que salía a chorros.
– Haz algo. Va a morirse.
Manolito había dado dos pasos hacia la puerta para seguir a Sergio, pero el grito de Jasmine lo detuvo. Se volvió. El olor a sangre estaba por todas partes, provocándole no sólo la inevitable hambre, si no también la agresividad.
– MaryAnn, siéntate antes de que te caigas. Te ayudaré en un minuto. Déjame examinar las heridas y ver qué puedo hacer.
– ¿Dónde está Juliette? -preguntó Jasmine-. Creí que vendría.
– No lo sé, pero vendrán, -dijo Manolito. Se arrodilló junto al jaguar y pasó las manos sobre el tembloroso felino.
Solange mostró los dientes y giró la cabeza. El esfuerzo le costó las fuerzas que le quedaban y un geiser de sangre brotó de la herida de su garganta.
– ¿Puedes hacer algo? -preguntó Jasmine ansiosamente.
– Tendría que sellar sus heridas y darle mi sangre. Ella se resiste aún a mi tacto, y mucho más a mi oferta de sangre. -Manolito sacudió la cabeza-. Lo siento, hermanita, no hay nada que pueda hacer por ella.
– ¡Solange! -Jasmine se tumbó en el suelo junto al felino-. Por favor. No me dejes sola. Déjale ayudarte.
Manolito suspiró.
– Siente que no tiene nada por lo que vivir, que sus días en la selva han terminado. No puede adaptarse a vivir en otro sitio, y no quiere tener parte de sangre cárpato.
La habitación se enfrió y las paredes vibraron cuando el poder fluyó en su interior. MaryAnn se dejó caer junto a Luiz, intentando detener la pérdida de sangre con las manos. Estaba por todas partes, y el jaguar yacía como si ya estuviese muerto.
Manolito. Escúchame ahora.
Ella escuchó la voz claramente. Era áspera y cortante, como si tuviera los dientes al descubierto y apretados. Era una orden clara sin opción a discusión. Sánala y dale sangre. La compañera de Riordan está angustiada. No puede haber otra opción.
Había una sensación de peligro, de una fuerza y una inteligencia con la que ella no había tropezado nunca, ni deseaba hacerlo. Se encontró conteniendo la respiración, mirando a Manolito. Él no pareció desconcertado por la intensidad del poder y solamente se encogió de hombros casualmente
– Zacarías ha dado una orden y debe ser cumplida. -Golpeó duro y rápido, su mente se hundió en la de Solange antes de que esta pudiera formar un escudo protector lo suficientemente fuerte para detenerlo
¿Quién es? MaryAnn pensó la pregunta más que enviársela a Manolito, pero para su sorpresa, conectó realmente con él.
Ahora hablas conmigo como lo hacen los compañeros. No hay necesidad de acariciar su piel. Se está muriendo. Había una clara reprimenda en su voz.
MaryAnn escuchaba ella misma el estertor de la muerte en la garganta del felino.
– Bueno, no va a morir. Tú le salvarás.
Había absoluta convicción en su voz. Y confianza. Cuándo él le lanzó una mirada rápida, sus ojos brillaban con tal emoción que hizo que su corazón se derritiera. No podría recordar que nadie jamás le hubiera mirado así, ni una vez en todos los largos siglos de su existencia. Quiso hacerla sentirse orgullosa de él. Quiso conservar esa mirada por toda la eternidad.
– Mantenlo vivo, entonces, -dijo él-. Haz que desee vivir. Pareces ser capaz de conseguir que la gente haga casi cualquier cosa.
MaryAnn le devolvió una pequeña y decidida sonrisa. La pierna le dolía tanto que creía que desmayarse quizás fuera una buena idea, pero cuando vio la carnicería a su alrededor, decidió que sus heridas eran muy pequeñas en comparación. Manolito tenía que curar a Solange y después a Luiz y por último su pierna. Él acababa de alzarse, y si había una cosa que sabía de los cárpatos era que se despertaban hambrientos, y que cuando utilizaban energía para sanar, necesitaban sangre.
– Estoy bien. Haz lo que tengas que hacer.
Manolito volvió su atención hacia Solange. Ella luchaba contra él con su mente, tratando de expulsarle, pero estaba demasiado débil. La sujetó en la tierra, negándose a permitir que su espíritu se escabullera mientras él abandonaba su cuerpo físico y se introducía en el de ella. Era antiguo y poderoso, pero si ella no hubiera estado tan gravemente herida, quizás hubiera tenido que recurrir a un método más peligroso y violento para mantener su mente prisionera. Tenía una voluntad de hierro y luchaba duramente para alejarle.
Al principio pensó que era a causa de su desconfianza hacia los hombres, pero cuando unió su mente firmemente con la de ella, vio que su temor era a que Juliette y Jasmine se dieran cuenta de que era una asesina, más allá de toda salvación, más allá de toda esperanza. No le quedaba ninguna otra forma de vida. No sabía si podría parar. En algún momento, había cruzado la línea y no había vuelta atrás.
Y entonces lo sintió, una suave calidez fluyendo gentilmente en la mente de Solange. Reconoció el toque de MaryAnn instantáneamente, tan liviano que casi no estaba ahí, sin embargo serenaba y calmaba, una sensación de tranquilidad y esperanza, bañando a Solange con su calor y con la creencia absoluta de que esta vida era buena y llena de belleza y de aventuras y de amor.
Casi se olvidó de sí mismo, de dónde estaba, de lo que estaba haciendo, por la admiración por ésta mujer que era su compañera. Suavemente, fluidamente, fundida con Solange, de forma que no hubiera modo de saber que había penetrado. Él no lo hubiera sabido si no hubiera intercambiado sangre con ella, su toque era luz, pero llenaba la mente de Solange de esperanza y convicción. Bajo la influencia de MaryAnn, Solange se volvió más cooperativa, relajándose en el tranquilizador refugio de su calidez. Fue difícil abandonar las reconfortantes olas y buscar los rotos y sangrantes órganos para repararlos.
Manolito permitió de mala gana que su espíritu viajara por el cuerpo del felino. Sergio no había pretendido matarla, pero ella había luchado duro, y cuando el segundo jaguar la había atacado este no había sido tan cuidadoso. La arteria casi estaba destrozada, el cuerpo de jaguar estaba lleno de sangre. Sabía lo que significaba, lo que tenía que hacerse para salvar su vida. Soltó todo lo que era y se convirtió sólo en energía sanadora, reparando cada herida tan rápidamente como le fue posible, dependiendo de MaryAnn para mantener la cooperación de Solange.
MaryAnn sostenía la cabeza del jaguar macho en su regazo, acariciando la piel aterciopelada, murmurando suavemente para mantenerlo con ella. Él luchaba por respirar, los pulmones se le estaban llenando de sangre. Siguió hablándole a Solange también, temiendo que si la dejaba, la mujer tratara de desgarrar el cuello de Manolito. Era una situación espantosa, dos personas al borde de la muerte y allí sólo Manolito para salvarlos. Jasmine sostenía toallas sobre las heridas de Solange y le susurraba, con lágrimas cayéndole por la cara, temerosa de que la estuviera perdiendo.