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Despacio, Rafe apartó la boca de su pecho y la deslizó lenta, enloquecedoramente, por su vientre, al tiempo que bajaba la mano hasta su muslo y le abría las piernas aún más. Antes siquiera de que pudiera imaginarse sus intenciones, Annie notó su boca abriéndose paso entre los aterciopelados pliegues de su feminidad. Se quedó rígida durante un instante a causa de la abrumadora oleada de placer que la inundó y su mente se quedó vacía de cualquier idea o razón, al punto que ni siquiera sintió sorpresa. Rafe colocó su mano bajo su trasero y la levantó para tener un mejor acceso a ella y su lengua lamió y arremetió contra su cuerpo dejando a su paso una estela de fuego.

Annie se oyó a sí misma jadear. Sentía el pelo de Rafe rozando sus muslos en una sedosa caricia, el áspero tacto de la manta bajo ella, el calor que provenía de la chimenea danzando sobre su piel desnuda y la suavidad de los firmes labios masculinos. Sólo existía a través de sus sentidos; era un ser puramente físico, y él la controlaba.

Se estaba muriendo. Su conciencia se desvaneció hasta que lo único que existió para ella fue la devastadora boca de Rafe, sus labios, sus dientes y su lengua que estaban acabando con su existencia con una dulce tortura. Su cuerpo se retorcía incontrolablemente y la tensión se apoderaba de ella subiendo en espiral y haciéndose más y más fuerte. No podía respirar y su corazón palpitaba tan rápido y con tanta violencia que estaba segura de que explotaría. Un agudo y débil grito atravesó el silencio, un grito que pedía compasión; sin embargo, él se mostró inclemente. Sin piedad, introdujo uno de sus grandes dedos en su interior, y las terminaciones nerviosas de su tierna y sensible abertura se contrajeron al sentirse invadidas. La caliente espiral de tensión aumentó aún más y de repente, estalló. Se oyó a sí misma gritando, pero esos roncos gritos no parecían surgir de su garganta, no era su voz. La recorrieron grandes y ardientes llamas consumiéndola por completo y acabando con todo lo que encontraron en su camino. Perdida en aquella tormenta de placer, percibió que Rafe sujetaba su tembloroso cuerpo y apretaba su boca contra ella mientras el fuego se iba apagando poco a poco y las violentas sacudidas se espaciaban hasta desaparecer.

Annie estaba demasiado exhausta y sin fuerzas para moverse. Sus pestañas yacían pesadamente en sus mejillas y no conseguía levantarlas. Los latidos de su corazón se ralentizaron y su mente pudo volver a pensar, aunque de una forma extrañamente caótica.

Las cosas que él había hecho, el exquisito placer que le había dado, eran algo inimaginable para ella. Conocía los hechos básicos del sexo, de la penetración y de la liberación del semen, pero no sabía nada sobre aquel placer demoledor que había arrasado su cuerpo. Incluso ignoraba que fuera posible. ¿Era así como él se había sentido cuando la había penetrado y de repente, se había puesto rígido y había soltado ese profundo grito gutural? Se había quedado tendido sobre ella como si estuviera completamente agotado, como si no le quedara energía para moverse.

De pronto, Rafe se tumbó a su lado y la tomó en sus brazos antes de extender la manta sobre ellos. Hizo que apoyara su cabeza sobre su hombro y acercó su cuerpo desnudo al suyo. Su fuerte muslo separó los suyos y Annie suspiró cuando el movimiento obligó a sus temblorosos músculos a relajarse de su vano esfuerzo por mantenerse alejada de él.

Su boca rozó su sien, y su gran mano le acarició la espalda y el trasero.

– Duérmete, pequeña -murmuró Rafe, y así lo hizo.

Capítulo 9

Rafe se levantó de la cama y Annie abrió los ojos con dificultad, sintiendo que necesitaba desesperadamente unas cuantas horas más de sueño. Después de todo, había pasado despierta la mayor parte de la noche.

– ¿Ya ha amanecido? -dijo con la esperanza de que no fuera así. Sin el calor del fuerte cuerpo masculino junto a ella, el frío se deslizó entre las mantas y la hizo estremecerse.

– Sí.

Annie se preguntó cómo podía él saberlo cuando el interior de la cabaña, con la puerta cerrada y las ventanas cubiertas, estaba oscuro como si fuera plena noche. La joven apenas podía distinguir el contorno de su silueta bajo el pálido resplandor de los rescoldos de la chimenea. Por un momento, se preguntó por qué había aún brasas encendidas. Entonces, los acontecimientos de la noche pasada acudieron a su mente y no sólo recordó por qué el fuego había sido reavivado durante la noche, sino también por qué no había dormido mucho. El alto cuerpo de Rafe estaba totalmente desnudo, al igual que el suyo. Annie se acurrucó en el lecho sintiendo la rigidez de sus muslos y una persistente molestia entre sus piernas. Rememoró todo lo que él le había hecho y la cegadora convulsión de sus sentidos, y deseó poder quedarse escondida bajo la manta durante el resto de su vida. ¿Cómo podría comportarse de una forma normal, cuando cada vez que lo mirara recordaría las intimidades que habían compartido esa noche? Él la había visto desnuda y le había mostrado su propio cuerpo; la había penetrado, había lamido su pecho y, Dios Santo, había puesto su boca sobre su parte más íntima de la forma más escandalosa posible. Annie no se creía capaz de mirarle a la cara.

Rafe añadió leña al fuego, y cuando las llamas se reavivaron, la joven pudo verlo con más claridad. Cerró apresuradamente los ojos, pero no antes de que la imagen de su musculoso y desnudo cuerpo quedara grabada en su mente.