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Este 29 de octubre por la tarde era diferente. Harry lo notó.

– Tío, estás más cachas que nunca -dijo Torres-. Sube. Te llevaré a tu casa.

Harry le dijo que tenía su propio coche.

– No pasa nada -afirmó Torres-. Sube, daremos un paseo.

Fueron hacia el sur por Collins y no tardaron en doblar al oeste hacia Washington; aún no había mucho tráfico, en diciembre el atasco sería de cuidado.

El interior del coche olía a tabaco. Harry abrió la ventanilla.

– Me gustaría que echaras una mirada a los papeles que están en el asiento trasero -dijo Buck Torres.

Harry ya lo había hecho.

Un montón de documentos con el título:

solicitud para intervenir

comunicaciones telefónicas

Dirigida al Juzgado del Distrito, División Criminal, del Undécimo Circuito Judicial en y para el condado de Dade, Florida. Debajo estaba el nombre del juez y bajo éste, Harry vio que el texto se hacía personal y se solicitaba la autorización para pinchar los teléfonos de sus tres locales de apuestas, «contratados a nombre de harry jack arno», con su nombre en mayúsculas.

– ¿Y por qué os vais a tomar tanto trabajo? -le preguntó-. Todo el mundo sabe lo que hago.

– Esta vez va en serio -dijo Torres-. Tenemos anotadas todas tus llamadas telefónicas desde el comienzo de la temporada de fútbol. Sabemos qué números te han llamado y a cuáles llamaste tú, las veinticuatro horas del día. Mira la página catorce.

– Te creo -afirmó Harry.

– El domingo pasado tus teléfonos recibieron ciento ochenta llamadas mientras estabas en plena faena, justo antes de que comenzaran los partidos.

– Tengo muchos amigos.

– Dilo en el juicio -comentó Torres-. Conseguirás que se rían y te pongan una multa de quinientos dólares. Esta vez es diferente.

Harry seguía mirando los documentos.

– Este juez apuesta en los partidos universitarios a través de un amigo suyo, un abogado -le explicó-. Toda la Conferencia Sudeste. Apuesta siempre a los favoritos: Florida, Florida State y Miami. No le importa cómo van las apuestas.

– Busca la página veintiocho -dijo Torres-. Mira la fecha y la firma.

– ¿Ya me tenéis pinchado?

– Se aprobó hace semanas la intervención de esos tres números, pero no del de tu casa.

– ¿No sabes que grabo todas mis transacciones? Podía haberte dado las cintas y así ahorrarte el gasto.

Torres torció a la derecha en Washington y siguió hacia el norte. Las blancas fachadas de las viviendas parecían cerradas a la luz del sol. Los colores pastel y los carteles luminosos que invadían South Beach todavía no habían llegado hasta aquí.

– Es una operación del FBI -dijo Torres-. Como cada año, organizan un gran alboroto para trincar a Jimmy Cap. Nosotros le seguimos los pasos y ellos presentan los resultados a un juez federal.

– ¿Lo que quieres decir -preguntó Harry-, es que podrían enchironarme con Jimmy, acusado de mafioso?

Vio que Torres le miraba, muy serio, y esto comenzó a preocuparle.

– Al principio se planeó así -contestó Torres-. Te encerrarán a menos que declares, que les ayudes a mandarle a la trena. Le dije al agente encargado de la investigación, «¿Cómo piensas conseguir que Harry Arno se chive? No cruza las fronteras interestatales. La suya es una falta menor». McCormick, el agente a cargo del caso dijo, «Sí, tendría que estar desesperado, ¿no te parece?». Así que se lo pensó y añadió, «Vale, ¿y si ese Arno cree que Jumbo se lo quiere cargar?».

– ¿Por qué iba a hacerlo? -Harry frunció el entrecejo.

– Para evitar que le acuses.

– Y yo qué voy a decir, ¿que el tipo es un jodido gángster? Todo el mundo lo sabe.

– ¿Crees que hablo en broma? -preguntó Torres. No, lo decía en serio, estaba nervioso, pero se tomó su tiempo para acercarse al bordillo y aparcar. Se volvió en su asiento para encararse a Harry y se lo soltó-: Lo que quieren es ponerte nervioso, que creas que Jumbo quiere matarte y entonces vayas corriendo a pedir protección al Departamento de Justicia.

– Lo que siempre he querido ser -dijo Harry-, un chivato.

– Escúchame. McCormick dijo, «Lo podemos hacer de forma que Arno termine muerto y tú arrestes a Jumbo por asesinato. ¿Qué habría de malo en eso?». Después dijo que era una broma, pero no estoy seguro. Se lo pensó un poco más y se le ocurrió otra idea: «¿Y si hacemos correr el rumor de que el tal Arno le está robando a Jumbo parte de las ganancias?» -Torres siguió hablando a pesar de que Harry negaba con la cabeza-. «Jumbo actúa en consecuencia y Arno, al ver lo que pasa, se asusta y acude rápidamente a los federales.»

– Todos los encargados de los locales de apuestas que conozco roban -dijo Harry-. Se da por hecho, sólo hay que ser discreto. Puedo quedarme con cien a la semana para gastos, Jimmy está al corriente y mientras reciba su parte no dirá ni una palabra.

– Sí, pero McCormick habla de otra cosa, quiere que Jumbo crea que le estás robando cantidades importantes. -Harry volvió a mostrar su desacuerdo moviendo la cabeza mientras Torres decía-: Mencionaste la parte de Jumbo. ¿Cuánto es? ¿La mitad?

– Exactamente la mitad.

– ¿Sabe cuánto ingresas a la semana?

– Claro que lo sabe.

– ¿Sabe la cifra exacta?

– Yo se la digo -afirmó Harry-. Si no me cree puede escuchar las cintas cuando quiera.

– ¿Lo ha hecho alguna vez?

– ¿Estás de coña? Es demasiado vago.

– Bueno, McCormick tiene gente que controla todas tus apuestas y suma los totales.

– Venga ya, ¿se ocupan de todo eso?

– McCormick quiere saber si lo que ingresas y lo que le dices a Jumbo que ingresas coincide.

– Ese tipo está loco -dijo Harry-. ¿Qué me dices de lo que gano con mis corredores? Casi nada de eso está registrado. Hay jugadores que son amigos y me llaman a casa. ¿Qué me dices de la manera en que la gente procedente de otras partes del país, como Jersey, hace sus apuestas?, el lenguaje que usan. Un tipo llama y te dice, «Me gustan los Vikings y seis por cinco duros». Llama otro tipo, «Harry, los Saints menos siete treinta veces». El tipo pierde, ¿cuál es el beneficio, un diez por ciento limpio? Si se olvidan del beneficio nunca averiguarán la cantidad real. Guardo las cintas por si surgen dudas sobre quién le debe a quién, o por si cuando voy a cobrar el tipo dice que nunca hizo la apuesta. Ocurre pocas veces, porque si surge cualquier duda sobre lo que apuesta el jugador yo lo aclaro rápidamente. A veces llama un tipo y dice, «Harry, dame los Lions y los Niners veinte veces inversa. Bears diez centavos, Chargers diez centavos. Giants cinco veces, New England diez veces si los Rams van a diez». Esto ocurre dos veces al día los sábados y domingos cuando recibo apuestas directas, múltiples, y todas las variantes, tenemos la NBA en marcha, escucha, incluso acepto algo de hockey. ¿Me estás diciendo que los tipos del FBI conseguirán sacar algo en limpio de todo esto?

– Harry -dijo Torres-, te escuchamos hablar con Jumbo, decirle los totales de la semana, cuánto habías reunido. En esa ocasión, Jumbo te preguntó sobre aquel tipo, ese negrazo vestido de domingo con cadenas de oro; aquél que se le acercó en el bar de Calder mientras Jumbo se tomaba una copa entre carreras, y que le dijo-: «Tío, la semana pasada me hiciste polvo.» Dice haber soltado diez mil y pagado otros mil por el Vig. Escuchamos a Jumbo preguntarte quién era el tipo. ¿Lo recuerdas?