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– Te crees lo que dicen los periódicos, ¿eh? -dijo Torres-: «Avisa a un agente federal…»

– «Un grito alerta a un agente federal», con un antetítulo, «¡Tiene un arma!». La última vez que aparecí en un periódico yo era un «Residente de South Beach acusado en un tiroteo mortal», en la página tres. Ahora, aparezco en portada, pero sigo siendo un residente de South Beach en la crónica.

– Ésa fue una investigación extraña -comentó Torres-. Todavía quedan preguntas sin responder. ¿Detendremos a Gloria Ayres como cómplice en el intento de asesinato de un agente federal? ¿O el Zip iba a por ti? Tú no contestas. ¿Qué pasa con ese chico, Nicky Testa? ¿Hay alguna vinculación? Dice que levantaba pesas cuando entraron dos tipos con pasamontañas, mataron a Jimmy y se dieron a la fuga. McCormick quiere hablar con él, cree que puede pillarle. Dice que quizá reanude la investigación mafiosa. Le dije que Nicky Testa no durará ni tres semanas dirigiendo el cotarro. Los de Homicidios hablaron con él, dicen que está zumbado. Gloria le tiene cogido por la polla.

– No le conozco ni quiero conocerle -afirmó Harry-. Si McCormick menciona mi nombre, dile que estoy a punto de dejar la ciudad.

– Me han comentado que vuelves a llevar el negocio de las apuestas.

– Sólo hasta que acabe la Super Bowl.

– ¿Después, qué?

– No lo sé. Quizá pruebe otra vez en Italia, buscaré un lugar un poco más al sur. Veré qué hace Joyce, si sigue con el Llanero Solitario. Si quiere venir a Italia, perfecto. Si no quiere, pues nada.

– Eres un viejo encantador, ¿no es así? -dijo Torres.

Harry se encogió de hombros mientras comía su Jell-O.

Elmore Leonard

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