¿Qué escritores y pintores salvaría? ¿Cuál sería su galería de arte curativo predilecta?
¡Vaya pregunta! En ella se traduce el concepto del campeonato de boxeo que se ha establecido en el arte, en el que podemos decir cuál es el mejor cuadro, el mejor libro, la mejor música, etcétera. Pero yo no veo la vida así.
Veo, en el arte, estructuras. Por ejemplo: en el cine, más que la mejor película yo preguntaría por géneros, por los mejores westerns o dramas. Yo tengo mi casa llena de westerns, en mi biblioteca hay novelitas de Silver Kane y de otros autores; y cómics, libros de filosofía oriental, de sufismo, Cábala, magia, alquimia, psicoanálisis… Soy hombre de mi época, y en mi época está Internet. Ya no se puede ni se debe hablar de la obra personal, tenemos masas enteras de obras por secciones y no por autores. Internet ha revolucionado todo esto. Yo tendría bibliotecas enteras. Mi ideal como humano sería un viejo sueño: todos los libros de la historia de la humanidad, todos los cuadros de la historia, todas las películas, músicas, esculturas, etcétera.
Y el arte que no sana, ¿también lo incluye?
Aunque no sane -que eso es otra cosa-, entretiene. Una persona sana puede leer a Cioran o Houellebecq y reírse mucho. Aunque yo no produciría ese tipo de literatura, porque está superada totalmente. Pero ahí está. Uno puede pasar de Kafka a Castaneda y seguir formándose. De la misma manera que el hombre va mutando de unos niveles de conciencia a otros, el arte va mutando de unos niveles de conciencia a otros. Es colectivo y no individual. No puedo decir que el mejor pintor sea Leonardo. Podré decir que él llego a otro nivel de conciencia, pero como era un individuo pudo llegar solamente hasta cierto nivel. Si te fijas, a sus máquinas les faltaba el motor porque carecían de energía. Esas máquinas maravillosas no disponían de lo esencial, que es la energía; usaban una energía muy primaria y escasa, a base de presión y agua. Leonardo no pudo resolver ese problema. Sus límites los estableció la humanidad de entonces, cuya naturaleza es colectiva, ¿comprendes? Si me hicieran la clásica pregunta de: «¿Qué libro te llevarías a una isla desierta?», respondería que un ordenador con Internet. Es evidente.
III
¿Cuál cree que es la verdadera finalidad del lenguaje? ¿Cómo interpretarlo y hacerlo útil?
El lenguaje es ante todo una actividad del cuerpo, se corresponde con la naturaleza del sistema nervioso. Desde mi punto de vista, debemos ser capaces de producir un lenguaje bello y poético. Un lenguaje sano. Las enfermedades mentales, como las enfermedades corporales, se reflejan en la manera de hablar. Hay palabras dementes, enfermas, tuberculosas o cancerosas; palabras que no son naturales sino violentas y criminales. La enfermedad y el lenguaje insano se retroalimentan y resultan destructivos.
A través del lenguaje, además, nos transmitimos enfermedades y accedemos a niveles de conciencia inferiores. Los niveles de conciencia del lenguaje coinciden con los del ser humano. De la misma manera que el cuerpo humano ha ido mutando, el habla también. Si estancamos nuestro lenguaje, usamos una forma y un contenido que ya no nos corresponde. Si empleamos un vocabulario enfermo que no es el nuestro, nos va minando poco a poco.
Ahí está el uso de lo malsonante, lo grotesco, el exabrupto…
Si te refieres a las palabrotas, te diré que las palabrotas son simpáticas porciones revolucionarias que están destinadas a romper moldes familiares, sociales y de todo tipo. Tenemos la impresión de que se tiene una gran libertad al pronunciar una palabrota, sin embargo su uso reduce el nivel de conciencia. La palabrota no es útil, o lo es sólo al comienzo, para liberarse. Al principio resulta revolucionaria, pero no conduce a ninguna mutación. Es como el argot. La gente va deformando el lenguaje a través del argot, que en principio puede ser útil en la medida en que establece fuertes relaciones identitarias de grupo, pero que baja de golpe el nivel de conciencia. El único lenguaje que nos sube de nivel de conciencia es el lenguaje sublime: el del arte y la poesía.
Por lo que dice, recrear un nuevo lenguaje es necesario para dejar de ver el mundo de una manera determinada. ¿Qué deberíamos cambiar de nuestro lenguaje para cambiar nosotros?
Estoy trabajando en un libro de definiciones que se llama Intelectualmente correcto. Todos pensamos mal, y por eso necesitamos cambiar unos conceptos por otros. Yo he comenzado por cambiar las siguientes expresiones:
– Nunca por muy pocas veces.
– Siempre por a menudo.
– Ladrón por alguien que se apoderó de algo ajeno.
– Infinito por extensión desconocida.
– Eterno por fin impensable.
– Eres mi maestro por me enseñas a aprender de mí mismo.
– Quiero hacer por estoy haciendo cosas inútiles.
– Quiero ser por me desprecio.
– Dame por permite que yo tome.
– Imítame por no te respeto.
– Mi mujer por el ser con el que comparto mi vida.
– Mi obra por lo que he recibido.
– Así eres por así te percibo.
– Lo mío por lo que ahora tengo.
– Morir por cambiar de forma.
Estoy haciendo este libro escuchando a la gente hablar por el camino, voy creando senderos en el lenguaje. También estoy aportando definiciones que rompen con las que existen. Todas ellas se definen por su propia negación:
– Felicidad es estar cada día menos angustiado.
– Decisión es estar cada día menos confuso.
– Valentía es ser cada día menos cobarde.
– Inteligencia es ser cada vez menos tonto.
Así podemos comprender las cosas de otro modo. Considero que hay que trabajar el lenguaje de esta manera porque, por simple falta de entendimiento, avanzamos hacia una catástrofe. Estamos pensando mal. Así, debemos sustituir en nuestro lenguaje:
– Comienzo por continuación de.
– Hermoso día por hoy me siento bien.
– Fracasar por cambiar de actividad. -Yo sé por yo creo.
– Soy culpable por soy responsable.
¿Cuál es el mecanismo por el que pueden las Bellas Artes aumentar nuestro nivel de conciencia?
La explicación se encuentra en su propia definición: arte bello y creación artística. La belleza es el límite máximo al que podemos acceder a través del lenguaje. No podemos alcanzar la verdad, pero podemos aproximarnos a ella a través de la belleza. En el lenguaje no hay verdad. La belleza es lo que los iniciados llaman «el resplandor de la verdad». Es lo máximo a lo que puede llegar el ser humano.
¿La fealdad se correspondería, por el contrario, con el nivel más bajo de conciencia?
Al decir belleza hablamos de fealdad, al decir luz hablamos de oscuridad. Son opuestos. Al citar a una, ya estamos hablando de la otra. Si tenemos que definir la fealdad, te diría que muchas veces yo busqué un concepto antagónico a la belleza… Con este sistema de opuestos hablaba de bueno y malo, de bello y feo. Pasé por todo aquello y al final me quedé con dos conceptos-herramienta: útil e inútil. Útil es todo aquello que nos ayuda a alcanzar niveles de conciencia más elevados; inútil es todo aquello que nos rebaja el nivel de conciencia, lo que repercute sobre el sistema nervioso provocando depresión y autodestrucción. El ataque a nuestra propia salud conduce a la destrucción de los demás. Sin embargo, el nivel de conciencia más alto conduce a la euforia de vivir y al deseo de inmortalidad, eternidad e infinito. La inmortalidad se alcanza probablemente -ya que la muerte es un fenómeno individual- de manera colectiva: exaltando y defendiendo a la humanidad. La raza humana como colectivo puede ser infinita. La muerte es individual, y saberlo ayuda a entender el mundo. La negación de la muerte es la negación de lo individual.
IV
¿Es necesaria la ebriedad para soportar la vida?
Emborracharse produce una gran alegría emocional, pero el alcoholismo es horrible. Puede ocurrir que bebamos de manera esporádica como escape o diversión, pero no es necesario. Pienso que la gente inteligente tiene que abrir las puertas de la percepción, pero no hace falta que lo haga como hizo Timothy Leary, que convirtió su mundo en ebriedad, se hizo adicto y murió drogado, sin ser él mismo.
Una cosa es romper con tus propios límites y otra, evadirte. No recomiendo a nadie que se evada, no hago apología de esa ebriedad escapista. Ni siquiera recomiendo la marihuana, porque es un prozac generoso, un calmante, pero no es bueno estar sedado todo el día.
¿Y tomar hongos al menos una vez en la vida?
Eso es distinto. La experiencia que produce te acerca a la metafísica y a la mística. Cuando se fuma marihuana por primera vez, también se abren los sentidos: enseña a comer bien, a oler bien, a sentir bien la música. Pero basta una o dos veces para aprender. Si no, acaba creando un ejército de necios sensuales y perezosos que se sienten genios, así como el alcoholismo acaba volviendo a la gente violenta, y esto de poco sirve.
¿Habría llegado usted a ser como es sin haber tomado sustancias alucinógenas?
Yo no he llegado a nada. ¿Adonde he llegado? (Se levanta y gira sobre sí mismo.) No se llega. En mi caso, necesité tomarlas en un momento dado, hacia los 40 años, cuando iba a hacer La montaña sagrada y tenía que interpretar a un maestro. Necesitaba saber cómo era la mente de un sabio. Yo no tenía esa mentalidad, y percibía mis límites. Entonces contraté a un gurú, Oscar Ichazo, que fue uno de los creadores de la moda del eneagrama y el maestro de Claudio Naranjo. Le pagué diecisiete mil dólares para que me diera un LSD y me guiara. Era un ácido puro, un polvo que disolvió en zumo de naranja. Una hora más tarde me dio un cigarro de marihuana. La primera toma duró ocho horas, pasado un tiempo volvimos a tomar. Fueron dos sesiones en las que aprendí mucho y rompí mis propios límites. Yo creo que estas experiencias no deben hacerse por espíritu festivo, tampoco solo ni en compañía de gente que no haya alcanzado un alto nivel de conciencia. Puede ocurrir que durante la toma veas a esa gente como a demonios.