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Todo resultaba maravilloso.

¿Pero por qué se sentía tan mal?

Acababa de obtener el reportaje más importante de su carrera. Nine Live era suyo. Así lo había dicho Gully. Tendría que sentirse feliz como un cascabel. Pero tenía en cambio la sensación de que todos sus miembros le pesaban una tonelada. ¿Dónde estaba aquel cosquilleo que aportaba un buen reportaje? Se sentía tan apática como una botella de champán abierta tres días atrás.

Falta de sueño. Eso era. En cuanto hubiese dormido unas horas estaría otra vez bien. Habría recuperado su antigua personalidad. Habría recargado las pilas y estaría lista.

De nuevo en la habitación, buscó en su maleta una camisetilla de tirantes y unas bragas, se las puso, conectó la alarma del despertador y abrió la cama. Las sábanas tenían un aspecto cálido y acogedor. Le pasó por la cabeza que igual las manchaba con la sangre de las rodillas y las manos, pero no le importaba.

Cuando oyó que llamaban a la puerta lo confundió con un nuevo sonido del mecanismo del aire acondicionado. Pero cuando llamaron de nuevo, se dirigió a la puerta y la abrió.

Capítulo 16

Pasó, cerró la puerta a sus espaldas, se quitó las gafas de sol y el sombrero y los dejó en la mesa junto a la cesta de golosinas sin tocar que habían preparado las damas de la iglesia católica.

Olía a sol y a jabón; estaba recién afeitado. Iba vestido con unos pantalones vaqueros Levi's limpios aunque muy gastados y una camisa sencilla de color blanco, un cinturón de cuero con tachuelas y botas de vaquero.

Ni una manada de potros mesteños habría impedido que Tiel se arrojara en sus brazos. O quizá fuera él quien la atrajo hacia sí. No llegó nunca a recordar quién hizo el primer movimiento. De todos modos, quién lo iniciara carecía de importancia.

Lo único que importaba era que él la acaparó con un abrazo. El cuerpo de ella se fundió con el suyo y se abrazaron con fuerza. Las lágrimas empezaron a brotar sin parar, para ser absorbidas por el tejido de la camisa. La cubrió por la nuca con la mano y recostó la cara de ella contra su pecho para amortiguar los sollozos que se sucedían en breves y sonoras ráfagas.

– ¿Ha muerto? ¿Estás aquí para decirme que Ronnie ha muerto?

– No, no es por eso. No tengo noticias de Ronnie.

– Supongo que eso es bueno.

– Supongo.

– No podía creerlo, Doc. Ese sonido. Ese sonido horrible y ensordecedor. Luego verlo tendido en el suelo tan quieto, entre tantos cristales y tanta sangre. Más sangre.

– Shh.

Oía palabras de consuelo susurradas en la raíz de su pelo, en la sien. Luego las palabras cesaron y fue sólo su respiración, sus labios, arrastrándose por su frente, acariciándole los húmedos parpados. Tiel levantó la cabeza y lo miró con ojos llorosos. Levantó la mano para acariciarle la cara y emitió un pequeño sonido de deseo, del que él se hizo eco.

Un instante después, los labios de él se habían posado sobre los suyos. Insistentes y hambrientos, separaron los de ella. Sus lenguas flirtearon, se acariciaron, hasta que dominó la de él. Reclamaba y exploraba su boca. Las manos de Tiel se cruzaron en la nuca de Doc. Hundió los dedos entre su cabello y se rindió a su beso, que era simbólica y manifiestamente sexual.

Sus sentidos se aceleraron como si un potente estimulante los impulsara. Sus receptores sensitivos parecían afinados al máximo. Nunca se había sentido más viva, aunque también tenía cierto miedo. Como un niño en su primera fiesta de carnaval, estaba deslumbrada y ofuscada ante aquella acometida sensual, embelesada con ella, superada por ella, temerosa de ella y, aun así, ansiosa por experimentarla.

La hebilla del cinturón de él casi le pinchaba en el estómago, pero no era una sensación desagradable. El frío metal estaba caliente al contacto con la franja de piel desnuda comprendida entre el borde de la camiseta y la línea del biquini. Fuertes y confiadas, las manos se instalaron en su región lumbar y la atrajeron hacia él.

La besó por el cuello. Ella ladeó la cabeza y él acarició el lóbulo de la oreja con su respiración, con su lengua. Siguiendo la iniciativa de la cabeza, el cuerpo se volvió lentamente, permitiéndole así a él besar todo el cuello, su hombro. Levantándole el cabello, la besó en la nuca. La sensación de su boca le provocó unos escalofríos de placer que le recorrieron la espalda por completo.

Dándole ahora la espalda, se recostó contra su amplio pecho mientras las manos de él la acariciaban. Presionaron los pechos, los cubrieron, repasaron sus formas, antes de continuar camino por el tórax, que casi podían abarcar por completo. Se detuvieron al llegar a las caderas.

Vibrando de excitación, los movimientos de ella eran felinos, descarados, incitantes. Él respondió deslizando la mano por la parte delantera de sus braguitas hasta situarse profundamente entre sus muslos.

Cuando encontró el punto central, ella murmuró su nombre, volvió la cabeza y buscó sus labios.

Se besaron mientras los dedos de él seguían acariciando, separando, penetrando. Ella se puso de puntillas, con su cuerpo arqueado hacia el exterior, tensándose hacia su mano, hasta que sus omoplatos quedaron afianzados en la clavícula de él y su cabeza aplastándole el hombro.

Colocó su mano sobre la de él, animando sus dedos. Pero aquello no era aún bastante. Quería estar muy cerca de él. Todo lo cerca que pudiera estar… y todavía no lo estaba lo suficiente.

Se volvió de repente y se amoldó a su cuerpo. El sonido que emitía el pecho de él era suave, animal, excitante. Le dio una palmada en el trasero y la levantó hacia su cuerpo. Encajaron como dos piezas en un rompecabezas. Perfectamente. Cómodamente. Sobrecogida, Tiel levantó una pierna y la dejó reposar sobre la cadera de Doc. Y mientras se besaban apasionadamente, él empezó a acariciarle la parte inferior del muslo.

Entonces la llevó a la cama. Pese a que la distancia era de escasos metros, a Tiel le pareció que pasaba una eternidad hasta que lo sintió acostado sobre ella. Reajustó su cuerpo bajo su peso.

Él le pasó las manos entre su pelo para apartárselo de la cara. Sus ojos, prácticamente acuosos de deseo, parecían derramarse sobre la cara de ella.

– No sé qué te gusta. -Su voz era ronca. Incluso más de lo habitual. Deseó Tiel que fuera tangible para así sentirla abrasándole la piel como la arena que antes la había quemado.

Recorrió con un dedo la forma de su ceja, siguió el perfil de su nariz recta y estrecha, repasó el contorno de sus labios.

– Me gustas tú.

– ¿Qué quieres que haga?

Por un terrible momento, creyó estar al borde de un nuevo ataque de llanto. La emoción le tensaba el pecho y le subía por la garganta, pero consiguió contenerla.

– Convénceme de que estoy viva, Doc.

Empezó quitándole la camiseta y llevando los labios a sus pechos. Los besó por turnos, pero suavemente, de manera provocativa, y continuó sorbiéndolos hasta que estuvieron preparados. Luego los lamió. Ver aquello resultaba tremendamente excitante. Ella se sentía cada vez más inquieta y caliente. Sentía una fuerte presión en la parte inferior de su cuerpo.

Entonces los labios se cerraron en torno al duro pezón. El sedoso calor, los movimientos tirantes de su boca, resultaban eróticos y potentes. Ella era incapaz de mantener quietas las caderas y las piernas, y cuando le rozó la entrepierna con la rodilla, y se quedó allí para tantear por encima aquella plenitud, él gruñó con una mezcla de placer y dolor.

De pronto saltó de la cama. Se desnudó rápidamente. Su pecho estaba cubierto por la cantidad justa de vello. Su piel era firme. Los músculos bien definidos, pero no de forma exageradamente grotesca. Su vientre era plano. Su pene sobresalía de forma agresiva en el punto de unión entre sus afiladas caderas y sus potentes muslos.