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Por mi parte, con los deberes hechos durante las próximas horas, me dirigí al Jackson Memorial Hospital para ver a mi pájaro favorito del ala quebrada.

Deborah estaba envuelta en un yeso que rodeaba su torso, en una habitación de la sexta planta que gozaba de una vista estupenda de la autopista, y aunque estaba seguro de que le habían administrado algún tipo de calmante, no parecía muy feliz cuando entré en la habitación.

—Maldita sea, Dexter —fue su saludo—, diles que me dejen salir ahora mismo, o al menos dame mi ropa para que pueda irme.

—Me alegro de ver que te encuentras mejor, querida hermana —dije—. Dentro de nada podrás levantarte.

—Podré levantarme en cuanto me des mi puta ropa —dijo—. ¿Qué coño está pasando ahí afuera? ¿Qué has estado haciendo?

—Doakes y yo hemos dispuesto una trampa fantástica, y Doakes es el cebo —dije—. Si el doctor Danco muerde el anzuelo, esta noche acudirá a mi, er, fiesta. La fiesta de Vince — añadí, y me di cuenta de que quería distanciarme de la idea de estar comprometido, y de que era una manera estúpida de hacerlo, pero de todos modos me sentí mejor, lo cual no pareció consolar a Debs.

—Tu fiesta de compromiso —dijo, y después rezongó—. Mierda. Has conseguido tender una trampa a Doakes.

Admito que sonó bastante elegante cuando lo dijo, pero no quería que pensara esas cosas: la gente desdichada cura más despacio.

—No, Deborah, en serio —dije, con mi mejor voz tranquilizadora—. Estamos haciendo esto para atrapar a Danco.

Me traspasó con la mirada durante un largo rato, y después, cosa sorprendente, sorbió por la nariz y reprimió una lágrima.

—He de confiar en ti —dijo—, pero odio esto. Sólo puedo pensar en lo que estará haciendo a Kyle.

—Todo saldrá bien, Debs. Recuperaremos a Kyle.

Y como era mi hermana, al fin y al cabo, me abstuve de añadir, «o la mayor parte, al menos».

—Dios, no soporto que me retengan aquí —dijo—. Necesitas mi apoyo.

—Nos ocuparemos de todo, hermanita —dije—. Habrá una docena de polis en la fiesta, todos armados y peligrosos. Y yo también estaré —añadí, algo disgustado por el hecho de que subestimara mi presencia.

Pero continuó haciéndolo.

—Sí, y si Doakes captura a Danco, recuperaremos a Kyle. Si Danco captura a Doakes, tú te lo quitas de encima. Muy listo, Dexter. Sea cual sea el resultado, tú ganas.

—Ni siquiera me había pasado por la cabeza —mentí—. Mi única intención es ser útil. Además, se supone que Doakes tiene mucha experiencia en esta clase de cosas. Y conoce a Danco.

—Maldita sea, Dex, esto me está matando. ¿Y si…? —Se interrumpió y se mordisqueó el labio—. Será mejor que todo salga bien. Kyle lleva demasiado tiempo en su poder.

—Saldrá bien, Deborah —dije, pero ninguno de los dos me creyó.

Los médicos insistieron con firmeza en que Deborah debía permanecer en observación durante veinticuatro horas más. De manera que, con un alegre adiós a mi hermana, salí galopando al crepúsculo, y desde allí a mi apartamento para ducharme y cambiarme. ¿Qué me iba a poner? No se me ocurrían directrices sobre lo que se llevaba esta temporada en fiestas a las que te obligaban a acudir para celebrar un compromiso matrimonial no deseado, que tal vez degenerara en un violento enfrentamiento con un maníaco vengativo. Los zapatos marrones estaban descartados, pero aparte de eso nada parecía de rigueur. Después de una cuidadosa reflexión, me dejé guiar por el buen gusto, y elegí una camisa hawaiana verde lima, estampada con guitarras eléctricas y bólidos rosa. Sencilla pero elegante. Unos pantalones caqui y zapatillas de deporte, y ya estaba preparado para el baile.

Pero aún quedaba una hora para la cita, y descubrí que mis pensamientos volvían a Cody de nuevo. ¿Estaba en lo cierto en lo tocante al crío? En ese caso, ¿cómo se las arreglaría sin ayuda con su Pasajero, que ya se estaba despertando? Necesitaba mi guía, y descubrí que estaba ansioso por prestársela.

Salí de mi apartamento y conduje hacia el sur, en lugar de hacia el norte, la dirección de la casa de Vince. Al cabo de un cuarto de hora estaba llamando a la puerta de la casa de Rita, mientras observaba que el lugar donde Doakes solía aparcar su Taurus marrón estaba vacío. No cabía duda de que esta noche se estaba preparando, aprestándose para la lucha inminente y sacando brillo a sus balas. ¿Intentaría matar al doctor Danco, consciente de que contaba con permiso legal para ello? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había matado a alguien? ¿Lo echaba de menos? ¿La Necesidad se abalanzaba sobre él como un huracán, barriendo todas las barreras y razonamientos?

La puerta se abrió. Rita sonrió, me abrazó y me dio un beso en la mejilla.

—Hola, guapo —dijo—. Entra.

La abracé un momento por aquello de guardar las apariencias, y después me solté.

—No puedo quedarme mucho rato —dije. Su sonrisa se ensanchó todavía más.

—Lo sé —dijo—. Vince llamó para decírmelo. Estuvo super-amable. Me dijo que te vigilaría para que no hicieras locuras. Entra —dijo, y me arrastró por el brazo. Cuando cerró la puerta se volvió hacia mí, seria de repente—. Escucha, Dexter. Quiero que sepas que no soy celosa y que confío en ti. Ve a divertirte.

—Lo haré, gracias —contesté, aunque lo dudaba. Me pregunté qué le habría dicho Vince para que ella sospechara que la fiesta sería una especie de pozo de tentaciones y pecados. Igual podía serlo. Como Vince era muy sintético, podía ser impredecible en situaciones sociales, tal como demostraban los extravagantes duelos de insinuaciones sexuales con mi hermana.

—Ha sido muy amable por tu parte pasar por aquí antes de ir a la fiesta —dijo Rita, y me condujo hasta el sofá donde había pasado tanto tiempo de mi vida reciente—. Los chicos querían saber por qué no podían ir.

—Hablaré con ellos —dije, ansioso por ver a Cody e intentar descubrir si estaba en lo cierto.

Rita sonrió, como si estuviera emocionada al saber que iba a hablar con Cody y Astor.

—Están en la parte de atrás —dijo—. Iré a buscarles.

—No, quédate aquí —dije—. Saldré a verles.

Cody y Astor estaban en el patio con Nicle, el vecinito cretino que había querido ver desnuda a Astor. Levantaron la vista cuando abrí la puerta, y Nick salió disparado hacia su patio. Astor corrió hacia mí y me dio un abrazo, seguida de Cody, que contempló la escena sin expresar la menor emoción en su rostro.

—Hola —dijo, sin alzar la voz.

—Saludos y abrazos, jóvenes ciudadanos —dije—. ¿Nos ceñimos nuestras togas oficiales? César nos llama al senado.

Astor ladeó la cabeza y me miró como si acabara de verme comer un gato vivo.

—¿Qué? —se limitó a decir Cody, en voz muy baja.

—Dexter —dijo Astor—, ¿por qué no podemos ir a la fiesta contigo?

—En primer lugar —contesté—, mañana tenéis que ir a clase. En segundo, temo que sea una fiesta para adultos.

—¿Eso significa que habrá chicas desnudas? —preguntó la niña.

—¿Qué clase de persona crees que soy? —pregunté, con expresión malhumorada—. ¿Crees que iría a una fiesta en la que no hubiera chicas desnudas? —Eh —dijo ella. —Ja —susurró Cody.

—Pero lo más importante es que también habrá bailes estúpidos y camisas feas, cosa que no debéis ver. Perderíais todo el respeto por vuestros mayores.

—¿Qué respeto? —dijo Cody, y yo le estreché la mano.

—Bien dicho —dije—. Id a vuestra habitación.

Astor lanzó una risita.

—Pero es que queremos ir a la fiesta —dijo.

—Temo que no —contesté—. Pero os he traído un tesoro para que no tengáis que huir. — Le di un paquete de galletas Neceo, nuestra moneda de curso legal secreta. Más tarde se la repartiría con Cody, cuando nadie les viera—. Bien, jovencitos —dije. Me miraron expectantes, pero me quedé como atascado, ansioso por saber la respuesta pero sin saber cómo preguntarlo. No podía decir, «Por cierto, Cody, ¿te gusta matar cosas?» Eso era justo lo que deseaba saber, pero no me parecía que pudiera preguntarlo a un niño, sobre todo a Cody, quien era tan locuaz como un coco.