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– Nada -dio unos pasos por la habitación y volvió a su lado-. Deja que te pregunte algo. ¿Te sugirió mi madre lo del cambio de imagen?

– ¿Tu madre? Cielos, no. ¿Por qué?

– ¿No fuiste al mismo lugar al que fue ella hace más o menos un año?

– Bueno, sí -fue hacia la cocina, llenó un vaso de agua y dio un trago-. Tu madre me recomendó Orchids cuando le dije que buscaba un centro termal donde poder… -se detuvo y miró a Brandon-. ¿A qué viene todo esto?

Él paseó de un lado a otro, como un animal enjaulado. Después se detuvo y la miró de nuevo.

– ¿Seguro que mi madre no sugirió que te iría bien un cambio de imagen?

– Cielos, Brandon -Kelly parpadeó-. Tu madre es la mujer más dulce del mundo. Nunca me diría algo así.

– ¿Estás segura?

– Claro que estoy segura. Solo me recomendó un sitio cuando le pedí consejo.

– De acuerdo, bien -aceptó él, que no había dejado de mirarla ni un segundo.

– Me asombra que pienses tan mal de tu madre.

– Eh -alzó la mano para detenerla-. Créeme, quiero a mi madre y no pienso mal de ella. Pero sé que ha manipulado una o dos situaciones, y me preocupaba que te hubiera dado algún consejo no solicitado.

– Pues no te preocupes por eso. Mencioné que quería arreglarme el pelo y… bueno, otras cosas, y tú madre me dio el nombre del centro que había visitado ella. El resto fue cosa mía.

– Me alegra oírlo -aceptó él, aparentemente satisfecho. Ella comprendió que estaba raro y no le sacaría ninguna explicación.

– ¿Quieres una copa de vino o algo?

– Sí, algo. Ven aquí -extendió los brazos y la atrajo contra su cuerpo. Acarició su espalda lentamente, provocándole escalofríos.

– No íbamos a hacer esto más, ¿recuerdas? -apuntó ella, apoyando la mejilla en su hombro.

– Sí, eso creía -farfulló-. Pero he cambiado de opinión. Solo esta vez. ¿Te parece bien?

– Oh, sí, más que bien -murmuró ella, que entre sus fuertes brazos se sentía como en casa.

– Te eché de menos en la cena, ¿sabes? -dijo él.

– Oh, Brandon -parpadeó para que no viera el brillo de las lágrimas que habían provocado esas dulces palabras-. No quería interferir en el tiempo que pasas con tu familia.

– No estarías interfiriendo -puso un dedo bajo su barbilla y ladeó su rostro para mirarla a los ojos-. Mi familia es genial, pero habría sido más divertido si tú hubieras estado allí.

– Bueno, ahora estamos juntos -le sonrió, complacida-, así que vamos a aprovecharlo.

– Nena -dijo él, conduciéndola hacia la cama-. Creí que no ibas a decirlo nunca.

La mañana siguiente empezó el ajetreo. Los primeros huéspedes llegaron a mediodía, excitados por formar parte de la esperada gran inauguración.

La ceremonia oficial fue un ejemplo de precisión, estilo y alegría. Brandon, que observaba cómo se desarrollaba todo, se sintió orgulloso de sus empleados, que estaban dando lo mejor de sí mismos. Tanto que Brandon empezaba a sentirse innecesario. Y era una sensación fantástica.

Además, el encargado de reservas le había dicho que el hotel ya estaba completo para toda la temporada. El Mansion pronto sería el destino de moda en Napa Valley. Brandon confiaba en poder irse de allí en una semanas, dejando la tarea de dirigir el pequeño y lujoso hotel en manos de los expertos que había contratado.

A principios de la tarde llegaron su madre y sus dos amigas. Brandon las recibió a la llegada de la limusina y las llevó al vestíbulo.

– Oh, es precioso, Brandon -dijo Sally, mientras ella y sus amigas miraban a su alrededor.

– Me encantan los colores -dijo Marjorie.

Él conocía a las dos mejores amigas de su madre, Beatrice y Marjorie, desde hacía más de veinte años; eran casi como sus tías favoritas. Además, Marjorie había dirigido el departamento de recursos humanos de Proyectos Duke durante varios años.

– Estoy deseando hacer el tour «de la viña al barril» -dijo Beatrice-. ¿Podremos probar las uvas según vayamos recogiéndolas?

– ¿No preferirías probar el producto final? -le preguntó Sally.

– Eso también -Beatrice sonrió.

– Puedes hacerlo todo -dijo Brandon-. Vamos a ocuparnos del equipaje e instalaros, después podéis elegir las actividades que queráis.

– Yo quiero una cata de vino -dio Sally.

– Oh, yo también -corroboró Marjorie. Beatrice asintió con entusiasmo.

– Entonces os enseñaré vuestra suite para que podáis empezar -dijo Brandon sonriente.

Dos horas después, Brandon había concluido una breve reunión con sus hermanos y el personal del restaurante. Adam había ido a su habitación a ver cómo estaba Trish, que se había echado la siesta; Cameron y Julia se habían servido copas de vino y habían ido a disfrutar de la puesta del sol dando un paseo por los viñedos.

Brandon iba de camino a su despacho cuando vio a Marjorie y a Bea en la tienda de regalos que había enfrente del mostrador de recepción. Marjorie sujetaba una caja de bombones y Bea una botella de vino tinto, y hablaban con el dependiente. Sonrió, imaginándoselas discutiendo cuál sería el mejor vino para beber con chocolate. Su madre no estaba en la tienda. Un movimiento captó su atención y la vio en la terraza, charlando animadamente con Kelly.

Durante un momento disfrutó de la imagen de la corta falda de Kelly moviéndose al viento, mientras se preguntaba qué llevaría debajo. Tuvo la esperanza de que fuera otro tanga, y se permitió imaginar la sensación del encaje en su sedosa…

– Hola, madre -saludó desde detrás.

– ¡Oh! Brandon, no te había oído -Sally se dio la vuelta.

– ¿De qué hablabais? -preguntó él.

– Le estaba diciendo a Kelly que tiene un aspecto fantástico -replicó Sally-. ¿No te parece?

– Sí, genial -dijo Brandon cauteloso-. ¿Y qué?

– ¿Te encuentras bien, cariño? -Sally le lanzó una mirada perpleja.

– Seguramente se está preguntando qué hago fuera de la oficina -dijo Kelly-. Así que más me vale volver. Ha sido un placer verla de nuevo, señora Duke.

– Lo mismo digo, Kelly -le dio un abrazo rápido-. Te veré mañana por la noche, si no antes.

– Hasta entonces -se despidió Kelly, poniendo rumbo hacia la oficina.

– ¿Qué pasa mañana por la noche? -preguntó Brandon con cautela.

– Kelly cenará con nosotros.

– Mamá, ¿qué estás haciendo? -frunció el ceño.

– No te entiendo -enderezó los hombros y le miró a los ojos-. Kelly hace tanto por nosotros que me pareció que sería un detalle invitarla. La verdad, me sorprende que no la invitaras tú.

– Mira, mamá, Kelly es genial, pero no quiero que juegues a hacer de celestina entre ella y yo.

– ¿Celestina? -lo miró con expresión atónita.

Pero Brandon sabía que su madre era una excelente actriz cuando quería serlo.

– Puedes negarlo cuanto quieras, pero sé que has intentado conseguir casarnos a los tres -cruzó los brazos sobre el pecho, serio-. Has tenido éxito con Adam y Cameron, pero no lo tendrás conmigo. No conseguirás que me declare a Kelly, así que más de vale dejarlo ya mismo.

– ¿Declararte? -parpadeó-. ¿A Kelly? -lo miró asombrada unos segundos, después se echó a reír. Y siguió riendo hasta quedarse sin aliento-. Ay, Dios, hacía años que no me reía así.

– ¿Qué es lo que tiene tanta gracia, mamá?

– Oh, cielo, venga. ¿Tú? ¿Casarte con Kelly? Eso es ridículo.

– ¿Ah, sí? -dijo él con tono retador.

– Brandon, cielo, te quiero mucho, ¡pero nunca le haría eso a Kelly! -volvió a reírse.

– ¿A Kelly? -le tocó a Brandon sorprenderse-. ¿Y yo qué?

– Sobrevivirás -dijo ella, dándole una palmadita en el brazo-. Kelly y tú haríais una pareja horrible.

– No creo -protestó indignado. Movió la cabeza, pensando que estaba intentando atraparlo-. Es decir, sí. Es decir… ¿por qué lo dices?