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– Dado que fuiste tú quien contrató a Kelly y a Trish, tengo que estar de acuerdo -dijo Brandon, mirando a Kelly. Ella, sonrojándose, se apresuró a cambiar de tema, dirigiéndose a Julia.

– ¿Disfrutaste del masaje hoy? -le preguntó.

– Sí, ha sido divino -miró a Brandon-. Espero que estés pagando muy bien a Ingrid, la masajista. Vale su peso en oro.

Como eran nueve en total, Brandon había reservado la pequeña pero elegante sala privada que había junto a la bodega. A su llegada, le había apartado la silla a Kelly para que se sentara y había aprovechado para acariciarle la espalda y provocarle un delicioso escalofrío.

Todos habían optado por el menú de degustación, lo que implicaba un vino distinto con cada plato. La comida estaba deliciosa y el maridaje era perfecto. Kelly saboreó cada bocado y cada sorbo de vino. Estuvieron de acuerdo en que el equipo de cocina se había superado.

A Kelly le parecían interesantes y entretenidas las conversaciones que se sucedían en la mesa. Sally y Marjorie bromearon con Beatrice sobre algunos de los hombres que había conocido por Internet, y le pidieron que describiera los momentos más divertidos.

Julia habló sobre los problemas y dificultades de convertir su enorme propiedad familiar en un museo de arte y centro de aprendizaje infantil, que incluía un huerto y un pequeño zoo de animales domésticos. Les contó anécdotas sobre el mono que hacía reír a los niños montándose en la cabra.

Mientras Julia hablaba, Cameron le agarró la mano con cariño. Kelly se sintió cautivada y melancólica al ver cómo miraba a Julia. Los hermanos de Brandon estaban profundamente enamorados de sus esposas y no ocultaban sus sentimientos. Se preguntó si sería mucho pedir que llegara el día en que un hombre la mirase así.

Cuando retiraban el primer plato, miró a Brandon, que se reía de algo que había dicho Adam. Como si lo percibiera, Brandon volvió la cabeza y sus miradas se encontraron. La oleada de calor fue instantánea, fuerte e intensa.

Segundos después, parpadeó, y Brandon miró hacia otro lado como si no hubiera ocurrido nada especial. Kelly habría jurado que Brandon la había mirado con el mismo amor que había visto en los ojos de sus hermanos cuando miraban a sus esposas. Se preguntó si eran imaginaciones suyas o se estaba volviendo loca.

Miró a su alrededor para comprobar si alguien habían notado su súbita incomodidad. Pero todos, Brandon incluido, hablaban, reían y bebían tal y como habían hecho desde el principio de la cena.

Era obvio que había malinterpretado su mirada y eso hizo que se sintiera como una tonta enamorada. Tomó un trago de agua, se obligó a respirar pausadamente y decidió olvidar lo que creía haber visto.

* * *

– No has cenado mucho -le dijo Brandon más tarde, después de hacer el amor. Estaban tendidos en la cama de ella, mirándose.

– El primer plato me llenó más de lo que esperaba -dijo Kelly, maldiciéndose por mentir-. Pero todo lo que probé estaba delicioso.

– Hoy he recibido muchas alabanzas sobre ti.

– ¿Sobre mí?

– Sí -dijo, empezando a acariciar su espalda lenta y sensualmente-. Los huéspedes apreciaron tu ayuda en los viñedos. Fuiste toda una relaciones públicas, asegurándote de que disfrutaban y enseñándoles a cortar las uvas. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?

– A veces paseo por los viñedos a la hora del almuerzo y charlo con los trabajadores. Ellos me enseñaron -suspiró de placer al sentir la caricia de su mano en el hombro.

– ¿En serio? -le apartó un mechón de pelo de la frente-. Se te da muy bien. Si alguna vez quieres un empleo en los viñedos, házmelo saber.

– Brandon, hemos vuelto a saltarnos las normas básicas -le dijo, apoyando las manos en su pecho.

– ¿Tú también lo has notado?

– Sí -sonrió para ocultar su tristeza-. Hay que aceptar que esta será nuestra última noche juntos.

– ¿Eso crees? -puso las manos sobre las suyas.

– Los dos estamos muy ocupados, y tu familia ya está aquí -añadió ella con voz tenue.

– Sí. Y no podemos olvidar que ese payaso que no nombraré llegará dentro de un par de días.

Kelly suspiró. Había estado deseando poner en práctica su Plan Roger, pero la idea de verlo empezaba a deprimirla.

– Bueno -Brandon le alzó la barbilla para captar su mirada-. Quedan horas antes de mañana así que, por ahora, olvidemos el mundo exterior.

La alzó y la situó sobre su potente erección.

– Oh, qué maravilla -gimió ella.

Y él procedió a complacerla de todas las maneras posibles.

* * *

A la mañana siguiente, Brandon se fue antes del amanecer. A Kelly le resultó imposible volverse a dormir. Hizo acopio de todo su valor, consciente de que había llegado el día de aceptar que no volvería a pasar la noche con Brandon.

Se levantó y fue a ducharse. Era domingo y Brandon pasaría el día con su familia. Había contratado una limusina que los llevaría a hacer una cata de champán por el valle. Sería divertido para todos pero, además, habría negocios, porque se estaban planteando asociarse con uno de los viticultores especializados en espumoso. La noche anterior, Brandon había tenido el detalle de invitarla, pero ella se había excusado. Dado que iban a poner punto final a su deliciosa aventura, prefería pasar el menor tiempo posible con él.

Al día siguiente, el lunes, llegarían Roger y el resto de la plantilla de su empresa inversora. Estarían allí cinco días. Así que, además de tener que ocuparse de las exigencias de su trabajo, Kelly tendría que estar pendiente de su exnovio.

Eso era lo que quería. No tenía intención de renunciar a su plan de vengarse de Roger. Le serviría para dar cerrojazo al tema y seguir con su vida sintiéndose más segura y fuerte. Lo suficiente como para dar los primeros pasos en busca de un hombre bueno y decente que la quisiera tanto como ella le querría a él.

Lo malo del Plan Roger era que no habría más veladas románticas con Brandon. Habían roto el pacto tras la llegada de su familia, pero no volvería a ocurrir. De hecho, no era justo utilizar a Brandon como lo había estado utilizando. Le había pedido ayuda en las técnicas del romance y la seducción y él había aceptado dárselas; a esas alturas había cumplido de sobra su parte del compromiso.

Por otra parte, no sería sano para ella seguir simulando que tenían una relación amorosa más allá de las paredes de la oficina. Solo había habido largas noches de sexo satisfactorio.

Mientras se secaba el pelo, Kelly no pudo evitar pensar que «satisfactorio» era quedarse muy corto. Habían compartido una tormenta de sexo apasionado y salvaje. Solo con pensarlo se excitaba.

Cuando se cepillaba los dientes, se obligó a recordar las muchas mujeres con las que Brandon había salido y con las que había roto. Y las pulseras de diamantes que ella se había encargado de comprar como regalo de despedida.

Lo último que quería Kelly era su propia pulsera de diamantes. Se moriría de humillación si Brandon intentaba darle una mientras le abría la puerta para que saliera. Esa imagen la convenció.

Se puso unos pantalones, una camiseta y unas deportivas, agarró el bolso y salió a hacer sus compras semanales y otros recados.

El lunes por la mañana, Kelly llegó a la oficina temprano, empeñada en ser la ayudante eficaz y talentosa que Brandon había contratado, nada más. Se sentía descansada por primera vez en una semana. Había temido que, acostumbrada a dormir acurrucada contra Brandon, le costaría dormir sola. Pero se había rendido al sueño en cuanto había posado la cabeza en la almohada; había dormido toda la noche de un tirón.

Se alegraba de haber descansado porque ese día llegaba Roger. Necesitaba estar fresca para concentrarse en él. Había dedicado bastante tiempo a vestirse y arreglarse. Se alegraba de haberse puesto el elegante vestido azul y blanco que acentuaba su estrecha cintura y sus curvas, porque los ojos de Brandon se habían iluminado de deseo al verla. Era justo la reacción que había pretendido conseguir y eso le infundió la confianza que necesitaría para hablar con Roger.