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– ¿Lo estábamos? -ella frunció el ceño.

– Lo recuerdas -le susurró-. ¿No vuelves a sentirlo cuando nos tocamos?

– La verdad es que no -se apartó para evitar su aliento-. Lo siento, Roger. No siento nada.

– Sí lo sientes. Lo noto -la atrajo de nuevo.

– Roger, por favor, no.

– Te estás haciendo la difícil -dijo, ladeando la cabeza para intentar besarla otra vez-. Supongo que en parte me lo merezco por decir las cosas que dije hace cinco años. Pero ya te has divertido. Admite que quieres volver conmigo y olvidaremos el pasado.

Apretó la boca contra la de ella, que casi sintió náuseas. Le dio una palmada en el brazo, tan fuerte que él interrumpió el beso y ella pudo retroceder.

– No vuelvas a tocarme -le dijo-. Te he dicho que ya no siento lo mismo por ti. Me voy.

– Vamos, Kelly -siguió acercándose a ella-. No vas a irte después de que haya gastado más de trescientos dólares en la cena. Estás nerviosa porque aún no sabes cómo hacerle el amor a un hombre.

– Oh, no -alzó la mano para detenerlo-. Eres tú quien no sabe lo que hace. Sé bien lo que se siente con un buen beso, Roger. Y no lo siento contigo.

Roger volvió a agarrarla. En ese momento se oyeron fuertes golpes en la puerta.

– ¿Qué ocurre? -Kelly dio un bote.

– ¿Qué demonios le pasa a este maldito lugar? -gritó Roger.

– ¡No le pasa nada! -dijo Kelly-. Habrá ocurrido algo. Una emergencia.

– ¡Abre, Hempstead! -gritó alguien.

– ¿Brandon? -Kelly, con los ojos de par en par, corrió a abrir la puerta.

– ¿Duke? -Roger puso una mueca de disgusto-. ¿Qué diablos quieres?

– ¿Estás bien, cariño? -Brandon entró y rodeó a Kelly con los brazos.

– Quítale las manos de encima, Duke -ordenó Roger, con tono amenazador.

– De eso nada -Brandon la apretó contra sí.

– Brandon, ¿qué haces aquí? -preguntó Kelly, tras absorber su presencia, su olor y su calidez.

– Sé que querías recuperarlo, nena -la miró a los ojos-. Pero créeme, no es el hombre para ti.

– ¿Crees que no lo sé? -Kelly lo miró atónita.

– Espera. ¿Quieres recuperarme? -intervino Roger-. Entonces ¿por qué no estás…?

– No -afirmó ella-. Quería recuperarte, pero para vengarme rechazándote.

– Caramba -Brandon miraba de uno a otro.

– Estoy confuso -Roger movió la cabeza.

– Vámonos de aquí, Kelly.

– Espera -exigió Roger-. ¿Vas a irte con él?

– Sí.

– ¿Crees que este tipo te quiere? -se burló Roger-. Eres una tonta.

– Ya basta, Hempstead -dijo Brandon.

– Ah, ya -soltó una risa desdeñosa-. Crees que estás enamorada de él, ¿verdad? Menuda tontería. Solo quiere sexo, Kelly. Aunque no imagino por qué. Seguro que sigues siendo pésima en la cama.

Ella se estremeció, pero siguió andando.

– No me obligues a hacerte daño, Hempstead -Brandon, molesto se volvió hacia él.

– ¿En serio crees que te desea, Kelly? -persistió Roger, con mirada salvaje y desesperada-. Sale con las mujeres más bellas del mundo. ¿Crees que puedes competir con eso? No eres nada para él.

Kelly se aferró al brazo de Brandon y lo obligó a seguir andando.

– Lo digo en serio, Kelly. Sabes que te iría mejor conmigo -casi gritó Roger. Ella giró en redondo y agitó el dedo.

– No es verdad. Sin ánimo de ofender, no me atraes, Roger. No siento nada cuando me besas. Ni chispa, ni excitación. Nada. ¿Y sabes una cosa? No es culpa mía. No sabes besar a una mujer.

– ¡Vale! ¿Quién te necesita? Vete -gritó él. En cuanto salieron, cerró de un portazo.

Caminaron en silencio disfrutando del aire nocturno, fresco y limpio.

– Ha sido desagradable -dijo ella por fin.

– ¿Estás bien? ¿Te hizo daño?

– Sus palabras pretendían herir, pero ya las había oído antes.

– Conseguiste tu objetivo -puso un brazo sobre su hombro y la atrajo.

– Pero no fue tan satisfactorio como esperaba.

– Lo siento, cielo -Brandon se inclinó y apoyó la frente en la de ella-. Pero no merece la pena perder el sueño por él. Sobre todo porque está completamente equivocado.

– ¿Qué quieres decir?

– Eres fantástica en la cama.

– Tienes razón -rio ella-. Por lo menos la cena fue fantástica. Un sobresaliente para Jean Pierre.

– Me alegra oírlo.

– Roger tenía razón respecto a una cosa -dijo Kelly momentos después.

– No, que va -Brandon arrugó la frente.

– Sí la tenía -lo miró, solemnemente-. Solo me quieres por el sexo.

– Lo dices como si fuera algo malo.

Ella se rio.

– Venga -la apretó contra sí-. Vamos a casa.

Brandon sabía que lo correcto sería acostarla y dejarla sola. Había pasado un mal rato con Roger y veía atisbos del dolor que el tipo le había causado. Pero no quería irse y dejarla con la duda de que algo de lo que había dicho ese idiota fuera verdad.

Esa noche quería que se sintiera adorada. En vez de ir a la habitación de ella, la condujo a su espaciosa suite. Una vez dentro, con la puerta cerrada, la alzó en brazos y la llevó al dormitorio, dejándola de pie junto a la cama.

– Hoy estás bellísima.

– Gracias -murmuró ella, alzando la vista.

– Es un vestido muy sexy -llevó la mano a su espalda y bajó la cremallera lentamente-. Pero tu piel lo es aún más.

Empezó a bajarle el vestido poco a poco, revelando primero sus lujuriosos pechos.

– Una belleza -se inclinó y saboreó un pezón y luego el otro, lamiendo y chupando hasta que ella gimió de placer y enredó los dedos en su pelo.

Siguió quitándole el vestido, descubriendo su piel centímetro a centímetro, hasta que cayó al suelo, dejándola con un diminuto retazo de encaje rojo y zapatos de tacón.

– Nunca me cansaré de este vestuario -dijo él, acariciando su piel e introduciendo el dedo en el elástico de las braguitas.

– Brandon…

– Quiero notar cómo te rindes.

– Sí, por favor -ronroneó ella.

Con un movimiento rápido, se deshizo del encaje. Después la tocó y ella arqueó el cuerpo hacia él. Incapaz de resistirse, tardó dos segundos en quitarse la camisa para sentir su piel contra la suya; después volvió a concentrarse en el centro húmedo y ardiente de su sexo.

Mientras escuchaba sus suspiros y susurros, su cuerpo se endureció y empezó a arder con el deseo de llenarla por completo. Se movió para atrapar su boca, le entreabrió los labios y paladeó su sabor.

Los gemidos fueron creciendo en intensidad y su propio cuerpo se tensó con un deseo insoportable. De repente, ella gritó y se derrumbó contra él. La alzó en brazos y la dejó en la cama. Se desnudó y se unió a ella, preguntándose si moriría de la agónica necesidad que sentía.

Oyó el rugido de la sangre en los oídos cuando basculó las caderas y se introdujo en ella. Con un gritito, ella se alzó para permitir que la llenara aún más. Se movían armónicamente, como si llevaran años siendo amantes, en vez de un par de semanas. Él se perdió en su interior, perdió el sentido de todo excepto la exquisita unión de sus cuerpos y el tronar de sus corazones latiendo al unísono.

Abrió los ojos, miró los de ella y vio deseo salvaje en su mirada. Mientras embestía una y otra vez para satisfacer su necesidad con la propia, observó cómo su boca se redondeaba y emitía dulces gemidos de placer. La deseaba tanto que, sin poder resistir más, la besó, tragándose sus gritos de júbilo mientras la seguía a la cima y se vaciaba dentro de ella.

Capítulo 9

Roger y su grupo se marcharon al día siguiente, para alivio y alegría de Kelly. Mientras iba a la oficina por el bonito sendero bordeado de flores, pensó en la noche anterior. Brandon había tenido razón; Roger era un estúpido y se preguntaba qué había visto en él. Pero ya no importaba.