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Lo único importante era que, antes de empezar a insultarla, Roger había dejado claro que la quería de vuelta en su vida. Y Kelly lo había rechazado. Había cumplido su plan, por fin había cerrado esa etapa de su vida y se alegraba de ello.

Tenía que enfrentarse a un problema mucho mayor: Brandon. Sabía que tenía que ser fuerte y romper con él para siempre. No podían seguir durmiendo juntos porque, aunque la noche anterior había sonado a broma, ella había dicho la verdad: ¡solo la quería por el sexo!

Por supuesto, también quería conservarla como ayudante. Le había dicho una y otra vez que era indispensable en la empresa. Era agradable oír eso, y no quería perder esa parte de su vida, pero ya no se sentía capaz de hacer el papel de novia.

Había que remitirse a los hechos. Brandon nunca pasaba mucho más de un mes con una mujer, y ya llevaba casi dos semanas con Kelly. Dos semanas maravillosas. Prefería quedarse con los recuerdos felices de esos días a sufrir una dolorosa ruptura y quedarse solo con recuerdos tristes. Y sin trabajo.

Pero, sobre todo, había un espinoso asunto al que Kelly no había querido enfrentarse hasta ese momento. Estaba enamorada de Brandon Duke.

– Ay, Dios -musitó. La asombraba ser tan tonta. Se había dado cuenta la noche anterior, cuando Brandon entró en la suite de Roger para defenderla. Había sido su caballero andante, y se había derretido al verlo.

Kelly tomó la autopista en dirección sur. Había ido a la oficina, echado un vistazo a su guapo jefe y, en vez de aclarar las cosas, había alegado agotamiento y pedido libres el resto del viernes y el lunes. Brandon había accedido, suponiendo que la había afectado el desagradable asunto de Roger.

Odiaba mentirle a Brandon, pero aún no podía afrontar lo que tenía que hacer. Aprovecharía el fin de semana largo para reflexionar y encontrar la mejor forma de manejar su nueva realidad.

Había preparado una bolsa de viaje y puesto rumbo a Dunsmuir Bay, su hogar. Cuatro horas después, aparcó ante su apartamento dúplex, bajó del coche y se estiró. Llenó sus pulmones con el aroma fresco y salado del océano. Se alegraba de estar en casa.

Dedicó el resto de la tarde a quitar el polvo en la sala y el dormitorio. Después se sirvió una copa de vino, se sentó en la terraza y contempló el mar azul oscuro y el pulular de los barcos en el puerto.

Al día siguiente, se despertó temprano y fue a caminar por el paseo marítimo. En el camino de vuelta, se desvió para visitar la parte vieja de Dunsmuir, llena de tiendas y restaurantes. El delicioso olor a productos recién horneados la llevó a entrar en Cupcake, la tienda de Julia Duke.

Le gustó la decoración azul brillante y blanco, y las mesas y sillas situadas junto a los ventanales que había a ambos lados de la entrada. Se acercó al mostrador y salivó al ver los bollos, pastas y tartas.

– ¿Kelly? -llamó alguien.

Miró hacia el otro extremo y vio a Julia, Trish y Sally Duke sentadas en una mesa, tomando café con leche y bollos.

– Siéntate con nosotras -invitó Sally.

– No quiero interrumpir vuestro desayuno.

– ¿Bromeas? -Julia acercó una silla de la mesa de al lado-. Ven y siéntate. ¿Qué haces aquí?

– Decidí tomarme unos días libres y venir a airear mi apartamento. Volveremos dentro de unos días, y quería estar preparada.

– Me alegraré mucho de teneros de vuelta en la ciudad -dijo Sally.

– Te traeré un café con leche -Julia se levantó.

– Por favor, no te molestes.

– No es molestia, es mi trabajo -sonrió ella. En ese momento llegó Lynnie, la camarera, para tomar nota, así que Julia se sentó.

– Me encantó veros en Napa -dijo Kelly.

– Lo pasamos de maravilla -dijo Trish-. Aún sueño con los masajes de Ingrid y me despierto gimiendo. Seguro que Adam sospecha algo raro.

Todas se rieron.

– Vuestros maridos son fantásticos. No debería decirlo, ya que son mis jefes, pero me encanta ver lo enamorados que están de vosotras.

– Es bonito, ¿verdad? -Sally sonrió a sus nueras con aprecio-. ¿Y tú, Kelly? ¿No era esta la semana que ibas a ver a alguien especial de tu pasado?

– Al final la visita se quedó en nada -rio Kelly.

– Pero por eso querías hacerte el cambio de imagen, ¿no?

– Sí -Kelly se sonrojó. Lynnie llegó con el café y bebió un poco para ocultar su vergüenza.

– Venga, cuéntanos qué ocurrió -dijo Trish.

– Te prometemos guardar el secreto -dijo Julia-. Brandon no se enterará.

– Eso no me preocupa -dijo Kelly-. Él estuvo involucrado en el asunto.

– La cosa se pone interesante -dijo Julia.

Kelly contó la historia de su ruptura y cómo había puesto en marcha su plan de venganza.

– Me alegro de que al menos disfrutaras de una buena cena -dijo Trish, frotándose la tripa.

– Sí, yo también me alegré -Kelly se rio. Le caían muy bien las tres mujeres y se sentía muy vinculada a ellas.

– El dolor de espalda está empeorando -dijo Trish, arqueándose y cambiando de posición.

– ¿Desde cuándo te molesta? -preguntó Sally.

– Llevo así toda la mañana.

– ¿Alguna contracción?

– Sí, pero no significan nada. No salgo de cuentas hasta dentro de tres días.

Sally y Julia intercambiaron una mirada.

– ¿Llamamos a Adam? -preguntó Kelly.

– No, no -dijo Trish con voz débil. Estiró los hombros-. Hoy está en la oficina.

– Te llevaré a casa -ofreció Sally.

– O al hospital -añadió Kelly.

– Estoy bien. Prefiero oír más cosas sobre ese imbécil de Roger. Eso me distraerá.

– Sí, Kelly, cuéntanos cómo se mezcló Brandon -la animó Sally.

Kelly les contó la llegada de Brandon a la suite de Roger y todas alabaron su heroísmo.

– Oh, oh -Trish intentó ponerse en pie-. Odio interrumpir la historia, pero he roto aguas.

– No te muevas -Kelly la ayudó a acomodarse de nuevo. Llamó a Adam a la oficina y se ofreció a alertar a sus hermanos. No fue necesario, porque estaban en plena conferencia telefónica.

– Cielo, siento que te duela, pero estoy emocionada -Sally le frotó la espalda a Trish-. ¡Vamos a tener un bebé!

Kelly las acompañó al hospital y después intentó irse varias veces, pero Sally no la dejó.

– No soy parte de la familia -protestaba ella.

– Sí que lo eres. Además, mantienes la calma mucho mejor que nosotras en situaciones de tensión. Te agradecería que te quedaras.

– Bueno, me quedaré un rato más.

– ¿Dónde está? -preguntó Adam, que llegó corriendo por el pasillo.

– En esa habitación -Sally le agarró el brazo-. Antes de entrar, respira y relájate. Y péinate un poco, o le darás un susto de muerte.

– Vale -Adam inspiró profundamente y se alisó el pelo con los dedos. Después besó a Sally en la mejilla-. Te quiero, mamá.

Kelly sonrió al ver las lágrimas de felicidad que afloraban a los ojos de Sally.

Cameron llegó un momento después. Besó a Julia y saludó a Sally y a Kelly.

– Brandon viene en el jet de la empresa. Llegará dentro de una hora o así.

– Bien -dijo Sally, dándole un abrazo a Cameron-. Sé que Adam querrá que estéis aquí.

– Tengo que irme -dijo Kelly, tras oír que Brandon llegaría pronto.

– No, por favor -Sally hizo una pausa y escrutó su rostro-. ¿Quieres irte porque viene Brandon?

– No -replicó Kelly con demasiada rapidez.

– Vamos a sentarnos allí -le sugirió Sally-. Quiero preguntarte una cosa.

Kelly no se atrevió a negarse porque sabía que eso acrecentaría las sospechas de Sally. La siguió.

– Kelly, no quiero entrometerme, pero ¿sientes algo por Brandon? -preguntó Sally.

– Claro que sí -le contestó-. Llevamos años trabajando juntos y es un gran tipo. Me gusta.

– Sabes a qué me refiero -Sally cruzó los brazos sobre el pecho.