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– Sí, lo sé. Y sí, me gusta Brandon. Mucho -admitió Kelly, que no quería mentirle-. Pero le conozco muy bien y sé que una relación entre nosotros no funcionaría. Las mujeres hacen cola para salir con él, señora Duke.

– Sí, lo sé.

– Mujeres espectaculares y sofisticadas. No puedo enfrentarme a esa clase de competencia.

– Yo creo que sí -dijo Sally.

– Gracias, pero no -Kelly intentó sonreír-. Y aunque pudiera, Brandon no es hombre de una sola mujer. Pasa de una a otra como si… -calló y arrugó la frente. No sería correcto darle a Sally detalles sobre la vida amorosa de su hijo.

– No te molestes en suavizarlo, querida -Sally movió la cabeza-. Sé que mis hijos siempre han sido populares con las mujeres -agarró la mano de Kelly-. También sé que Brandon es un hombre bueno y digno de ser amado.

– Yo también lo pienso -susurró Kelly-. Ojalá…, desearía ser la mujer que él amara.

– Me encantaría que lo fueras -Sally la abrazó.

– Eres muy dulce -Kelly contuvo las lágrimas que afloraron a sus ojos-. Gracias.

Sally, con expresión resuelta, murmuró algo que Kelly no oyó bien. Le sonó parecido a: «Veremos lo dulce que puedo llegar a ser».

Brandon entró en la sala de espera y vio a su madre sentada con Julia y Cameron. Su hermano tenía al pequeño Jake apoyado en el hombro.

– ¿Qué tal va todo? -preguntó.

– Cielo, me alegro de que estés aquí -Sally se levantó, le dio un abrazo y salió al pasillo con él.

Brandon echó otro vistazo a la sala, pero no vio a Kelly que, según Adam, había sido quien le había avisado de que Trish estaba de parto. Así que Brandon llevaba dos horas preguntándose qué hacía Kelly de vuelta en Dunsmuir Bay. La había llamado al móvil, pero no contestaba, y eso era muy raro en ella.

Escudriñó el pasillo, pensando que tal vez hubiera ido al aseo, o a por un café.

– ¿Buscas a alguien? -preguntó su madre.

– Sí, pensé que Kelly estaría aquí. Adam me dijo que había venido con vosotras.

– Estuvo aquí un rato, pero se marchó.

– Oh. ¿Va a volver?

– No lo sé -Sally arrugó la frente-. Me pareció que no quería estar aquí cuando llegaras.

– ¿Por qué no iba a querer estar aquí cuando yo llegara? -Brandon la miró desconcertado.

– Dijo que no era parte de la familia y que sería mejor irse.

– ¿Qué? -la miró, incrédulo-. Menuda bobada.

– ¿Seguro?

– Mamá, ¿adónde quieres ir a parar?

– Ya hemos hablado de esto, Brandon. Creía que estábamos de acuerdo, pero ahora tengo que preguntártelo, ¿tienes una relación con Kelly?

– ¿Por qué? ¿Qué te ha dicho?

– No ha dicho una palabra pero parecía incómoda aquí. Y no has contestado a la pregunta.

– Venga, mamá, déjalo -al ver la mirada de su madre, capituló-. Bueno, vale, pero no es una relación seria. Solo estamos pasando un buen rato.

– Ay, cielo -Sally movió la cabeza-. No creo que Kelly sea esa clase de chica.

– Eso ya lo dijiste antes -se rascó la mandíbula-. No estoy seguro de saber qué quieres decir.

– Sí lo sabes. Kelly no es sofisticada como las mujeres con las que sales, ni conoce las reglas del juego. Es sensible y dulce. Quiere conocer a un hombre agradable, enamorarse y formar una familia. Los dos sabemos que ese no eres tú.

– Eh, yo soy un hombre agradable.

– Sí, lo eres, y sé que no le harías daño a propósito -le dio una palmadita en el brazo-. Pero si no dejas de verla, le romperás el corazón.

Trish dio a luz a un niño de tres kilos y medio de peso a las dos de la madrugada. Le pusieron de nombre Tyler Jackson Duke. A pesar de la hora, Adam dio cigarros puros a sus hermanos y la familia lo celebró con champán, a excepción de Trish, que tomó zumo de manzana. Brandon sacó una foto con el móvil y ella había puesto: ¡Felicidades, tío!

Al menos volvía a comunicarse con él. Decidió no presionarla más, sabiendo que la vería el martes. Para entonces habría olvidado lo de Roger, volvería a ser ella misma y podrían hablar. Entretanto, aprovechando que estaba en Dunsmuir Bay, decidió pasar el día buscando ideas creativas con las que mimar a su sobrino.

Capítulo 10

El martes por la mañana, Brandon cruzó la terraza camino de la oficina sonriente y animoso. Kelly estaría allí, y estaba deseando volver a verla.

Cuando llegó no estaba en su escritorio y sintió una punzada de miedo, que desechó de inmediato. Era temprano. Llegaría de un momento a otro.

Entró en su despacho, se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero. Se sentó y estudió la agenda. Reuniones, conferencias y organización de la mudanza de vuelta a Dunsmuir Bay. La visita a casa durante el fin de semana le había recordado cuánto echaba de menos a su familia y las ventajas de vivir en la costa californiana.

Diez minutos después, oyó a Kelly entrar.

– Buenos días, Kelly -llamó-. Ven cuando tengas un momento.

– De acuerdo.

Unos minutos después, tras encender el ordenador y poner la cafetera, entró al despacho.

Brandon alzó la cabeza sonriente y se quedó boquiabierto. Llevaba puesto un viejo y aburrido traje pantalón color gris y un jersey negro de cuello vuelto. Tenía el pelo recogido en una coleta y llevaba las feas gafas de montura de pasta.

– ¿Qué te ha pasado? -preguntó él, sin pararse a pensar-. Esto… ¿has perdido las lentillas?

– No, las gafas son más fáciles -explicó ella-. Ahora que Roger se ha ido, he pensado volver a ponerme algunos de mis conjuntos más cómodos. Este está bien, ¿no?

– Sí, claro -aceptó él, aturdido por su decisión.

– Bien -tras un leve titubeo se sentó frente a él-. Tenemos que hablar, Brandon.

– De acuerdo, hablemos -dijo él, observando cómo se quitaba las gafas y jugueteaba con ellas.

Se dio cuenta de que estaba más guapa que nunca, sin maquillaje. Los pantalones eran muy anchos y el color no la favorecía, pero Brandon sabía que bajo toda esa tela había un par de piernas increíbles. La súbita imagen de sus muslos desnudos hizo que se le tensara la entrepierna. Acercó la silla a la mesa para ocultar su problema.

– No te enfades, pero tengo que darte las gracias -empezó ella por fin, tras tomar aire.

– Habíamos quedado en que no lo harías.

– Lo siento, pero no puedo evitarlo -dijo-. Déjame que acabe, ¿vale?

– De acuerdo. Adelante.

– Primero, tengo que agradecerte que me ayudaras a prepararme para la visita de Roger, ya me entiendes. Segundo, gracias por ir a su suite. Llegaste justo a tiempo, y me gustó saber que me cubrías mientras forcejeaba con Roger.

– De nada -Brandon sonrió.

– Me alegra decir que he mantenido mi parte del trato y no me he enamorado de ti. Ahora estoy lista para volver a mi vida tal y como era antes de que el nombre de mi exnovio se mencionara aquí.

– ¿Qué significa eso exactamente, Kelly?

– Significa que ya no vamos a dormir juntos -desvió la mirada y juntó las manos sobre el regazo.

– Dormir juntos.

– Ya me entiendes -esbozó una sonrisa temblorosa-. No es que no disfrutara de cada momento, ya lo sabes. Pero… lo siento, Brandon, es hora de poner punto final a eso. Fue maravilloso pero… lo siento -se levantó de la silla y salió del despacho, cerrando la puerta a su espalda.

Él analizó sus palabras. Una parte de él estaba disgustado con su decisión de poner fin a sus relaciones sexuales. De hecho, todo él estaba disgustado. La deseaba en ese mismo momento. Incluso con ese feo traje, era más sexy que cualquier otra mujer.

Apoyó los codos sobre la mesa, planeando su próxima jugada. Dejaría pasar unas horas y después la invitaría a cenar. Una buena comida, un buen vino y sin duda acabarían en la cama.

Las palabras de su madre resonaron en su cerebro. Eso era lo malo de tener conciencia. Sabía que Sally tenía razón. Kelly era dulce y sensible y se merecía encontrar el amor. Si Brandon se salía con la suya y la aventura continuaba, corría el riesgo de romperle el corazón Kelly.