En uno de estos almuerzos en Davos, Lord Menuhin me colocó frente a frente con un brillante científico francés y una (no tan brillante) terapeuta americana. El científico era un ateo convencido, lo que provocó una discusión apasionada acerca de la existencia de Dios -la cual Menuhin, un hombre religioso, presenciaba con una sonrisa. Al final, cuando se serenaron los ánimos, Lord Menuhin habló de la necesidad de luchar siempre contra las injusticias, pero también siempre manteniendo el respeto por las opiniones contrarias. Y todos escuchamos esta deliciosa historia judaica:
"Cuando estaba en su lecho de muerte, Jacobo llamó a Sara, su mujer:
– Querida Sara, quiero hacer mi testamento. Voy a dejarle a mi primogénito Abraham la mitad de mi herencia. Al final de cuentas, él es un hombre de fé.
– ¡No lo hagas, Jacobo! Abraham no necesita de tanto dinero, ya tiene su empleo, su compañía, y asimismo tiene fé en nuestra religión. Dejala para Isaac, que está viviendo muchos conflictos existenciales acerca de la realidad de Dios, y que todavía no tiene nada en la vida.