– Un momento -interrumpió el labrador. -Yo le pedí que rezara por mi esposa, y usted está pidiendo por todos los enfermos.
– Estoy rezando por ella.
– Pero pide por todos. Puede terminar por beneficiar a mi vecino, que también está enfermo. ¡Y él no me gusta!
– Usted no entiende nada de curaciones -dijo el monje, apartándose. -Al rezar por todos estoy uniendo mis plegarias a las de millones de personas que en este momento están pidiendo por sus enfermos. Todas juntas, estas voces llegan a Dios y benefician a todos. Separadas, pierden su fuerza y no llegan a ningún lado.
LA MUJER PERFECTA
Nasrudin conversaba con un amigo.
– Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?
– Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.